«Iba a votar por correo porque me iba de viaje. Pero he decidido posponerlo y votar en persona», cuenta Jack Solomon, de 82 años, delante de la oficina central electoral de Pittsburgh, al oeste de Pensilvania . «Quiero darme el gusto de apretar el botón y que el \'clic\' se oiga en todo el planeta», añade sobre la máquina tabuladora de votos que registrará su decisión en las presidenciales de este martes. Pondrá su voto por Kamala Harris , pero en realidad vota contra Donald Trump . «Hay muchas cosas que me importan. La economía, las guerras por todo el planeta, el cambio climático. Pero todo eso es trivial con la urgencia de parar a Trump».Solomon, como el resto de los casi nueve millones de ciudadanos de Pensilvania llamados a las urnas, está en el lugar adecuado. Ya sea para parar a Trump o para impulsarlo, ya sea para convertir a Kamala Harris en la primera presidenta de la historia o apartarla del Gobierno, no hay estado con más importancia política que Pensilvania este año.No solo porque entre los siete estados clave -Michigan, Wisconsin, Georgia, Nevada, Arizona y Carolina del Norte son el resto- es el que tiene más población. Por lo tanto, es el que envía más electores -19- al Colegio Electoral, el órgano que elige de forma última al presidente.Noticia Relacionada reportaje Si Propinas exentas de tasas, cebo electoral en Las Vegas Javier AnsorenaLa dinámica electoral invita a pensar que no hay camino para Harris o Trump a la Casa Blanca si no ganan aquí. Para la candidata demócrata, sería una muestra de que mantiene el llamado \'muro azul\', los tres estados industriales del norte que necesita para ganar por la mínima (Michigan y Wisconsin son los otros dos). Pero si gana Trump aquí vendrá con probabilidad acompañado de victorias suficientes en otros estados bisagra.«Es posible, pero improbable, que cualquiera de los dos gane la elección sin ganar en Pensilvania», asegura a este periódico Alan Abramowitz, profesor de ciencias políticas de la Emory University y uno de los grandes expertos electorales de EE.UU. «Pensilvania podría ser el \'tipping point state\', el estado de punto de inflexión», añade. Es el estado donde el ganador tiene el margen de victoria más baja, donde el perdedor se queda más cerca de ganar. «Las campañas ven a Pensilvania como el estado más importante».Donald Trump habla en un evento de campaña en State College, Pensilvania, EE.UU. ReutersLo demuestran los datos. Los candidatos a presidente y vicepresidente habían visitado Pensilvania en más de 80 ocasiones desde enero, la mayoría de ellas desde agosto, en la recta final de la elección. Sus campañas se han gastado hasta el comienzo de esta semana 538 millones de dólares, 185 millones más que en el segundo estado donde más han invertido, Michigan.Pensilvania acumula además peso simbólico. Su principal ciudad, Filadelfia, es el escenario fundacional de la democracia estadounidense, la que los demócratas ven amenazada por la posibilidad de un segundo mandato de Trump, con el recuerdo de las turbulencias de 2020 todavía frescas en la memoria. Pero también fue donde el expresidente estuvo a milímetros de morir asesinado, durante un mitin a mediados de julio en Butler, en el oeste del estado.«Es un luchador y por eso quiero que vuelva a ser presidente», defiende Mary Wolkiewicz, que vive en un suburbio de Pittsburgh. «Kamala no ha hecho nada en cuatro años y Trump siempre hace las cosas pensando en la gente, en la gente primero».Es una opinión que gana peso en lugares como donde vive Wolkievicz, la América industrial en declive, la clase media deteriorada que se escapa progresivamente de las manos demócratas. Pensilvania es eso y mucho más. De hecho, algunos lo llaman \'Estados Unidos de Pensilvania\', porque engloba muchas caras de este país: la minoría negra en las grandes ciudades –sobre todo, Filadelfia–, que Harris necesita movilizar en masa para tener opciones; los suburbios de esas ciudades, antes más republicanos, ahora incómodos con el populismo y el caos que ven en Trump; las cuencas mineras empobrecidas; la América rural, que vota republicano por costumbre; la pujante comunidad hispana –en especial, en localidades del este como Allentown o Reading–, en la que los demócratas confían pero donde Trump gana peso; o microelectorados que podrían ser decisivos: como el 6% de puertorriqueños, muchos de ellos airados por el chiste que contó un comediante \'trumpista\' en un mitin del expresidente en Nueva York.En las últimas horas antes de la votación, la tensión es máxima. Las encuestas muestran un empate técnico, los candidatos vuelven y revuelven en Pensilvania. Hay demandas cruzadas sobre el proceso de votación, que anticipan un recuento largo –en 2020 se tardó cuatro días–, angustioso y, sobre todo, incierto.