La denuncia a los traidores siempre es importante, aunque no sirva de nada. Como sucede hoy, cuando todo se reduce a posteos en las redes dizque “sociales” para difundir alarmas, chimentos, lamentaciones, mentirillas y repudios a las basuras llamadas trolls.
Asombra que no acaben tantas tonterías en tropel, que no conducen a nada. Pero ahí van todos y todas, como con bronca y junando, alarmados por lo que ya se vino y lo que se viene y lo que vendrá.
Así la astuta y violenta represión del jueves 12 en los alrededores del Congreso dejó secuelas y cumplió su perverso propósito: atemorizar a protestantes y amenazar al público en general, o sea la sociedad, que ya es víctima de la inminente pérdida de todo: laburo, sustento, educación, libertad y esperanzas, por lo menos.