(CNN) -- Las partes de tierra apisonada de la Gran Muralla China —construidas comprimiendo materiales naturales con tierra— han sido consideradas un punto débil de su estructura. Sin embargo, según un nuevo estudio, estas franjas del emblemático monumento han desarrollado una línea de defensa natural contra el inminente riesgo de deterioro.
Según el ecólogo del suelo Matthew Bowker, coautor del estudio publicado el 8 de diciembre en la revista Science Advances, estas superficies del suelo de la Gran Muralla están cubiertas por una "piel viva" de diminutas plantas sin raíces y microorganismos conocidos como biocostra, que son la fuente del poder de resistencia del monumento.
"Los bioconglomerados son comunes en todo el mundo en suelos de regiones secas, pero no solemos buscarlos en estructuras construidas por el hombre", explica Bowker, profesor asociado de la Universidad del Norte de Arizona, en un correo electrónico.
Estudios anteriores han descubierto que las biocostras de líquenes y musgos son una amenaza destructiva para las estructuras de piedra del patrimonio moderno debido a los efectos a largo plazo de las comunidades microbianas sobre el valor estético, la producción de ácido y otros metabolitos, y la alteración de los microambientes, que pueden causar erosión y meteorización de la roca. Estos hallazgos han llevado a retirar las plantas que crecen en la parte superior de algunas partes de la Gran Muralla. Pero los efectos de las biocostras son diferentes en los monumentos de tierra, y las comunidades de cianobacterias y musgo aumentan la estabilidad de la Gran Muralla y mejoran su resistencia a la erosión, según el nuevo artículo.
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"Como una manta"
Formadas por componentes como cianobacterias, algas, musgos, hongos y líquenes, las biocostras habitan en la capa superficial del suelo de las tierras áridas. Se calcula que cubren el 12% de la superficie del planeta y que las comunidades de plantas y microorganismos diminutos pueden tardar décadas o más en desarrollarse. Al formar ecosistemas en miniatura, las biocostras estabilizan el suelo, aumentan la retención de agua y regulan la fijación del nitrógeno y el carbono.
Son capaces de hacerlo en parte gracias a una densa biomasa que actúa como "capa anti-infiltración" de los poros del suelo en las condiciones adecuadas, así como una absorción natural de nutrientes que favorecen el estrés salino. Según el nuevo estudio, las secreciones y capas estructurales de las biocostras también se entrelazan para formar una "red pegajosa" de agregación de partículas del suelo que favorece la resistencia y estabilidad frente a las fuerzas corrosivas que amenazan a la Gran Muralla.
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El papel de las biocostras en un futuro incierto
La mayoría de las comunidades que forman una biocostra parten de un único organismo que crece y hace que los entornos en los que crece sean adecuados para otros. Aunque siguen siendo vulnerables a los efectos del cambio climático, se espera que estos organismos en constante evolución desplieguen mecanismos internos para adaptarse a futuros fenómenos extremos, explica Emmanuel Salifu, profesor adjunto de la Universidad Estatal de Arizona que estudia las soluciones basadas en la naturaleza para la ingeniería sostenible.
Según Salifu, que no participó en el nuevo estudio, esta adaptabilidad inherente convierte a las biocostras en grandes candidatas para las intervenciones basadas en la naturaleza destinadas a la conservación estructural en un mundo cada vez más caluroso.
"Aunque las temperaturas sean más cálidas, ya están preparadas para funcionar en esas condiciones", afirma. "Nuestra hipótesis es que podrán sobrevivir mejor si diseñamos su crecimiento a escala".
La erosión del viento, la erosión de las lluvias, la salinización y los ciclos de hielo-deshielo han provocado grietas y desintegración en los miles de kilómetros de estructuras que unen la Gran Muralla, que corre el riesgo de sufrir un grave deterioro y es vulnerable al derrumbe. El aumento de las temperaturas y de las precipitaciones también podría reducir la cubierta de biocostra de la muralla.