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Canadá, un país descabezado que se enfrenta a un Trump expansionista

Hace una década, Justin Trudeau y Donald Trump eran figuras políticas en ascenso y antitéticas. El primero conquistó en 2015 el cargo de primer ministro de Canadá, dos años después de ponerse al frente de un Partido Liberal que estaba hecho unos zorros. También en 2015 apareció Trump en política: fue en junio de ese año cuando bajó las escaleras mecánicas doradas del vestíbulo de su rascacielos en Manhattan, anunció que se presentaba a presidente de EE.UU. y sentó el tono de su campaña con aquello de que los mexicanos que entran al país son narcos y violadores.Trudeau era entonces el niño mimado de la progresía mundia l. Por su boca salía siempre el multiculturalismo, el cambio climático, la asistencia a refugiados, la agenda feminista… Joven y atractivo, era el próximo Barack Obama , cuando el todavía presidente de EE.UU. estaba en el final de su segundo mandato y con el crédito político muy agotado.Trump, al contrario, era despreciado por las elites políticas y mediáticas como un populista que despertaba los peores instintos de los votantes, que trufaba su discurso de ataques con tufo xenófobo, racista o sexista, y que se estrellaría contra el sentido común de los votantes.Noticia Relacionada estandar Si La dimisión de la ministra de Finanzas pone a Trudeau en una situación crítica David Alandete | Corresponsal en Washington Las humillaciones de Trump llevan al primer ministro de Canadá a su peor crisis en una décadaDiez años después, Trump está a punto de comenzar su segundo mandato en la Casa Blanca en la remontada política más extraordinaria que se recuerda. Y Trudeau, mientras tanto, está destruido como figura política. El problema, sobre todo, lo tiene Canadá: debe enfrentarse a un Trump reforzado, con ansias expansionistas y que busca sacar partido del vecino del norte.Trump jurará su cargo el próximo 20 de enero y se podrá beneficiar de una Canadá descabezada. Trudeau anunció hace unos días su dimisión como líder del Partido Liberal y como primer ministro de Canadá. Su situación era insoportable: su popularidad estaba hundida, la coalición de partidos que necesita para mantenerse en el poder estaba rota, se acumulaban las voces de liberales que exigían su adiós.La gota que colmó el vaso fue el propio Trump, de manera indirecta. El presidente electo llegaba con amenazas de guerra comercial. Un bastión del Gobierno de Trudeau, la ministra de Finanzas, Chrystia Freeland , dudaba de la capacidad del primer ministro de hacerle frente. La dimisión de Freeland, que se fue con fuertes críticas a Trudeau, fue el desencadenante final de la crisis. Era cada vez más evidente que el Partido Liberal iba a estrellarse en las próximas elecciones, previstas para otoño. La única posibilidad de dar la vuelta era la salida de Trudeau, que acabó por ceder.La dimisión de Trudeau abre la posibilidad de que los liberales se recompongan, pero deja muy vulnerable a Canadá. La razón es que la dimisión de Trudeau inaugura un periodo de ausencia de liderazgo y de incertidumbre. Él seguirá como líder liberal y como primer ministro mientras su partido le encuentra un sustituto. Es un proceso que se desarrollará en los dos próximos meses y que debe acabar antes del 24 de marzo , cuando el Parlamento de Canadá retome la actividad. En ese momento, los partidos de la oposición someterán a Trudeau a una moción de confianza que desencadenará en elecciones anticipadas.El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, anuncia su intención de dimitir como líder del Partido Liberal ReutersComo consecuencia, Canadá estará liderada durante meses por un \'pato cojo\', mientras el Partido Liberal abre una guerra interna por suceder a Trudeau y el resto de partidos se preparan para el inminente proceso electoral. Mientras tanto, Trump embestirá con ataques comerciales que ya ha telegrafiado -un arancel generalizado del 25% a las importaciones de Canadá- y con la tensión de su discurso expansionista: en las últimas semanas ha insistido en la necesidad de anexionar Canadá , ha hablado del país como «el estado 51º de EE.UU.» y ha calificado a Trudeau de su «gobernador».La amenaza de anexión por parte de Trump ha puesto de los nerviosa a Canadá, pero no parece que esa sea una opción real. Una encuesta reciente de la firma Leger apunta a que solo el 13% de los canadienses ven con buenos ojos una incorporación. El proceso requeriría además de un consenso político inalcanzable, con mayorías en las dos cámaras legislativas y en las diez asambleas de las provincias.