La Dra. Claudia Luna, especialista en Silvicultura de la UNNE, se refirió a las posibilidades de recuperación de los ambientes afectados por los incendios en Corrientes. Indicó que no es aconsejable una estrategia de “restauración inmediata” sino que debe esperarse cómo reacciona el suelo y la vegetación, y luego definir qué acciones implementar para “ayudar” en la recuperación de la estructura y funcionalidad de los ecosistemas. Destacó estrategias en otros países de “diversificación del paisaje” para reducir la incidencia de estas catástrofes.
Los incendios en la región, y en particular en provincia de Corrientes, afectaron amplias zonas de bosques nativos y superficies forestadas, totalizaron casi un millón de hectáreas afectadas.
Las lluvias de los últimos días y la labor de cientos de bomberos y brigadistas llevaron a que en la actualidad estén prácticamente contenidos los focos ígneos, por lo que se empieza a posar la mirada en cómo quedaron esos ambientes y las posibilidades de que recuperen su funcionalidad.
Para conocer qué estrategias podrían implementarse para “facilitar” o ayudar en la recuperación de los ecosistemas y zonas productivas afectadas, el departamento de Comunicación Institucional del Rectorado de la UNNE dialogó con la Dra. Claudia Luna, docente de la Cátedra de Silvicultura de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNNE e investigadora del Instituto de Botánica del Nordeste (IBONE-CONICET).
“La recuperación de los bosques, sobre todo nativos, se vuelve mucho más difícil cuando el cambio climático estresa al bioma. Por lo que intentar restaurar un bosque después de un gran incendio es mucho más difícil” resaltó para exponer la dimensión del impacto del fuego sobre los ambientes naturales.
IMPACTOS DE LOS INCENDIOS
Para conocer qué impactos se producen en ambientes afectados por incendios, la Dra. Luna detalló que los incendios que ocurren en lugares con vegetación, ya sea arbórea, arbustiva o con pastizales, tienen impactos complejos sobre los procesos ecológicos, debido a la variabilidad de las estructuras del paisaje como a las diferentes respuestas de la vegetación.
Los impactos van a depender de su intensidad, recurrencia y duración del disturbio.
Estos efectos, agregó, pueden ser directos tales como pérdida de animales y fauna autóctona; pérdida de vegetación y degradación del suelo; mientras que los efectos indirectos, por su parte, van desde la erosión al deslizamiento de suelos hasta la contaminación de represas o reservas de agua, por los residuos que quedan en el ambiente, luego de ocurrido un incendio; por ejemplo.
En tanto, los efectos en el suelo se dan a nivel de sus propiedades (físico, químico y biológica) lo que se traduce en una importante disminución en su productividad; por erosión, pérdida de nutrientes, disminución de la materia orgánica, entre otros.
“La relación de la vegetación y los incendios se centra en la modificación de su estructura, composición y la producción de los servicios ecosistémicos que brindan. Existe el riesgo de que las especies nativas sean reemplazadas por exóticas o invasoras, cambiando totalmente la composición fitosociológica del lugar, perdiendo así ecosistemas de importancia” explicó.
Asimismo, comentó que las distintas especies vegetales presentes en los distintos ecosistemas responden de forma diferencial al fuego, dependiendo de sus habilidades para tolerarlo y de los mecanismos de regeneración que posean.
En especies carentes de adaptaciones de resistencia o tolerancia al fuego, los incendios, incluso cuando su intensidad es baja, pueden causar una alta mortalidad.
En relación al impacto en la fauna del lugar, la especialista de la UNNE explicó que los animales padecen el mayor impacto en un primer momento.
Ello debido a los desequilibrios que ocurren en los ecosistemas que habitan o habitaban, tales como destrucción de formaciones vegetales que los proveían de alimentos, refugio etc. o alteraciones en la composición de las especies, migraciones de animales, aves e insectos; que, si logran sobrevivir refugiadas en la zona, o que han conseguido huir y regresan, se enfrentan a un proceso de readaptación muy difícil.
Otras especies escapan y buscan un nuevo refugio generando desequilibrios en otros ecosistemas y pérdida de diversidad.
Respecto al impacto en el aspecto de actividades económica-productivas, señaló que en Corrientes se vieron afectados por los incendios, productores forestales, ganaderos, yerbateros, arroceros, citrícolas, apicultores, grandes, medianos, chicos y agricultores familiares.
