Entre el primer día de diciembre de 2017 y el pasado 2 de febrero, último día hábil con cotización oficial en el mercado de cambios, el dólar pasó de $17,50 a $19,75, esto es un avance de casi 13% en dos meses, o lo que podría leerse como contracara de este movimiento, una ganancia de competitividad equivalente de los bienes transables made in Argentina.
Sin dudas, se trata de una buena noticia en medio de tanta queja del empresariado por el impacto de la carga tributaria, los costos de transporte y logística, servicios portuarios y la burocracia sobre el sector productivo.
Sin embargo, esta relativa mejora de la competitividad por vía cambiaria, no parece modificar sustantivamente el escenario general, describe Carlos Boyadjian en una nota para cronista.com.
Más temprano que tarde, los sectores que hoy logran una mejor performance competitiva en determinados mercados por la devaluación del tipo de cambio, perderán nuevamente ese margen si la inflación no se modera.
En un contexto en el que la divisa ya había comenzado un raid alcista, el Gobierno "recalibró" las metas de inflación el 28 de diciembre, llevándolas para 2018 del rango de 8-12% promedio del 10% al 15%.
Como efecto directo, las expectativas de los agentes económicos y consumidores se posicionaron en torno a una inflación anual del 19/20%. Así, el traspaso a precios fue casi la crónica de un final anunciado.
"La inflación complica todo porque atenta contra la inversión", consideró Alberto Schuster, director de la Unidad de Competitividad de Abeceb. Explicó que cuando se habla de competitividad no es lo mismo la producción agrícola o ganadera que las manufacturas de origen industrial.
"En la soja no hay un problema de competitividad, es un commodity con precios internacionales, pero en el sector servicios y la industria estamos de mal a mediocre".
Para Schuster el sector agroalimentario es "el más competitivo, dentro de la pobre competitividad argentina", pero admite que en el país hay sectores que "no van a poder competir" con productos provenientes de Asia o de Brasil.
El tema es mejorar la productividad por diferenciación de la producción, ya que no es posible competir con éxito por los costos productivos y salariales en dólares. Pero el especialista aclara que "para tener competitividad en cualquier sector es fundamental contar con estabilidad macroeconómica".
El presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina (CERA), Enrique Mantilla, califica el momento actual del sector exportador como "crítico".
Menciona el incremento de dos riesgos importantes a nivel internacional, que tendrán efectos en 2019, como "el crecimiento de la inflación y las restricciones de liquidez", los cuales deben ser tenidos en cuenta para "recalibrar la estrategia exportadora argentina".
Pero en un escenario internacional apunta CERA que camina hacia una reducción de lasobrecapacidad productiva en Asia, el alza de los precios del petróleo, el aumento del déficit fiscal de Estados Unidos y la reducción de las ayudas de liquidez de los Bancos Centrales, nuestro país debe acelerar las reformas de impulso a la exportación y acomodar toda la estructura macroeconomica al nuevo escenario.
Frente a ello, CERA considera que es clave "profundizar los cambios pro competitividad, elevar de manera sustancial la calidad de los bienes públicos que ofrece el Estado", y constituir el Consejo público-privado para la Facilitación del Comercio, obligatorio para cumplir con el Acuerdo de Facilitación del Comercio de la OMC, en el marco del cual el pasado 22 de enero se depositó el instrumento de ratificación.