Meses después de que la CIA confirmase en 2018 que el asesinato del periodista saudí Jamal Kashoggi -disidente y colaborador de \'The Washington Post\'- había sido ordenado por el \'hombre fuerte\' de Riad, el Príncipe heredero Mohamed bin Salman , las tinieblas se cernieron sobre el cielo de Arabia Saudí. Joe Biden prometió, antes de llegar a la Casa Blanca, que el régimen de Riad pagaría el precio por el crimen y se convertiría de hecho «en lo que ya es, un Estado paria».Cinco años después, y sin necesidad de gestos de arrepentimiento por parte del Bin Salman, ni avances significativos en derechos humanos, Arabia Saudí se presenta hoy como un país clave para el proceso de paz en Oriente Próximo y en Europa. Washington y Moscú han elegido Riad como base para sus conversaciones de paz sobre Ucrania, con la diplomacia saudí como mediadora. A esta se han encomendado también algunas tareas en el canje de prisioneros. Por otra parte, tras el acuerdo de tregua en Gaza, y una vez conocido el sorprendente plan de Trump para el traslado de toda su población palestina, el mundo árabe ha pedido también a Riad que se ponga al frente de algún tipo de alternativa. Ese plan corregiría sensiblemente el proyecto del presidente norteamericano, para asegurar que la población palestina siga residiendo en la franja de Gaza bajo un gobierno sin presencia de Hamás.Noticia Relacionada Reunión en Arabia Saudí estandar Si Rusia aprovecha las negociaciones sobre Ucrania para seducir a EE.UU. con «oportunidades económicas» Rafael M. Mañueco | Corresponsal en Moscú¿Cómo ha podido realizarse ese giro copernicano en la relación con Arabia Saudí?Paciencia, pragmatismo y astucia han sido claves en esa recuperación. Puertas adentro, Bin Salman ha sabido tocar algunas teclas, en particular en lo referente al estatus de las mujeres: ya pueden conducir, asistir a los estadios de fútbol y votar en las elecciones locales. En el exterior, la política de propaganda ha sido muy eficaz, con las multimillonarias inversiones saudíes en el mundo del espectáculo y la apertura al turismo.Nada ha cambiadoEn lo esencial, nada ha cambiado en el reino. La alianza de la Corona con la secta musulmana suní wahabí, una de las más radicales del islam, se mantiene firme. En materia de libertad religiosa, Arabia Saudí es aún más intolerante que Afganistán o Irán, pese a que en el reino petrolero trabajan y viven millón y medio de católicos. No hay disidencia política, y la policía religiosa vela celosamente por el cumplimiento de la Sharía en la vida cotidiana.Estos argumentos no preocupan a Putin ni a Donald Trump , que en cambio sopesan las ventajas de negociar sus intereses lejos de Europa. Se recuerda que, en su primer mandato en la Casa Blanca, Trump eligió Arabia Saudí como primer viaje al exterior. Fue el actual presidente quien impulsó los llamados Acuerdos de Abraham , destinados a reconciliar al mundo árabe con Israel; si no llegó a su meta final -el reconocimiento del Estado hebreo por parte de Riad- fue porque la guerra de Gaza se cruzó en el camino.Ni siquiera Biden, autor del maleficio contra Arabia Saudí en el 2019 condenándole a \'Estado paria\', se abstuvo de anteponer los intereses a su conciencia. En 2022, el presidente demócrata viajó a Riad para entrevistarse con el \'hombre fuerte\' del país y renovar «la tradicional alianza «.Las nuevas circunstancias sonríen por tanto a Mohamed bin Salman, y nada hace prever que, a cambio de su estrellato en el plano diplomático, Trump y Putin vayan a exigir a la monarquía absoluta reformas en el plano social o en el político.