Las pérdidas ascienden a más de 900 mil hectáreas y se estima que la mayoría de los productores afectados necesitará entre cinco y diez años para lograr recuperarse, como duro saldo de una catástrofe ambiental sin precedentes.
ESTRATEGIAS POSIBLES
Ante el escenario descrito de impactos a causa de los incendios, la Dra. Luna se refirió a las estrategias de restauración ecológica que pueden aplicarse en las zonas afectadas.
“La restauración no siempre recupera la composición y estructura del ecosistema previo, ya sea por limitaciones del conocimiento, o porque las condiciones actuales han cambiado y pueden definir una trayectoria de recuperación diferente, dando lugar a un ecosistema alternativo” resaltó.
En esa línea, opinó que un objetivo realista de restauración ecológica es fomentar las condiciones que permitan la existencia de un ecosistema propio de la región; en la que se encuentra el área alterada, a través de proveer hábitats y características funcionales necesarias, para mantener la dinámica del ecosistema original.
La restauración ecológica se lleva a cabo a través de acciones concretas tales como: detener o menguar la ocurrencia de los eventos que originaron la alteración, recuperar la flora y fauna nativa de los ecosistemas, promover la sucesión ecológica o dinámica local estimulando la regeneración natural, reponer procesos y funciones ecosistémicas, y fomentar acciones de auto-recuperación que permitan al ecosistema sostener su recuperación en el tiempo.
Estas acciones tienen por objetivo la resiliencia de un ecosistema, para que este pueda integrarse dentro de un paisaje más amplio dentro del contexto ecológico y cultural de la región.
Al respecto, explicó que la regeneración forestal posterior al incendio no es lo mismo que la recuperación forestal.
La recuperación forestal al incendio implica el regreso de especies de árboles, arbustos y pastos como los que había antes del incendio.
Pero un paisaje puede regenerarse sin volver necesariamente a su composición anterior en cuanto a formaciones boscosas; ya que la regeneración natural de un bosque depende del banco de semillas que queda en el lugar luego del disturbio; y por supuesto si el daño que han soportado, no les ha quitado su viabilidad para repoblar el lugar.
El tipo de comunidad vegetal que recoloniza los bosques quemados depende del clima de una región en los meses y/o años posteriores al incendio, ya que las temperaturas más altas y la disminución de las precipitaciones pueden comprometer las posibilidades de recuperación total de un bosque.
“La recuperación de los bosques, sobre todo nativos, se vuelve mucho más difícil cuando el cambio climático estresa al bioma. Por lo que intentar restaurar un bosque después de un gran incendio es mucho más difícil” reiteró.
FASES DE RECUPERACIÓN
En esa línea, la Dra. Luna expresó que luego que un ecosistema es afectado por un incendio, se deben considerar dos fases para su recuperación.
Una primera a corto plazo, denominada rehabilitación, que debe ser ejecutada tan pronto como sea posible luego del siniestro y una segunda, a mediano y largo plazo, denominada restauración.
La rehabilitación busca contrarrestar los efectos negativos inmediatos de escorrentía superficial y erosión, enfatizando la reparación de los procesos, la productividad y los servicios de un ecosistema.
Para esto se usan diversas estrategias, las cuales incluyen siembra, fertilización, y aplicación de “mulching” (material orgánico distribuido en la superficie del suelo), en diversas escalas y con diversas técnicas de aplicación muy utilizado en estos procesos, ya que facilita el establecimiento de las plantas.
Por su parte, la segunda fase o “restauración” busca recuperar la estructura y funcionalidad de los ecosistemas, así como también su resiliencia al fuego.
En el caso de los sistemas productivos forestales, se recurre a una reforestación o a una repoblación, es decir, efectuar nuevas plantaciones, dependiendo de las características de la zona, del tipo del ecosistema quemado y de los daños sufridos por el mismo; manejando tecnologías de cultivo (marco de plantación, densidad, preparación de suelo, etc.) similares a la plantación perdida o en función de su objetivo que se busca.
VIABILIDAD DE RECUPERACIÓN
En cuanto al grado de viabilidad de recuperación de las de áreas de bosques nativos o de mayor diversidad, mencionó lo que sostienen algunos ecólogos que “lo que el fuego devora en dos días puede tardar más de 100 años en recuperarse. Es el tiempo para volver a tener un bosque frondoso y adulto”.
En ese sentido, manifestó que muchos ecólogos apuntan a que el bosque luego del fuego, ya no es el mismo, pero en algunos casos no hay que forzar su repoblación.
