El ex gobernador celebró un año más y repasa su trayectoria mientras traza acciones a futuro.
José Antonio “Pocho” Romero Feris cumplió ayer 80 años. El exgobernador de Corrientes y senador nacional se mantiene vigente en lo que más ama: la política. Traza estrategias y analiza el futuro con un solo objetivo en mente: no dejar de luchar por aquella patria que forjó la Generación del 80, hombres y mujeres que materializaron su amor a la nación en la creación del Partido Autonomista Nacional, y de la que él se nutrió.
Pocho es el mayor de los hermanos. El primer hijo de don Juan Romero, el autonomista invencible que no perdía una elección en San Luis del Palmar contra nadie. Ese padre que más de una vez le reprochó a su mocoso hijo mayor, de apenas 13 años, inmiscuirse en política. Pero no sólo eso. Pocho es el dirigente político de toda América que llegó a presidir la Cámara de Diputados con apenas 22 años. Logro que aún ostenta. También fue el gobernador electo más joven. El senador nacional que más proyectos presentó. El que logró traer a un santo, San Juan Pablo II, cuando nadie se animaba a pensar que el entonces Sumo Pontífice vendría a esta lejana tierra. El que más viviendas construyó. El que se le plantó a Raúl Alfonsín, un día después de ganar las elecciones en una discusión por fondos para Corrientes. El que discutía a los gritos con el recordado y querido Mario Marturet, por sus diferencias políticas pero que el amor por esta tierra unió en una profunda amistad, que el propio Mario dio cuenta en el libro que escribió antes de morir.
Pocho es un político de pura cepa, de esos que ya no abundan. Es al que tildan de conservador, pero que auxiliaba a los comunistas sin que nadie lo sepa. Nunca sacó rédito de ello. Lo saben sólo aquellos a quienes ayudó. Solo basta con preguntarle a Eduardo Francisco “Ungue” Ferreyra quién es Pocho y cuántas veces lo escondió cuando la policía lo perseguía sólo por ser comunista.
Pocho es que el recibió a tres entusiastas y jóvenes médicos que le propusieron crear el centro de salud más avanzado de toda latinoamérica: el Instituto de Cardiología de Corrientes. Asumió la dirección del proyecto pese a la resistencia furibunda de algunos. Sólo basta con llegar a la esquina de Córdoba y Bolívar para entender lo que es una política a largo plazo.
Pocho cumplió ayer 80 años y todavía mastica bronca por la mezquindad de esos dirigentes políticos que le negaron a Corrientes ser sede del Mundial 78. El que todavía enumera las cosas que podría haber hecho si durante su gestión contaba con la Ley de Coparticipación. Es el que le dio el 82 por ciento móvil a los jubilados. El que construyó los hospitales zonales, sin carteles rimbombantes.
Pocho es el legislador que se opuso a la Reforma de 1994, porque sabía que poner fin al Colegio Electoral significaba acentuar el centralismo de Buenos Aires en detrimento de provincias como Corrientes, que apenas representa el 3 por ciento del padrón electoral.
Ese es Pocho y aun falta. Ayer cumplió 80 años, sigue en el ring, de pie, estoico, soporta esos embates petulantes de quienes sugieren que está retirado. Pero un político de pura cepa no se retira nunca. Dice que aún le queda pendiente el último servicio a la patria. Jura que el país carece de verdadera política, porque la política es el arte para hacer posible lo que parece imposible, pero eso que parece imposible para la mayoría y no para unos pocos: sacar de la pobreza a la gente, dar soluciones reales, de largo plazo sin parches.
Feliz cumpleaños, Pocho.