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El Leeds de Bielsa jugó su peor partido y perdió con un gol en contra

Se fue caminando de prisa, posando su mirada sobre el césped, rumbo al túnel del vestuario, sin entender qué pasó. Marcelo Bielsa construyó un equipo de autor: Leeds, primero, ascendió a la Premier League después de 16 años y, en un puñado de semanas, impuso su sello en las primeras cuatro fechas en la liga más prestigiosa del planeta. En la quinta fecha, retrocedió varios casilleros. Jugó su peor partido, perdió con un gol en contra y dejó escapar una oportunidad histórica.

Si ganaba, habría quedado a dos puntos de Everton, el sorpresivo líder de la Premier League, con 13 puntos. Habría sido otro golpe sobre la mesa de un conjunto humilde, que vivió lo mejor de su historia en otra época. La efervescencia de Everton, que vive a la sombra de Liverpool, además, se replica en buena parte de Europa, en una suerte de revolución de los que menos tienen. Lille, en Francia (suma 17 unidades), Leipzig (10) en Alemania, Real Sociedad y Villarreal en España (11), marcan la tendencia europea, con la excepción de los dos gigantes en la Serie A: el Milan de Zlatan Ibrahmovic. Leeds tiene argumentos para mezclarse entre los que menos tienen y andan en las alturas.

En los cinco encuentros de la Premier, el conjunto que dirige el rosarino -que provoca amores y odios, exageración al límite del ridículo como no ocurre con ningún otro entrenador argentino- siempre se impuso en la posesión, toda una muestra del interés por el trato de la pelota. Hasta ocurrió con los más grandes: 52 por ciento en el 2-3 contra Liverpool y el mismo reparto frente a Manchester City, en el equitativo 1-1. En el primer tramo del campeonato, marcó ocho goles de 58 disparos posibles. Una diferencia enorme con los más efectivos: Tottenham, el conjunto que dirige José Mourinho, es el goleador del torneo, con 15. Todo un símbolo.

Durante la primera mitad, Leeds se reflejó en el espejo del fútbol de ascenso, en la traumática, primero y convincente, más tarde, temporadas conducidas por Bielsa. Los datos se ofrecen como muestra: dispuso de nueve remates y tuvo el control del 68 por ciento del tiempo, sin demasiada explosión, ingenio ni inventiva. Córners, centros, velocistas por las bandas: una variedad de recursos improductiva, más propia de los tiempos en los que creaba fantasías en el área adversaria y que acababan en un fiasco, disparos débiles o a las nubes. Patrick Bamford fue el protagonista de cuatro de ellas: tan esforzado en la táctica como improvisado en el área. Capaz de convertir un golazo o definir sobre los carteles de publicidad, metros más allá.

El rubio delantero, ágil, es una de las referencias audaces. Costa, Klich y Rodrigo se muestran -avanzan y retroceden, se exhiben y desaparecen- como las otras sorpresas de un equipo que en buena parte del espectáculo no asombró en ninguno momento. Marcelo Bielsa lo siguió arropado en una campera negra abrigada por los 10 grados que había en Leeds.

Suerte de 4-1-4-1, chocaba y perdía sobre el físico de Wolverhampton, una formación rústica y agresiva, que lleva el sello de la clase portuguesa, desde su cabeza, conducido por Nuno Espírito Santo. Más allá del negocio y de la impronta del Mediterráneo, es un equipo que juega con la sangre caliente. Por eso, Bielsa sabe que no alcanza con correr hacia adelante con los ojos vendados. No basta. El Loco también apuesta al laboratorio: un córner fue una muestra ideal. Lanzado hacia afuera del área, ingresó un hombre por sorpresa en la clásica medialuna, y cabeceó para el ingreso del número 9... en posición de 9.

Y más aún: en el retroceso, con Wolves desatado en un contraataque, Leeds se recompuso en la faz defensiva con... ocho jugadores, que volvieron en las coberturas en apenas siete segundos. Bielsa siguió el partido, como siempre: sentado, concentrado, con pocas y elocuentes indicaciones, frases aprendidas en un inglés rudimentario. La explosión contenida de la primera mitad se convirtió en una versión desabrida, de lo peor desde que volvió a la primera división del fútbol inglés en la parte final.

Primero, Leeds zafó, por una posición adelantada, que terminó con el gol -lógicamente, anulado-, de Saïss. Pero Wolverhampton olfateó que Leeds se mantenía en una inesperada siesta, interrumpida por un remate de Jiménez -el mexicano tiene movimientos de fuera de serie-, que encontró el cabezazo de Phillips, contra su propio arco.

En cuclillas, el Loco siguió el final del desarrollo que ganó en intensidad con un par de avances punzantes de Leeds. "¡Pablo, Pablo!", le gritaba a Hernández, el español, de 35 años, que ingresó un par de minutos antes y debía darle indicaciones a Klich, el polaco, sorpresivamente desordenado. El final lo encontró con la mirada perdida. Ni Bielsa entendió qué pasó con su equipo, que exhibió la peor versión, como en los enterrados tiempos del ascenso.

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