Por ello, no aconsejan la restauración inmediata. “Es mejor ver cómo va poco a poco estabilizándose la nueva dinámica de la zona, que el lugar cicatrice, observar cómo reacciona el suelo y si surge vegetación de manera espontánea en el terreno”.
Así, se refirió a que cuando se quema una zona desaparece la vegetación y se crean cambios en el suelo, se observa paisaje destruido, que en principio parece que va a ser irrecuperable, por lo que muchas veces y de manera incorrecta se repuebla inmediatamente.
Si finalmente se decide reforestar o restaurar el paisaje —porque no ha regenerado de manera natural o porque la regeneración sea tan lenta que pueda perjudicar al ecosistema— hay que hacerlo con especies autóctonas de la zona.
“Otra cosa es que queramos tener un bosque como el anterior en su estructura, y eso es imposible. Si el que se quemó tenía árboles de 100 años, por ejemplo, habrá que esperar 100 años para que sea similar” subrayó.
RECONFIGURAR EL PAISAJE
En relación a la posibilidad de prevención de este tipo de catástrofes como la ocurrida en Corrientes, la Dra. Luna se refirió a las estrategias de reconfiguración del paisaje como tácticas para minimizar las posibilidades de generación y propagación de los incendios.
Comentó que un estudio reciente y el análisis de sus resultados ha permitido a científicos e investigadores concluir que la diversificación del paisaje en mosaicos, que constituyen verdaderos cortafuegos podría contribuir a reducir la incidencia de estas catástrofes; lógicamente que debe adecuarse al lugar a restaurar y evaluar si es viable su aplicación, sobre todo en paisajes naturales.
Estos “paisajes mosaico cortafuegos” permiten adaptar las áreas propensas a quemarse, a través de la conformación de un bloque diverso de territorio en el que existen distintos usos y características de suelo. El objetivo es hacer los paisajes menos inflamables, más fuertes ante la arremetida de las altas temperaturas e incendios.
El uso de esta estrategia ya está siendo desde hace años empleada en países como España, Portugal, Grecia y Turquía, donde los incendios devastan grandes extensiones de tierra. Pero en Latinoamérica, también hay experiencias en Perú, donde los paisajes mosaicos han podido irrumpir en la Amazonía para evitar la destrucción de ecosistemas y biodiversidad por la acción del fuego.
Los paisajes mosaicos permitirían “frenar” la expansión de las llamas y ofrecer múltiples opciones de una actuación rápida por parte de las autoridades.
Lo que se busca es evitar la formación de masas ingentes y uniformes (homogéneas) de una única especie que ocupe miles de hectáreas, ya que este tipo de superficies arde más fácilmente y son potencialmente más propensas a ser devastadas por los fuegos.
Los paisajes mosaicos también incluyen la coordinación y regulación de los usos de los suelos, una mejor gestión de los empleos, ya sean estos de tipo ganadero, agrícola o forestal.
“El diseño de políticas forestales y estrategias de manejo forestal que respondan a las necesidades de los pequeños propietarios y las comunidades debería realizarse en base a un entendimiento más completo de los sistemas endógenos de manejo forestal que sustentan los medios de vida” manifestó.
PREVISIONES
La docente/investigadora de la UNNE opinó que si bien la ocurrencia de incendios de tal gravedad no tiene precedentes al menos en la provincia de Corrientes, dejó en evidencia, que son necesarias políticas que atiendan a fortalecer el equipamiento de los cuarteles de bomberos, capacitación de los organismos competentes, difusión de la información de carácter masivo al público en general, que les permita saber cómo proceder en estas situaciones y contar con planes de acción y/o contingencia ante la ocurrencia de incendios.
Y por, sobre todo, que las penalidades sean más severas y consistentes, para con los negligentes.
Por último, en referencia al rol que podría estar cumpliendo en la propagación de incendios el avance de áreas forestadas de especies exóticas, en la provincia y la región, consideró que no puede darse una connotación negativa o echarle la culpa de la propagación de los incendios a las plantaciones forestales de pino y eucalipto ya que, al tener un marco de plantación definido, y la implementación de medidas preventivas para incendios, tienen una dinámica diferente a los bosques nativos.
“Debemos ser conscientes, de que la propagación de incendios en la provincia y la región responde más a la situación de sequía extrema padecida en este último tiempo, que a las especies que se encuentran implantadas” concluyó.