Los Obispos de la Arquidiócesis de Corrientes celebraron ayer una Santa Misa de acción de gracias. Fue un encuentro que se dio en un clima de profundo agradecimiento a Dios, donde además se compartió virtualmente con toda la diócesis, en el Santuario de la Santísima Cruz de los Milagros.
Fue presidida por el arzobispo emérito y ciudadano ilustre, monseñor Domingo Salvador Castagna, quien estuvo acompañado de monseñor Andrés Stanovnik y monseñor José Adolfo Larregain.
La eucaristía será ocasión para varios festejos, como los 65 años de sacerdocio y 42 de Obispo de Domingo Salvador Castagna; y los 19 años de ordenación episcopal de Andrés Stanovnik, así como sus 13 años como Arzobispo de Corrientes.
El Arzobispo emérito de Corrientes fue ordenado sacerdote el 4 de diciembre de 1955 y el 24 de noviembre de 1978, el Papa Juan Pablo II lo nombró Obispo Titular de Germania de Numidia y Auxiliar del Cardenal Juan Carlos Aramburu. Recibió la Ordenación episcopal el 29 de diciembre de ese mismo año.
Monseñor Stanovnik, el 16 de diciembre de 2001 recibió la ordenación episcopal en la Catedral de la Inmaculada Concepción, de Reconquista, de manos del cardenal Jorge Mario Bergoglio SJ, arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina. Él asumió como arzobispo de Corrientes el 16 de diciembre de 2007.
Fue en este marco de regocijo y reflexión que monseñor Castagna se dirigió a los fieles, resaltando que hay que saber agradecer, ya que ello "constituye un gesto de vida muy valorado por Dios. Jesús lleva su acción de gracias a su Padre hasta el extremo de la Cruz y de la Eucaristía. Él nos enseña a ser agradecidos, haciendo de nuestra gratitud un nuevo y mejorado consentimiento a su voluntad. Pedro aprende, por nosotros y para nosotros, a responder a la gracia del perdón con un humilde acto de amor", señaló referenciando una vida dedicada a transmitir la palabra del Señor.
"En mi larga vida (dentro de un mes cumpliré 90 años) descubrí que la capacidad para el ejercicio del ministerio sacerdotal (presbiteral y episcopal) no está garantizada por títulos académicos sino por el amor a Cristo", agregó con emoción.
En su oración, enfatizó en los 65 años de su Ordenación sacerdotal y los 42 años de la episcopal, "me enternece la constante intervención del Padre Dios, que me esperó pacientemente, hasta estrecharme entre sus brazos y depositar su beso paterno en mi mejilla", expresó para remarcar: "Confió en mí y acortó la distancia que me separaba del ideal de santidad que nunca dejó de proponerme como perspectiva de vida".
De inmediato, exclamó un sincero agradecimiento a la feligresía. "Hermanos míos: agradezco que me acompañen en mi acción de gracias. Son ustedes la Iglesia que amo y por la que soy lo que soy. ¡Qué emoción me embarga al celebrar la Eucaristía y al adorarla largamente en mi pequeño Oratorio!", dijo con énfasis.
La presencia de María
Como fiel devoto de la Virgen, el Arzobispo Emérito se reconoció como "un humilde testigo de su solicitud todopoderosa en el ejercicio de la misión que le encomendó su Hijo divino, al expirar en la Cruz. Reconozco en ella a quien mejor conoció a Jesús y lo aprendió como Verdad. Es Madre y pedagoga de la Iglesia, particularmente de quienes hemos recibido el grave encargo de representar a su Divino Hijo".
"Les confieso haber sentido la fuerza de su conducción segura hacia la santidad de su Hijo y Señor Nuestro. Como buena Madre, ha suplido mis falencias y acompañado mis diversos esfuerzos pastorales. Hoy mismo, al desgranar su Rosario, advierto que está transitando conmigo la recta final y avizorando cercana la Casa paterna", añadió con un tono de abstracción.
"Desde adolescente repito la consagración de San Luis Grignon de Montfort; con ella deseo cerrar este sentido recuerdo: 'Soy todo tuyo, Madre mía y todas mis cosas son tuyas'", concluyó.