\'California Dreamin\'. Como en la canción de The Mamas & The Papas, Estados Unidos ha soñado con California durante décadas. El paraíso de la posibilidad y de la belleza, desde la fiebre del oro hasta la fiebre de la inteligencia artificial. El lugar donde la riqueza espera, entre playas interminables y palmeras que bambolea la brisa. Un descapotable en carreteras que serpentean la costa del Pacífico, la piel bronceada, la sonrisa blanca. Una Toscana multimillonaria, empujada por Silicon Valley, iluminada por Hollywood.El sueño de California se convirtió en pesadilla en los incendios de Los Ángeles del mes pasado. Durante tres semanas, el fuego corrió fuera de control en varios puntos de la segunda mayor ciudad de EE.UU. La tragedia fue inmensa. Fallecieron al menos 29 personas, cerca de 200.000 personas tuvieron que evacuar, se quemaron 18.000 edificios y estructuras y todo apunta a que será el desastre natural más costoso de la historia de California.Más allá de esa factura descomunal, los incendios dejaron en los vecinos de Los Ángeles una sensación de vulnerabilidad inquietante. En la principal ciudad de un estado que sería por sí solo la quinta economía mundial, las llamas campaban a sus anchas durante veinte días. Ardían mansiones de multimillonarios y casitas de clase media. Era una representación trágica de una sensación creciente para muchos en EE.UU. California se ha convertido en un estado al que le cuesta servir a sus ciudadanos, poderoso pero disfuncional.«Los que vivimos en California siempre estamos preparados para cualquier tipo de desastre : tsunami, inundaciones, tormentas, nevadas…», explica a este periódico Gustavo Ortiz, portavoz de la Oficina del Servicio de Emergencias del estado. Pero lo ocurrido en Los Ángeles dejó en evidencia que las autoridades no estaban preparadas para algo así. «Fue muy complicado», justifica. «Un evento sin precedentes. La respuesta fue inmediata, pero cuando la madre naturaleza actúa así…».«Una lluvia de brasas»Es indiscutible que las condiciones climatológicas fueron muy difíciles: la combinación de los llamados vientos de Santa Ana, con rachas huracanadas de hasta 150 kilómetros por hora, en medio de una sequedad extrema y después de que un récord de lluvias hubiera hecho crecer la vegetación. «Era una lluvia de brasas lo que estaba ocurriendo», dice Ortiz.Pero también es innegable que hubo muchas grietas en la gestión y en la respuesta a los incendios, que han provocado la indignación de los vecinos: los surtidores de agua que se quedaron secos en Pacific Palisades, una de las zonas que quedó devastada por las llamas; el embalse que estaba fuera de funcionamiento desde principios del año pasado; los recientes recortes en el departamento de Bomberos, pese a las evidencias de que los incendios son cada vez un riesgo mayor; la ausencia de la alcaldesa, la demócrata Karen Bass, que estaba de viaje en África.Pero el desastre también evidenció problemas en prevención. «Para mí, el mayor problema ahí es la gestión de matorrales», explica a ABC Edward Ring, director de agua y energía del California Policy Center, un \'think tank\' de corte conservador. «La comunidad medioambientalista, sus \'lobby\' y los legisladores empezaron a ser cada vez más agresivos en la protección de especies o subespecies que podían afectar a la eliminación de matorrales y al final se hizo casi imposible limpiarlos», critica. «Algunas autoridades dicen que el sistema quedó superado por la magnitud de los incendios. Pero eso debería haberse anticipado», protestaba en Fox News la actriz Patricia Heaton. «Nos gastamos mucho dinero en Los Ángeles y no sabemos dónde va».Si la gestión de los incendios fue cuestionable, el largo proceso de reconstrucción que enfrenta ahora Los Ángeles será complicado. «Aquí hay tantas regulaciones sobre materiales de construcción, legislación laboral, permisos o códigos de viviendas que construir una cosa en California cuesta de media unos 400 dólares por pie cuadrado (0,09 metros cuadrados), y en Texas es la mitad», dice Ring. «Y eso se extiende a todo en California. Se ha convertido en un estado burocrático que ha machacado al sector privado. Todo cuesta más aquí. Y eso que tenemos de todo: tierras de cultivo, océano, caladeros, mucha agua, minas… Debería ser un sitio barato en el que vivir. Pero es uno