El pasado viernes un hecho significativo en relación a la recuperación de la soberanía sobre el río Paraná y el Canal Magdalena, cambió el escenario y, desde luego, las expectativas.
El sonoro cierre de la nutrida marcha popular a la Bolsa de Comercio de Rosario contó con adhesiones en más de 50 ciudades de todas las provincias. Largas filas de manifestantes llegaron por la mañana y protagonizaron una manifestación masiva como hacía muchos años no se veía en esa ciudad.
Organizada por la "Mesa Coordinadora de la Defensa de la Soberanía Nacional sobre el Río Paraná y el Canal Magdalena", congregó en los alrededores del Monumento a la Bandera, junto al Paraná, a más de 20 mil personas, cientos de automóviles y unos 200 camiones. Provenientes en particular del interior santafesino y también de Entre Ríos, Córdoba, Chaco, Corrientes y el interior bonaerense, una multitud de trabajadores, estudiantes y público partió al mediodía rumbo a la BCR, en pleno centro, frente a la Plaza Pringles.
Eran impactantes las columnas de camiones con banderas de la CGT, así como de las dos CTA (la Autónoma y la de los Trabajadores) marcando un hecho novedoso, y para muchos inesperado y notorio: la participación conjunta de las más grandes organizaciones obreras de la Argentina, como hace años no se veía.
No fue menos impresionante la bullanguera presencia juvenil de incontables agrupaciones que no dejaron de cantar y batir bombos mientras la televisión y las radios locales condenaban a coro el "ruido", el "desorden" y el tráfico atascado como hacía mucho no se veía en la ciudad.
Claro que el riguroso silencio que rodea desde hace dos años la causa de la soberanía nacional sobre el río Paraná, apenas fue quebrado esta vez por las excepcionales coberturas periodísticas de medios como Página/12 y Rosario/12, El ciudadano, El argentino, el portal Infosiberia y varios modestos periódicos del interior, así como radios comunitarias y de universidades de todo el país. Y se notó la presencia de la TV Pública, Radio Nacional y muchas emisoras y programas militantes.
Las intervenciones fueron todas coincidentes en la idea de que el Paraná debe recuperarse bajo soberanía argentina, y a la vez reconvertirse en el tesoro que puede ser: la mayor fuente de divisas de un país que ya no tiene flota de bandera nacional, ni puertos estatales, pero que sí tiene la tecnología y el personal capacitado para una pronta recuperación, así como se tienen dragas, astilleros, ingenieros y técnicos perfectamente capacitados para volver a ser, como cuando gobernaba Juan Domingo Perón, una nación marítima.
En Rosario quedó claro que toda situación de coloniaje es intolerable para el pueblo argentino. Y que el primer paso reparatorio es recuperar la soberanía sobre el Paraná. Pero soberanía entendida no como una simple palabra de carácter emocional sino como definición de los tres valores esenciales de toda nación.
Y el primero es la bandera, que Manuel Belgrano creó a orillas de este río y que es la mayor, y mejor, identificación de esta república en el concierto de las naciones del mundo. Que se respete nuestra bandera y vuelva a flamear en ríos y mares, y sobre todas nuestras riquezas, eso es Soberanía.
El segundo valor simbólico, como para todo pueblo, es el Himno Nacional. Símbolo de afirmación y orgullo de pertenencia, es la canción que hermana en música y en letra, y emociona cantar porque es, junto con la bandera y el Himno, lo que nos hace nación en el contexto mundial. Por eso importa y se canta en las escuelas y en el fútbol cuando se cincha por los Seleccionados. Y aun en la fraternidad y la alegría que hoy se están perdiendo, es el Himno el que pone la piel de gallina y amalgama al cantarlo. Eso también es Soberanía.
Y el tercer valor fundamental, junto con la bandera y el Himno, es la moneda. Nuestro Peso, al que todos los días vemos que degradan y ofenden y ahora encima se pretende suplantarlo por monedas extranjeras que son meros símbolos de colonización y entrega, robo y sometimiento que condena a ser un pueblo degradado, pisoteada su dignidad. La moneda de un pueblo es también símbolo, y fundamental, de su Soberanía.
Esos tres valores se sintetizan en un cuarto valor, que es la Soberanía en sí misma. O sea el concepto, la palabra, la idea, el sentimiento que nos hace ser dueños orgullosos de todo lo que es nuestro y cuidamos con trabajo, justicia, democracia y paz. La soberanía reside en el pueblo, dice la Constitución Nacional. O sea en los 47 millones de mujeres y hombres orgullosos de lo que es propio y hace sentir, a la ciudadanía, segura y firme en lo que no quiere: ser una nación arrodillada y sometida a amos foráneos que roban ríos como roban litio y petróleo, y oro y plata y cobre, y todos los bienes comunes que atesora el subsuelo de la Argentina.
Y Soberanía es también el concepto que organiza y potencia a los ciudadanos y ciudadanas. Por eso está asociada a la firmeza de todo Gobierno para impedir que ningún otro pueblo o nación le dicte reglas, le imponga o le impida tomar decisiones. Ni mucho menos someterlo y ofenderlo.
Soberanía es todo eso y la marcha en Rosario fue ejemplar en tal sentido. Es desde esa convicción que en la Argentina se repudia a quienes pisotean la dignidad de esta nación. Los millonarios en exceso, los explotadores, los que evaden impuestos y encima lloran, los que coimean a políticos cipayos.
Por todo eso y más, hoy la soberanía fluvial nos es urgente. Porque entre otras cosas la verdad es que hoy la riqueza granaria argentina no alimenta al pueblo. Y es desde tal convicción que esta columna se permite recordarle al Presidente que el hambre popular es el veneno de toda democracia.
Por eso corresponde recordarle que, por más que lo presionen, entregar el Paraná y no abrir el Magdalena es política, económica y socialmente insostenible. Por eso es imperioso derogar, como comienzo, ese decreto cipayo, el 949/20, acuñado en un Ministerio de Transporte que más parece una cueva de traidores a la Patria, en tanto agencia de traspaso de nuestros recursos fluviales y marítimos a empresas extranjeras.
La Argentina no necesita hidrovías ni corredores bioceánicos, y en cambio sí es urgente abocarse a la integración y manejo del comercio exterior independiente, soberano y liberado del interés de las multinacionales.
Debiera ser el Presidente, a quien hemos votado con esperanza, el primero en pronunciarse por la Soberanía en sentido amplio, federal y directriz, encabezando una revolución cívica, democrática y pacífica. Sobre todo cuando duele tanto que el sistema político democrático se mantenga en tan cerrado e inexplicable silencio.
Ningún pueblo acepta mansamente una lenta y cruel agonía como la que padece este país. Ninguno. Ningún pueblo se deja robar un río, ni la salida al mar que lo vincula con el mundo. Ninguna nación acepta la superexplotación de sus bienes y recursos.
Por eso en Rosario, y ante la Bolsa de Comercio, se le pidió al Presidente que no ceda Soberanía. Que no haga nada más en favor de las Multinacionales. Y que se atreva a pasar a la Historia como el Presidente que nacionalizó el Paraná y abrió el Canal Magdalena. Y si acaso sintiera algún temor, o inseguridad, cabe decirle: Pierda el miedo, Presidente, y escuche el clamor de su pueblo. Póngase al frente y reimplante la soberanía.