Por lo general el robo a un banco se realiza por la puerta que da a la calle, a plena luz del día, con una capucha y un arma auténtica o simulada en la mano. Pero si se trata de atracar un país, con todo su dinero dentro, hay que hacerlo a cara descubierta, bien afeitado, bien trajeado, y desde el despacho de la última planta de una entidad financiera internacional. Hay países que se roban desde dentro, pero con ayuda desde fuera. Esto es de primero de carrera en "fondomonetariointernacionalbusiness", todo junto. Mientras le echamos palabras al desasosiego detrás de esta nueva ONG que nos gobierna, “Ultraliberales sin Fronteras”, se disfruta de una fiesta privada a la que nunca estaremos invitados a no ser como personal de servicio.
En un ambiente de guerra cultural donde la Barbie se ha vuelto más revolucionaria que Rosa Luxemburgo, a uno le viene a la cabeza aquella deliciosa expresión de Moshé Dayán, recogida en las memorias de la primera ministra israelí Golda Mier: “Ahí viene el Tío Sam con su tocadita de huevos”. Una declaración de bajos instintos que el aguerrido ex ministro de Defensa durante las aplastantes victorias israelíes en las guerras de los “Seis Días” (1967) y “Yom Kipur” (1973) le dedicaba a la diplomacia norteamericana (de apoyo incondicional) cuando le pedía cierta moderación en su escalada belicista. Un gesto que sin ser reivindicativo en si mismo, es toda una pancarta, un eslogan, un manifiesto que se practica para ondear banderas ideológicas.
Cada cierto tiempo el ministro de deportes Daniel Scioli arremete con su particular “tocadita de huevos”, en su guerra personal por privatizar el fútbol argentino. Esta vez lo hizo bajo la cerrada defensa de Juan Sebastián Verón, unos de los lugartenientes de la tan combativa primera línea de ex futbolistas neoliberales, también sin fronteras. “Verón es un gran dirigente... con quien comparto la visión del ingreso de capitales privados, como alternativa para mejorar la calidad del club y la vida del socio”, expresaba nuestro personal Tío Sam vernáculo. En realidad lo importante no es lo que dijo el ministro sino lo que dejaba de decir. En 2018 se mostraba rabiosamente contrario a la privatización del fútbol argentino y presentó un proyecto contundente contra las Sociedades Anónimas Deportivas. La posverdad es la ficción consoladora de un simulacro de la realidad, puesto que no miente quien no dice la verdad, sino quien dice aquello que sabe que no es verdad.
Sabemos que en la gobernanza utópica de Milei no hay constituciones, sino contratos; no somos ciudadanos, sino clientes. Y hoy el fútbol necesita de clientes, no de hinchas ni de socios. Algo que seduce notablemente a Verón y a Scioli. ¿Uno se pregunta cuánto sale el kilo de carne societaria en el mercado futbolístico que habitamos? ¿Cuánto cuesta un club como Vélez Sarsfield insertado socialmente en la médula espinal de barrios como Liniers, Versalles, Villa Luro? ¿Alguien se atreve a ponerle precio?
Nos hemos integrado amablemente en esa ingenuidad de ir con un lirio en la mano obligados a producir cada vez más, a consumir cada vez más, a bajar la cabeza aún más, a costa de vivir alienados para evitar que el sistema se derrumbe. La vida también va de eso, de hablar, de discutir, de decidir sobre ese nosotros cada vez más restringido por este individualismo neoliberal. Como decía Machado: “Tu verdad no, la verdad. Y ven conmigo a buscarla”.
(*) Periodista, ex jugador de Vélez, clubes de España y campeón del Mundo 1979.