«Canadá tiene más apetito que nunca por la política \'antiestablishment\'», aseguró a \'The Washington Post\' Peter John Loewen , politólogo de la Universidad de Cornell. «La gente está cansada de la política del simbolismo político», añadió en referencia a Trudeau y su retórica progresista que, ante la ausencia de una mejora de las condiciones socioeconómicas de los votantes, acaba generando una reacción negativa. Los canadienses están frustrados por la inflación, la crisis de vivienda o el aumento de la inmigración irregular, asuntos a los que Trudeau no ha dado respuesta.El político llamado a beneficiarse de ello es Pierre Poilievre , el líder del Partido Conservador, que saca más de veinte puntos de diferencia en las encuestas a los liberales. Poilievre comparte con Trump una versión populista de la derecha conservadora y ha recibido elogios de Elon Musk .Pero también ha reaccionado con contundencia a las amenazas expansionistas del presidente electo de EE.UU.: «Canadá nunca ha sido el 51º estado de EE.UU.», ha defendido.Si la anexión parece imposible, la guerra comercial es segura . En cuanto Trump ponga el pie en la Casa Blanca, atizará con aranceles al vecino del norte, su segundo mayor socio comercial, a poca distancia de México.Cuando eso ocurra, al frente estará un líder dimitido y una oposición jugándose el poder político. Una situación muy diferente a 2018, cuando las presiones comerciales de Trump en su primer mandato se saldaron con un acuerdo con Canadá y México, el Acuerdo para Libre de Comercio de Norteamérica. Entonces, Trudeau formó un equipo de negociadores -liderado por Freeland- que incluía a figuras de la oposición, líderes regionales y empresariales, el llamado \'Team Canada\', que fue capaz de acordar una solución beneficiosa.La respuesta de Trudeau: quedarse con California o Vermont La cuestión de la anexión de Canadá a EE.UU. apareció cuando el proponente de la idea, Donald Trump, recibió al primer ministro canadiense, Justin Trudeau, en Mar-a-Lago, su mansión en la costa de Florida. Trudeau viajó hasta allí unos días antes de presentar su dimisión, en un intento de suavizar las relaciones con el próximo presidente de EE.UU., con quien nunca ha tenido una gran relación. «El asunto se puso encima de la mesa en algún momento», ha explicado Trudeau en una entrevista en MSNBC con Jen Psaki, la que fuera secretaria de Prensa de Joe Biden. Su reacción fue decirle en tono de broma que quizá podía plantearse el intercambio de parte de Canadá «por Vermont o California», dos estados de EE.UU. «De inmediato, a él ya no le pareció gracioso y la conversación fue a otros asuntos», relató.Seguro que hay unanimidad en los políticos canadienses en hacer frente a Trump y su guerra comercial. El propio Poilievre ha dicho que los aranceles que propone Trump -se estiman que costarían un millón de puestos de trabajos en Canadá- son «injustificables». Pero tanto él como el resto de contendientes estarán inmersos en la batalla política.La primera será la sucesión en el Partido Liberal. Los favoritos son Mark Carney , exgobernador del banco central; la propia Chrystia Freeland ; y su sucesor en la cartera de Finanzas, Dominic Leblanc .Quien se imponga tendrá que hacer frente al desastroso legado de Trudeau y al empuje que eso ha permitido a los conservadores. Quizá el único factor para la remontada puede ser el propio Trump: que sus amenazas contra la soberanía canadiense perjudiquen a Poilievre, el candidato al que más se relaciona con el próximo presidente de EE.UU.

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