El gobierno de Jorge Capitanich anuncia en medio de la campaña electoral que quiere ponerle fin a los piquetes que no dejan trabajar a los comerciantes del microcentro. La idea de que el policía en actividad, nombrado funcionario y devenido periodista sembró una simiente que la derecha política en el país y en la provincia ha venido reclamando y que el gobierno provincial quiere reivindicar como una forma de no perder votos por ese lado.
Pero si los males y los riesgos sirven para que los desclasados que reniegan de su propia condición para adherir a las propuestas de los millonarios de las clases dominantes repudien a los integrantes de los movimientos sociales que pelean con dureza para no terminar hundidos en la pobreza, no se puede contrastar con la noticia de que uno de los barrios privados y de los más exclusivos de la capital chaqueña tiene una gran porción de sus casas conexiones clandestinas.
El indignómetro se vio aliviado porque no todos los medios de comunicación se hicieron eco de la noticia. Tampoco funciona cuando los empresarios de espectáculos, uno de los más importantes de la provincia, organiza el recital de uno de los grupos chamameceros más importante de la Argentina, oriunda del centro de la provincia de Corrientes, en un lugar que no reúne las condiciones (no tiene ninguna ventana), sin respetar aforos, ni distanciamientos, mucho menos el famoso semáforo verde o amarillo para posibilitar el ingreso de público sin que ninguna autoridad se de por enterada, si es que no había alguna entre el público.
El discurso de la derecha prende en los más jóvenes, ignorantes de la propia historia de nuestro país que reclama que los piqueteros sean reprimidos para sacarlos de las calles a las que van a reclamar beneficios “sin trabajar” por ellos, e incluso pidiendo medidas más duras, dignas de la dictadura que desconocen porque no la vivieron ni la estudiaron, pero no son capaces de advertir que alrededor pasan cosas como las del barrio privado o la de la organización de espectáculos.
Mano dura para los pobres, complacencia para los más acomodados.
La pandemia no se terminó. El gobierno -que mira para otro lado- lo manifiesta cuando escribe con letra muerta reglamentos para retomar actividades que están destinadas a hacer cumplir a quienes se la rebuscan. A algunos les sacan el medidor mientras a otros les dejan hacer lo que quieren. El público que asiste a estos espectáculos es el mismo que marchó por las libertades, que se manifestó contra las cuarentenas, que le dice hijo de puta al presidente cuando lo mira por televisión por haber organizado una cena con 12 personas, pero pulula sin barbijo en un salón de 20 por 40 sin ventanas esperando la presentación estelar del conjunto chamamecero.
Repudian lo que reciben los pobres como asistencia social, pero aplauden que el ex presidente Mauricio Macri promueva la evasión como mecanismo para maximizar ganancias o cuestionan lo que Secheep cobra como argumento para justificar que otro grupo de millonarios se enganchen de la luz en un barrio privado en la costa del río Negro en la capital chaqueña.
El gobernador que ahora promueve el fin de la protesta social tampoco capitaliza ese sector de derecha que lo repudia. Es cierto que el Estado está destinando miles de millones de pesos para atender la demanda social, pero también es cierto que cientos de millones van a sostener los medios de comunicación que azuzan la indignación del pobre en procura de conseguir otra vez el milagro de que terminen acompañando a su verdugo, como ocurrió en 2015.
Cuánto falta para solucionar los problemas. Mucho si el speech antipolítica sigue logrando adeptos. Se habla con mucha falsedad e imprecisión de 70 años de peronismo llevó a la Argentina a la dramática situación en la que se encuentra, sin embargo, los gobiernos peronistas desde la proscripción impuesta por la Revolución Libertadora de 1955 prácticamente no existieron. En cambio, una alternancia de gobiernos de facto y sus políticas ultraliberales y ortodoxas, están mostrando sus resultados, el último de ellos, el gobierno de Mauricio Macri.
A ese discurso se suma ahora el gobierno chaqueño cuando plante la posibilidad de que la protesta social tenga alguna relación con la situación actual. Hace falta un cambio allí, pero no es justamente represión lo que falta, sino transformación de la realidad, de las condiciones actuales, para que la oferta de trabajos formales seduzca a quienes reciben un beneficio social.
Mientras eso no pase, la represión de la protesta será un paliativo. La etapa del policía represor puesto en el gabinete provincial lo confirma y abre el interrogante. ¿Cuántas veces vas a darle palo a la gente que reclama? ¿Hasta cuándo? Y si ya viste que eso no es suficiente ¿qué más vas a hacer? Prestarle la oreja a los enganchados del barrio privado no sirve para encontrar la solución de fondo. Y la de coyuntura, ya hemos visto que es insuficiente. Y los que denuncian el descontrol que vean de cuánto forman parte desde el pedestal en el que se suben para señalar con el dedo.