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Un Diez inolvidable, el legado de Palma en Central

Central vivió una una semana de suma tristeza, de luto, es que se fue uno de sus máximos referentes futbolísticos de los últimos 40 años, el hincha quedó dolido ante la partida del «Tordo» Palma, el diez que marcó la vida de toda una generación de futboleros. El «Negro» tiene un lugar privilegiado entre los grandes ídolos del Canalla, bien ganada por su talento extraordinario y los títulos ganados con la auriazul.

Palma fue sinónimo de buen fútbol, no sólo del «fulbito», ese que juegan los elegidos, con grandiosas gambetas y una destreza única, sino también el que se pone el equipo al hombro para lograr objetivos, un jugador de toda la cancha, arrancó como volante por derecha en aquel equipo del 80, fue un enganche maravilloso en el campeón del 87 y un cinco excelso en su último ciclo como profesional.

El Tordo empezó a enamorarse del club de Arroyito desde muy chico y dentro del club creció en todos los sentidos. La apuesta del viejo Zof en 1980 fue acertada (como en tantas otras oportunidades), con la ocho, Palma deslumbró y fue parte de aquella sinfónica que no desentonaba nunca y se alzó con el título en Córdoba.

Pero la comunión del Diez con el pueblo Canalla se inició en aquel campeonato de la B en 1985, el equipo del Negro Marchetta, con un andar demoledor en el certamen de ascenso, que lo devolvió a Primera.



El «Negro» Palma crecía año tras año, el techo era insospechado, un jugador decisivo en los momentos claves de la historia futbolística de Central en los años 80.

Hasta que llegó el campeonato 1986/87, el mejor momento del diez, el punto más alto en el rendimiento del «Tordo», la belleza en su juego que lo hizo imborrable para la vista de los Canallas de aquella época. Con velocidad y un manejo de pelota admirable, la llevaba pegadita al pie y sacaba el remate final con una fuerza y precisión, justa.

El equipo de Don Angel giraba alrededor de Palma, con un socio ideal como el Pato Gasparini. El «Negro» era temible cuando encaraba, movedizo, inteligente, asistidor y goleador.

Además, hay que sumarle otro atributo al diez, una de sus especialidades era el remate magnífico en tiros libres, cerca o lejos del arco, se las ingeniaba para mandarla lejos del alcance de los arqueros rivales.

El rendimiento de Palma fue tan magnificente que se lo llegó a comparar con Diego Armando Maradona, en algún momento hasta se reclamó su convocatoria al seleccionado argentino.

Para los hinchas centralistas, Palma era sinónimo de alegría, de esperanza, que utopías eran posible, como muchos lo describieron tuvo características de héroe, siempre intentó imponer su juego, su talento al servicio del equipo, de los triunfos que dibujaron muchas sonrisas.

Como todo jugador destacado, se marchó a otras latitudes, pasó por River, estuvo en México y regresó con las mismas ganas que cuando debutó en los 80. Y Palma se dio el gusto de cerrar su enamoramiento con el pueblo Canalla en los 90, con otro título único, uno internacional, la Copa Conmebol de 1995.

Fue el maestro de orquesta, el conductor dentro de la cancha, en un elenco lleno de pibes que trascendieron después de la hazaña ante Mineiro. Después vinieron pasos en falso, como coordinador de inferiores, más tarde se probó como entrenador, pero en esas funciones no tuvo la misma efectividad como dentro del campo de juego.

Palma partió a la «tercera bandeja» y el fútbol argentino estuvo de luto, porque fue un futbolista respetado, otro símbolo genuino del potrero, ese de otros tiempos, donde los pibes jugaban, se divertían y al mismo tiempo competían y sin pensarlo, se preparaban para dar un salto mayor, al profesionalismo.

Varias generaciones de centralistas lo recordarán por siempre, pasó de ídolo a leyenda, y desde hace mucho tiempo se quedó con el amor de los futboleros, que admiraba su estilo deslumbrante, quedará en el recuerdo de todos por siempre.

 

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