Homenaje a un enfermero rural de El Impenetrable, de los mejores.
El mes pasado ha fallecido en el hospital de JJ Castelli el auxiliar de enfermería Domingo Pasión Sosa, Sosita para mí cuando lo conocí hace 45 años como encargado del Puesto Sanitario B del Espinillo, o Don Sosita para los médicos jóvenes que lo conocieron recientemente.
Cuando llegamos allí por primera vez en 1970, con el Dr. Vogelmann, director de la zona sanitaria, nunca antes habían estado por allí médicos ya que el acceso era muy difícil, y en sucesivas visitas comprendí que la población estaba muy satisfecha con su atención, que era la única que tenían, salvo casos muy graves, y que la avioneta de la Gabriela Mistral pudiera llegar, luego de haber sido solicitada por radioaficionados.
Años después estudiando salud pública en Europa, tuve una controversia con un profesor sobre la forma de delegar funciones a los auxiliares, vino a Argentina, y me pidió llevarlo a un auxiliar promedio, para entrevistarlo y dirimir al asunto.
Lógicamente hice trampa, no lo llevé a uno promedio, sino a uno de los mejores, Sosita.
El profesor me ganó de todos modos, yo quería formar médicos en un mes, con un curso abreviado, y esto era imposible. Debía hacerse de otro modo, mediante algoritmos de decisión, lo que ahora usan las computadoras de diagnóstico, que pueden hacerlo sin haber estudiado medicina.
Siempre recuerdo a Sosita cuando leo noticias de estas interminables batallas médico políticas del Impenetrable, y me pregunto qué mejoró cuando estos auxiliares de los puestos Sanitarios B comenzaron a ser substituidos por médicos recién egresados, , diez veces más costosos, y la mayoría solo interesados en los salarios por zona desfavorable, de modo que se ausentaban apenas podían, con excusas varias, para hacer cursos de alguna especialidad, que les permitieran retornar a la ciudad.
Sabía de algunos de estos encargados de puestos sanitarios B que habían sido enfermeros de guardias hospitalarias, pero la mayoría eran totalmente empíricos, y habían sido nombrados porque ante la presión de la población se había creado un puesto sanitario en zonas rural, en razón de promesas electorales, y como había alguien que había estado en la enfermería del cuartel cuando hizo el servicio militar, eso lo avalaba para manejar cuanto medicamento la comisión de la zona pudiera conseguir de los depósitos de farmacia de salud pública, en visitas al ministro, para reprocharle que tenían el puesto, y el enfermero, pero no medicamentos.
Sin duda una formación ad hoc al estilo de los paramédicos hubiera sido muy necesaria, pero nunca se intentó, por diversas razones.
En algunos casos retiré instrumental médico, que alguien había llevado y que obviamente no podían manejar, aunque hacerlo les daba fama en el vecindario, y prohibí prácticas muy iatrogénicas.
En los 80 Sosita se metió en política, y todo el pueblito lo siguió, no era médico, pero como si lo fuera, y repetía lo que el médico rural hacía en un pueblo chico, en forma casi natural y sin proponérselo.
Luego seguí teniendo noticias de él, ya jubilado en JJ Castelli, porque era la pieza necesaria para toda actividad comunitaria que quisieran encarar, ya sea el estado, o las ONG que comenzaron a pulular en el Impenetrable, al extremo que el programa de visitas médicas del hospital de JJ Castelli a la zona rural, lleva su nombre desde el año pasado.
Me dicen que rechazó terapias extraordinarias cuando su fin estaba próximo, cosa que me hace respetarlo aún más. Mis condolencias a su familia.