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Xi Jinping, Trump y la sombra de una guerra económica

Las grandes potencias dialogan por boca de hombres: a un lado permanece sine die Xi Jinping , al otro acaba de regresar Donald Trump , el presidente que, para bien o para mal, llevó la relación entre China y Estados Unidos al terreno de la hostilidad geopolítica explícita. Ambos han retomado hoy su conversación oficial, el primer intercambio de una segunda etapa a estrenar en la que la imprevisibilidad del recién llegado adquiere, de nuevo, dimensiones globales. Las formalidades han presentado la oportunidad. Xi telefoneó este miércoles a Trump para felicitarle por su contundente victoria electoral (éxtasis que desconoce) y deslizar, de paso, un mensaje inicial: «La historia enseña que China y Estados Unidos ganan con la cooperación y pierden con la confrontación».Horas antes, el Gobierno chino había rehusado confirmar si dicha llamada se produciría. «Trataremos el asunto en cuestión siguiendo la práctica habitual», se limitó a responder Mao Ning, portavoz del ministerio de Exteriores, a la pregunta de ABC durante la rueda de prensa diaria el organismo. La aseveración, no obstante, sugiere una invariabilidad engañosa: tras las elecciones de 2020, Xi tardó hasta dos semanas en contactar al por entonces presidente electo Joe Biden .Noticia Relacionada estandar Si La economía china crece un escaso 4,6% en el tercer trimestre y pone en duda las medidas de Xi Jinping Jaime Santirso | Corresponsal en PekínEn esta ocasión, por contra, el líder chino ha saludado puntual. «Una relación estable, sana y sostenible entre China y Estados unidos favorece a los intereses compartidos de ambos países y satisface las aspiraciones de la comunidad internacional», afirmó al aparato Xi, según ha detallado este jueves la agencia oficial de noticias Xinhua . «Es deseable que las dos partes defiendan los principios de respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación en pos de beneficios compartidos, fortalezcan el diálogo y la comunicación, [y]gestionen adecuadamente las diferencias».Con el teléfono pegado a la oreja, Trump quizá sonreía pensando que los planes con los que llega a la Casa Blanca no podrían resultar más lejanos. Durante la campaña electoral, el presidente electo ha proclamado su voluntad de reabrir la guerra comercial mediante aranceles –«La palabra más bonita del diccionario, mi palabra favorita»– generalizados del 60% a todas las importaciones procedentes de China. «Trump probablemente empezará su nuevo mandato aplicando cierta presión económica a China , probablemente con la amenaza o la realidad de nuevos aranceles, tanto porque prometió hacerlo durante la campaña electoral como porque ese es su procedimiento habitual para establecer dominio y obtener ventajas, independientemente de sus objetivos finales», explicaba Arthur Kroeber, socio fundador y jefe de investigación de la consultora Gavekal, en un informe difundido hoy. «Después, hay dos caminos posibles: una escalada hacia una guerra económica o una solución hacia algún tipo de acuerdo».La respuesta de China puede ser sancionar a grandes multinacionales, restringir la exportación de minerales críticos, vender deuda pública estadounidense o actuar con más agresividad alrededor de Taiwán Esta ofensiva podría resultar especialmente dañina ahora que la economía china padece un marcado declive estructural. Según cálculos de la firma Capital Economics , unos aranceles generalizados del 60% podrían cobrarse hasta el 0,7% del PIB chino, el cual creció un escaso 4,6% en el tercer trimestre del año, por debajo del objetivo anual y lejos de los grandes números de antaño, de acuerdo a las siempre generosas cifras oficiales.Ataque al farolEl régimen, por tanto, podría recurrir en esta ocasión a otra estrategia. «La primera vez, China respondió con aumentos proporcionales de aranceles y no contraatacó directamente ninguna de las restricciones tecnológicas estadounidenses. La próxima vez, es muy probable que China ponga en evidencia el farol de Trump, apostando a que es un \'tigre de papel\' », auguraba Scott Kennedy, analista de CSIS, en un artículo difundido la semana pasada por la publicación especializada \'Foreign Policy\'.«Esto se debe a que probablemente interpretaría los altísimos aranceles, que podrían combinarse con un boicot más comprehensivo, como equivalentes a iniciar una guerra económica», incidía. Kennedy, uno de los más reputados estudiosos de las relaciones económicas entre China y EE.UU., señalaba a continuación varias posibles expresiones para la «respuesta desproporcionada que Xi podría autorizar» : sancionar a grandes multinacionales, restringir la exportación de minerales críticos, vender deuda pública estadounidense o actuar con más agresividad alrededor de Taiwán o en el Mar de China Meridional. «Su mayor arma sería permitir que su divisa, el yuan, caiga de su paridad actual de 7,1 frente al dólar hasta el 10, el 11 o el 12», advertía.Volatilidad y agresividadEl retorno de Trump a la Casa Blanca sugiere más volatilidad y agresividad, pero también más oportunidades para el régimen . Su proteccionismo –a los aranceles contra China pretende sumar otros, universales, de hasta el 20%– permitiría a Xi presentarse de nuevo como irónico adalid del libre comercio. Su aislacionismo, con un previsible repliegue en instituciones multilaterales y el consiguiente debilitamiento de la red de aliados, ofrecería a China la posibilidad de afianzar su influencia global. En ningún lugar resulta esta derivada tan evidente como en Taiwán . Durante la campaña electoral, Trump acusó al territorio de «robar» a la industria estadounidense de semiconductores , y aseguró que este debería «pagar» por la defensa proporcionada por EE.UU. –más allá de las cuantiosas ventas de armas– y elevar el porcentaje de PIB destinado a Defensa al 10%, cota que quintuplica el compromiso de los miembros de la OTAN, calificada de «inasumible» por el estamento político taiwanés. Ahora bien: la isla, la cual China considera una provincia rebelde que nunca ha renunciado a someter por la fuerza, se ha adaptado de inmediato al nuevo escenario. «Taiwán es indispensable para hacer a EE.UU. \'grande otra vez\' [referencia al celebérrimo eslogan de campaña de Trump, \'Make America Great Again\']», ha asegurado hoy el ministro de Exteriores taiwanés, Lin Chia-lung , resaltando la importancia de su industria de semiconductores para la «prosperidad de ambos países».La relación bilateral que configura la contemporaneidad afronta así el segundo mandato de Trump, un salto al vacío de la incertidumbre. Si algo garantiza el primero es que cualquier certeza pasada representa apenas un ejercicio de fe.

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