de los más caros del mundo. Y es por la política, por decisiones políticas», critica Ring en alusión a las autoridades estatales y locales, dominadas en su mayoría por el Partido Demócrata.Los precios, en especial en vivienda, son una de las razones por las que muchos han abandonado este paraíso. «A mí California me encanta, pero es demasiado caro», cuenta Genevieve Dillon, que se mudó en 2022 a Nueva Orleans, la principal ciudad de Luisiana. «Cambié incendios por huracanes», bromea en el año en el que se cumple el 20º aniversario del huracán Katrina . «Me fui porque era la única manera en la que podía comprarme una casa y tener cierta seguridad financiera para mi futuro», añade, y asegura que muchos amigos suyos han tomado un camino similar.La alcaldesa demócrata Karen Bass estaba en África cuando se desató la tragedia efePara gente como Genevieve, California se ha convertido en un cóctel que no merece la pena . Sufre niveles altos de criminalidad en centros urbanos –«Los Ángeles es como una enfermedad en expansión», opina–; padece una crisis de personas sin hogar que parece irresoluble, pese a haber invertido 24.000 millones de dólares en ello desde 2024: es el estado con más \'homeless\' del país y el quinto en términos proporcionales; con 13,2%, es el estado con mayor índice de pobreza; con el 5,5%, tiene uno de los peores índices de desempleo y el mayor número y tiene más necesidad de asistencia pública que nadie; en educación, California puntúa el 20º en el ranking de \'US News\', pese a tener algunos de los mejores colegios y universidades del país; y para \'Consumer Affairs\', California es la cuarta por la cola en calidad de carreteras. Al mismo tiempo, California es uno de los estados con más impuestos del país y el presupuesto estatal se ha duplicado en la última década.«Mirando las cenizas de sus casas, los residentes de California se preguntarán con razón: ¿dónde fue a parar todo el dinero?», criticaba un reciente editorial de \'The New York Post\'.Caída demográficaLos rigores añadidos de la pandemia de Covid-19 hicieron que para mucha gente California ya no mereciera la pena. Se calcula que entre julio de 2020 y julio de 2023, California perdió más de 400.000 habitantes, entre los que se fueron, la caída de la natalidad, aumento de la mortandad por la pandemia y la caída de la inmigración internacional. Desde entonces, esos números se han recuperado, pero ha sido por los extremos: profesionales de alta cualificación y, sobre todo, personas de bajos recursos. Pese a todo, la caída demográfica ha supuesto, por ejemplo, la pérdida de un escaño en la Cámara de Representantes del Congreso.Déficits Gestión Las grietas en la gestión han enfadado a los ciudadanos. Una muestra fue la ausencia de la alcaldesa de Los Ángeles, la demócrata Karen Bass, de viaje en África mientras el fuego devoraba la ciudad. Prevención La limpieza de los matorrales, amén de la frondosa vegetación tras una etapa de lluvias, pusieron en evidencia la inacción en la prevención. El embalse más próximo estaba fuera de funcionamiento desde comienzos de 2024.Los problemas y las disfuncionalidades de California invitan a algunos a pensar que va camino de ser un estado fallido. Es un viejo debate, que asola con cada crisis que sufre el estado más poblado y potente de EE.UU. Hace 35 años, el \'San Francisco Examiner\' ya hablaba del éxodo del estado porque no funcionaba. \'California, el sueño en peligro\', titulaba \'Time\' una portada de 1991. Y \'The New York Times\' en 2009 alertaba de los «desastrosos resultados» de las políticas estatales que hacían que el «sueño de California» fuera «con retraso».«Pero no se debe apostar contra California», advierte Ring, del California Policy Center. «Siempre genera éxitos: el \'boom\' de los ordenadores en el comienzo de los 80, el \'boom\' de los PC en el final de esa década; el \'boom\' de internet en el final de los 90, el \'boom\' de las redes sociales en la década de 2010, el \'boom\' de la inteligencia artificial ahora». El problema, dice, es que de esa creación de riqueza –y de la belleza del estado, de su clima– se aprovechan los gobiernos estatales y locales, que han crecido demasiado, están dominados por «intereses especiales, en especial por sindicatos del sector público» y no sirven a los ciudadanos. «No es justo», protesta.