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Trump calienta su investidura con un baño de masas

Washington era una fiesta, la fiesta de Donald Trump . El multimillonario neoyorquino se convierte este lunes por segunda vez en presidente de EE.UU. y sus aliados y seguidores celebraban con entusiasmo su regreso –improbable, insólito, histórico– al poder. Durante todo el fin de semana, el \'trumpismo\' se ha ido de juerga, desde fiestas privadas en mansiones de donantes a las galas organizadas por toda la ciudad en honor de Trump .Ninguna celebración con el tamaño del mitin que se regala el todavía presidente-electo en la víspera de su juramento en el Capital One, el estadio de los Washington Wizards de la NBA. Trump es un fenómeno rupturista –y amenaza con romper todavía más moldes en cuanto pise la Casa Blanca – y el macro evento también lo fue. No es habitual que el presidente-electo se dé un baño de masas pocas horas antes de jurar su cargo y recibir el aplauso de la primera potencia mundial.A las afueras del estadio, el espectáculo era caótico. Decenas de miles de seguidores de Trump inundaban los alrededores del estadio, clavados en una cola interminable, muchas horas antes del mitin, que no se movía. Era un día frío, con lluvia fina y la humedad insoportable que viene del Potomac. El gentío aguardaba con paciencia, parapetados con gorros, sudaderas, abrigos, bufandas. Dominaba el rojo republicano –ya es más correcto decir, el rojo de Trump– y las cuatro letras de su apellido y de su gran lema –\'Make America Great Again\', \'Hacer a EE.UU. grande otra vez\'– por todos lados.Entre ellos, los alborotadores habituales que siguen a Trump en busca de atención. El predicador con una chaqueta que dice \'Jesús salva del infierno\' y se enzarza con un asistente que no quieren que le griten en la cola. Un tipo disfrazado de general revolucionario, subido a un altavoz, cantando \'Celebration times\'. Un anti-Trump, como una punto azul en un océano rojo, que pide que Trump responda ante la justicia –lo han intentado cuatro imputaciones en tres jurisdicciones diferentes, sin demasiado éxito– y se lleva un temporal de insultos, además del de frío.El aluvión de seguidores y el frío inmundo que han sufrido este domingo solo será un aperitivo con lo que espera mañana. Washington espera ser víctima de una ola de frío ártico, y Trump decidió trasladar la investidura de su escenario tradicional –la escalinata del Capitolio, con cientos de miles de personas como espectadores en el Mall, la explanada que tiene delante– al interior de la sede del poder legislativo. Allí solo caben un puñado de personas, así que la muchedumbre que se quedará sin cita histŕocia tendrá que hacerse un hueco, de nuevo, aquí en el estadio de la NBA, donde caban poco más de 20.000 personas, frente a las más de 200.000 que tenían un ticket para la investidura. Así que tendrán que hacer una cola todavía más interminable para presenciar a través de la pantalla gigante cómo Trump pone su mano en la Biblia y promete jurar la Constitución. «Que Dios me ayude», es el final del juramento. También necesitarán ayuda quienes tengan que resistir el frío para entrar al Capital One.Noticias relacionadas estandar Si Milei: «Trump luchará contra la basura \'woke\'» Javier Ansorena | Enviado especial a Washington opinion No La Tercera La Tercera El gran proyecto del próximo presidente Michael IgnatieffEntre las primeras que lo consiguió para el mitin de este domingo estaba Alicia Devinney, cogiendo sitio en las primeras filas, tocada con una chaqueta roja de lentejuelas y un gorro de \'cowgirl\' con los apellidos del presidente y del que será su vicepresidente, J.D. Vance. «Este momento histórico me toca mucho personalmente», dice Devinney, que viene de Pensilvania, considerado el estado más decisivo de la elección. « Trump fue mi primer jefe , estuve como becaria en uno de sus negocios. Él fue quien me enseñó el camino del éxito para el resto de mi vida», asegura.Si Pensilvania fue clave en que Trump esté hoy en el Capitolio, todavía lo fue más el voto hispano , uno de los corrimientos de tierra electorales que ha cambiado el escenario político de EE.UU. «Estamos aquí para celebrar un día muy importante para este país», explicaba Elías, de Miami, de origen cubano, como el que será el próximo secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio. «Los latinos creemos que él representa los valores que estamos buscando, que es libertad y la oportunidad de cumplir nuestros sueños», añadía. «Siempre votamos a Trump, desde el principio. Nuestras familias pasaron tiempos difíciles en Cuba, vinieron a EE.UU. a por un mejor futuro, y él representa ese futuro».Trump empezó el día en las antípodas de su mitin. Primero, con un desayuno en Blair House, la mansión en la que tradicionalmente descansa el presidente antes de jurar su cargo (y que también aloja a los invitados de mayor rango, como las visitas de jefes de Estado). Allí departió con algunos senadores republicanos, que serán necesarios para llevar a cabo la agenda rupturista que busca imponer desde el primer día en la Casa Blanca. Después, junto a su familia y los principales miembros de su Gobierno, se trasladó hasta el cementerio de Arlington para la tradicional ofrenda de flores en la Tumba del Soldado Desconocido. Fue una ceremonia solemne, bajo la lluvia fina, con un Trump cubierto con abrigo oscuro y guantes negros, con la gravedad que exigía el momento. Con la ayuda de un soldado, colocó una corona de flores enorme junto a la tumba. También participó Vance, que tuvo un encuentro de altos vuelos, en medio de una agenda apretada de celebraciones: una reunión con Han Zheng , el vicepresidente de China, en un intento de mantener buenas formas antes de que comience una relación que se espera combativa con el gigante asiático.Después, todo cambiaría en el estadio de baloncesto. El himno sentido, los discursos entregados al líder, las canciones patrióticas, el éxtasis con la llegada de Trump y, por supuesto, el \'Y.M.C.A.\' de Village People , el himno oficioso de su victoria. Y el baile con los puños cerrados de Trump, convertido en un fenómeno popular en EE.UU.

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