“Cuando el pueblo es tan numeroso, ¿Qué puede hacerse en su bien? Hacerlo rico y feliz. Y cuando sea rico. ¿Qué más puede hacerse por él? Educarlo”. (Confucio)
La República Argentina rinde homenaje el 11 de septiembre, a uno de los más grandes y brillantes escritores de su historia: Domingo Faustino Sarmiento, y con él, a todos los maestros. Es quien articuló el sistema educativo argentino y quien le dio una de las características más importantes en el contexto latinoamericano: transformarlo en cuestión de Estado y, consecuentemente, en un asunto público. Nuestro País desde sus etapas fundacionales abrazó la escuela pública como una posibilidad concreta de superación, desarrollo y progreso. Y, por atávicas cuestiones, no renunció ni renunciará a ella. Por eso la escuela y la educación públicas pudieron soportar, por la hidalguía de sus docentes, las más duras y fatales embestidas de las dictaduras militares, sobre todo la última, que lejos de destruirla y desangrarla, la fortaleció y la consolidó como el espacio público más importante, como expresión de democracia, única posibilidad de pensar, sentir y ejercer la verdadera democracia.
A quince años de iniciado el Siglo XXI sin embargo, parece que la escuela necesita ser reconocida en toda su amplia dimensión por los gobiernos y las autoridades. Y en este reconocimiento se halla el reconocimiento al Maestro como eje y puntal que sostuvo y sostiene la escuela pública, en cualquier lugar y circunstancia. Nos duele recordar el tristísimo caso del Maestro Fuentealba, extrema expresión de la violencia e ineptitud política que, en pleno estado de derecho, en un País que se muestra al mundo como adalid en cuestión de Derechos Humanos, pensó que matando a un maestro sepultaría el reclamo por la escuela y la educación públicas. Es demasiado importante para la sociedad este bien y derecho social, que hoy nos toca defender, y lo hacemos con el trabajo cotidiano en el bullicio de las aulas, o en el majestuoso silencio que impone el arriamiento de la bandera para sellar una jornada de trabajo, enseñanza, ilusiones y esperanzas de una sociedad que puja por posicionarse cada vez mejor tanto educativa, cultural como económicamente, legítima lucha de un pueblo heredero de probadas gestas victoriosas, en las que más allá de los resultados materiales, jamás perdió la honra, la entereza y la dignidad.
Desde esta salutación que hacemos a todos los colegas, invitamos a las autoridades a leer la frase inicial, frase que nos debe convocar a estrechar esfuerzos para que la educación de nuestra sociedad sea un derecho pleno y auténtico, logrado, vivido y disfrutado por cada uno de nosotros y no una mera declaración de buenas intenciones sólo funcionales en momentos políticos en los que el poder se pone en juego.
Colegas docentes, un fraternal abrazo. Sigamos transitando nuestro camino de lucha permanente en todas sus etapas, que es lo más noble que podemos hacer por nuestros hijos y por todas las generaciones futuras de nuestra bendita tierra chaqueña.
¡Feliz Día del Maestro para todos!
Rosa Myriam Petrovich
Secretaria General de Atech