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Así ha contado su odisea la periodista italiana entre rejas en Irán durante 20 días

«Durante las dos primeras semanas me interrogaban todos los días». La periodista Cecilia Sala , de 19 años, encarcelada durante 20 días en la dura prisión de Evin en Teherán, ha hablado sobre su impactante experiencia, apenas 24 horas después de su regreso al aeropuerto de Ciampino de Roma, donde fue recibida por su familia y la primera ministra, Giorgia Meloni , que se ha apuntado un gran éxito político y personal con su liberación. La reportera ha ofrecido detalles de su reclusión, en aislamiento y muy difíciles condiciones, en su podcast \'Historias\' de Hora Media, entrevistada por el director de esa plataforma. Arrestada el 19 de diciembre de 2024, fue conducida a la prisión de Evin, símbolo de la represión política. Cecilia Sala , con experiencia en territorios de conflicto como Ucrania, Siria o Irak; ha contado así su detención: «Estaba trabajando, llamaron a la puerta, pensé que eran del servicio de limpieza y dije que no necesitaba nada, pero insistieron y abrí la puerta. Me arrestaron». Se dio cuenta de que la detención no sería corta: «Yo esperaba que pudiera ser algo rápido, entendí desde las primeras preguntas que no sería así, comprendí que yo estaba en Evin, conozco esa prisión no porque ya hubiera estado allí, pero sé lo grande que es, dónde está y entendí por la ruta que siguió el coche que estaba dentro de la ciudad y que era una enorme prisión». «Es difícil decir cómo empezó esta historia, porque nadie me explicó por qué terminé en régimen de aislamiento». «Lo más difícil fue controlar mi mente», confesó. Para no desesperarse, medía el tiempo con la luz que entraba por la ventana. Los confusos interrogatorios parecían más destinados a desorientarla que a obtener información. Las preguntas eran vagas y muchas veces repetitivas, una estrategia que, según ella, buscaba desgastarla psicológicamente. «No sabías si te enfrentabas a un juicio o si todo era una maniobra para prolongar tu miedo», explicó. «Conseguí reírme dos veces: la primera cuando vi el cielo, a pesar de que había cámaras y alambre de espino. Luego cuando un pajarito hizo un ruido raro. El silencio es un enemigo en ese contexto y en esas dos ocasiones me reí y me sentí bien. Me concentré en ese momento de alegría, lloré de alegría».Noticia Relacionada estandar Si Polémica en Italia por un contrato con los satélites de seguridad de Elon Musk Ángel Gómez Fuentes |Corresponsal en Roma El acuerdo, por valor de 1.500 millones de euros y no confirmado oficialmente todavía, proporcionará al Gobierno de Meloni comunicaciones cifradas para las fuerzas armadas y situaciones de emergenciaCecilia Sala temió tener que permanecer en la prisión de Evin durante mucho tiempo: «Conozco las historias de muchos de los que todavía están allí. Pienso en ellos». La periodista recuerda que cuando pidió información sobre las acusaciones o cargos por los que había sido detenida, no recibió respuestas claras: «Durante las dos primeras semanas me interrogaban todos los días. Consideré que me acusarían del delito que llaman \'publicidad contra la República Islámica\' o de cosas mucho más graves. Cuando pregunté, simplemente dijeron: \'Muchas cosas ilegales en muchos lugares diferentes\'. Esta vaguedad la llevó a pensar que su detención podría estar relacionada con la de Mohammad Abedini , el ingeniero iraní detenido el 16 de diciembre en el aeropuerto de Malpensa, en Milán, del que se había enterado unos días antes de su detención. «Pensé que podría haber una intención de utilizarme como moneda de cambio. Y pensé que sería una negociación muy difícil. Si no lo hubieran arrestado, tal vez habría regresado a casa». Aquellos días fueron de los más difíciles para Cecilia Sala , recuerda con emoción. «Pensar en Zeinab Mousavi , la cómica más famosa de Irán que conocí el día antes del arresto, fue de gran ayuda. Ella también había terminado en régimen de aislamiento, pero incluso allí había logrado reír. Un pensamiento que me ayudó a superar los primeros días». Calabresi le pregunta a la periodista: «¿Qué fue lo más difícil?» Y ella responde: «Para no volverme loca, me encontré pasando el tiempo contando las horas, contando mis dedos, leyendo los ingredientes del pan que era lo único escrito en inglés. Especulé sobre mi destino, pero nunca pensé que me liberarían en 20 días. Lo que más quería era un libro, una historia de otra persona, una que no fuera la mía, en la que sumergirme. Pedí el Corán en inglés porque pensé que tal vez lo tuvieran, pero no me lo dieron. Así como tampoco me dieron mis gafas ni bolígrafo para escribir, todos objetos que podrían ser considerados armas por los guardias. Dormí en el suelo, sin almohada ni colchón. Comí muchas veces arroz con lentejas y carne. El problema no era comer sino dormir». Hacia el final de su detención, compartió celda con Farzaneh , una mujer iraní detenida por motivos políticos. A pesar de la barrera del idioma, se entendió a través de gestos, lo que le proporcionó esperanza. «Los abrazos y las sonrisas eran nuestro lenguaje», explicó Sala. Un momento liberador fue salir al patio y ver el cielo por primera vez en días: «Lloré de alegría», recordó. Insistió durante muchos días en que le dieran un libro que le pudiera ofrecer una ventana hacia otra realidad que no fuera la suya. Finalmente, obtuvo \'Kafka en la orilla\' de Haruki Murakami , una obra que, aunque cargada de melancolía, le permitió encontrar alivio. Su compañera de celda Farzaneh también le dejó un recuerdo imborrable. Aunque no hablaban el mismo idioma, sus gestos y palabras simples se convirtieron en un sostén emocional. «Era como una hermana en el encierro», comentó Sala. Cuando le comunicaron que sería liberada, la alegría se mezcló con la culpa por dejar atrás a su compañera: «Pensé en cómo ella afrontaría nuevamente la soledad». La periodista relata que le informaron de su liberación en la mañana del día 8, miércoles, alrededor de las 9, y que no lo podía creer. Pensó que podría tratarse de una estrategia para desorientarla. «Luego, mientras me alegraba por la noticia, pensé en cómo decirle a mi compañera de celda, Farzaneh , que había estado durmiendo conmigo durante dos días, que la dejaría allí sola. Me siento un poco culpable por mi suerte». Para concluir, Cecilia habla del recuerdo de los primeros momentos de libertad en el coche hacia el aeropuerto: una mezcla de emociones debidas tanto a la alegría de la libertad como a la sensación de nostalgia, mirando a través de la ventanilla la ciudad de Teherán que dejaba a sus espaldas: «Miras a Irán, un lugar que amas tanto, que te interesa tanto... ahora eres libre, pero piensas que quizá ésta sea la última vez que lo verás».

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