Antes nunca estuve así enamorado, no sentí jamás esta sensación.
La gente en la calle parece más buena, todo es diferente gracias al amor.
La felicidad, ja, ja, ja, ja, de sentir amor hoy hace cantar a mi corazón.
Toque, pelota al pie, Messi que arranca y con un amague cambia de dirección y se la pasa a Di María, que espera la llegada de Molina por la derecha. Molina arrastra la marca del tres y queda el hueco, y Di María la pone en el hueco a lo Bochini, a lo Riquelme, y 'Papu' Gómez llega en diagonal a lo Messi y pone la pelota por sobre el cuerpo del arquero. Golazo.
La felicidad, ja, ja, ja, ja, me la dio tu amor hoy vuelvo a cantar gracias al amor, y todo gracias al amor.
Amor a la pelota, al juego asociado, a la idea de que no hay rivales y que se venga Brasil nomás. Pero no dura mucho. Cada vez dura menos la felicidad en los partidos de la Selección Argentina y entonces desde los 20 minutos, todo se hace barullo, no se puede tener la pelota, no hay pase posible, no hay recuperación.
Que nos sucede vida que
Últimamente
Ya nos miramos, indiferentes
Y ese amor que hasta ayer
Nos calmaba
Hoy el hastío ya le dio
Sabor a nada
Y nos vamos metiendo cada vez más atrás, le cedemos la pelota y casi no nos acercamos hasta el arco de ellos.
Ya discutimos por pequeñeces
Y todo aquello que hasta ayer
Nos quemaba,
Hoy la rutina ya le dio sabor a nada.
Reflexionemos vida mía.
¿Qué es lo que pasa?
¿Están cansados? Puede ser que Messi está agotado (fue su partido más flojo en mucho tiempo), pero hubo seis cambios respecto al equipo que había jugado contra Uruguay. Más de medio equipo descansado. No puede ser esa la razón fundamental. ¿Muchos cambios que confunden porque no hay trabajo del nuevo esquema? Puede ser que haya algo de todo eso, pero el cambio de la felicidad al sabor a nada se repite mucho y ya van varios partidos. Da la sensación de que el fondo de la cuestión, es que no hay convicción para sostener una línea de juego. Cambian los nombres, pero el equipo arranca bien y se empieza a desdibujar de a poco, se vuelve conservador, entra en una zona de confort que se da más por la impericia de los rivales, que por sus propios méritos.
Sería más entendible si un partido así se hubiera dado contra un rival como Brasil, pero no con esta débil Selección de Paraguay. Más allá de lo que declaren públicamente Scaloni y los jugadores ahí adentro, deben saber muy bien que eso de pasar de la felicidad al sabor a nada no es bueno.