Los españoles envidiamos la resolución de otros países en la tenaz persecución de sus objetivos nacionales. Pero luego, cuando tenemos la posibilidad de hacer lo mismo, algunos de nuestros dirigentes políticos muestran un gran infantilismo, guiados por conveniencias personales o sectarias cortoplacistas y no por metas de país y de gran aliento. España ha invertido mucho tiempo y dinero en construir, desarrollar y mantener las Cumbres Iberoamericanas; si a alguien le interesa absolutamente su supervivencia es justo a España , más que a Portugal y desde luego más que a cualquiera de los países de América, que ya tienen otros foros donde reunirse. Solo aquí España puede sentarse a la misma mesa de modo periódico con todos los países de habla hispana (más Brasil y Andorra), y hacerlo con cierto sentido de anfitrión, pues la presencia siempre del Rey y la de este acompañado por el presidente del gobierno que haya en cada momento (dos en lugar de la representación unipersonal de los países americanos) convierte a España en punto de referencia.Por eso la decisión de Pedro Sánchez de no acudir a la Cumbre Iberoamericana que se celebra en la ciudad ecuatoriana de Cuenca desde este martes hasta el viernes supone tirar piedras al propio tejado de los intereses nacionales. Estas cumbres, nacidas en 1991 durante el Gobierno de Felipe González , no se encuentran precisamente en su mejor momento. Durante la época de Azar la iniciativa se consolidó con la creación de una secretaría permanente –la Secretaría General Iberoamericana (Segib), con sede en Madrid–, pero la proliferación de encuentros internacionales de mandatarios generó una inflación de este tipo de reuniones que aconsejó que la Cumbre Iberoamericana, ya en tiempos de José Luis Rodríguez Zapatero , pasara a celebrarse cada dos años, en lugar de hacerlo cada uno. Las tensiones entre los propios países latinoamericanos han ido mermando la asistencia y para la cita de Cuenca solo hay de momento confirmados una decena de presidentes. Por el interés propio en la iniciativa, España se hace cargo del 60% de los gastos de la Segib... solo para que a las primeras de cambio Sánchez se apee y con ello devalúe la representación española.Noticia Relacionada estandar Si Pedro Sánchez pierde aliados a ambos lados del Atlántico Mariano Alonso La llegada de Trump y la crisis de Scholz en Alemania se suman al cambio de gobierno este año en PortugalLa Moncloa ha alegado la coincidencia de la Cumbre con la conferencia COP-29 sobre el clima que arranca esta misma semana en Azerbaiyán . Lo que ocurre es que las sesiones de presidentes y jefes de gobierno en Cuenca solo eran el 14 y 15 de noviembre y en realidad Sánchez tenía el resto del mes para estar en Bakú (además el 18 y 19 de noviembre piensa estar en la G-20 que tendrá lugar en Brasil).Está bastante claro que Sánchez ha querido evitar acudir a Ecuador con el Rey (al tiempo que aprovecha cumbre del clima para seguir modelando la narrativa sobre la DANA). Da la impresión de que al presidente del Gobierno no le gusta ir de segundo, por más que la máxima titularidad del estado le corresponde a Felipe VI . Sus recelos con la Zarzuela vienen de atrás y se han puesto ampliamente de manifiesto en la emergencia vivida en Valencia. Ahora no hace más que seguir una política largamente aplicada en los desplazamientos de estado a América: desde hace tiempo Sánchez ha hecho el vacío a los viajes que realiza Felipe VI a todas las tomas de posesión de los presidentes iberoamericanos, degradando la representación gubernamental que acompaña al monarca (no ya un ministro, sino un secretario de estado). La consecuencia es que Sánchez o su ministro de Exteriores , que es quien acompañará al Rey a Cuenca, acaban siendo unos desconocidos en encuentros con este, mientras Felipe VI , que ya ha entablado conversaciones personales previas con todos los presidentes y expresidentes latinoamericanos, se convierte en un fácil interlocutor de todos los que asisten a la Cumbre Iberoamericana.Sánchez no es el primer presidente del Gobierno en saltarse una Cumbre Iberoamericana, pues también ocurrió con Zapatero en 2010 (al menos este defendió a Aznar en la de 2007 frente a las acusaciones de Chávez –el «por qué no te callas» de Juan Carlos I –; cuesta pensar que en una situación similar hoy Sánchez defendiera a Rajoy ), pero es una muy mala señal de nuestra diplomacia. Dentro de dos años, la Cumbre Iberoamericana número 30 se celebrará en España. El Ejecutivo que haya entonces querrá aprovecharla para la proyección del país, pero el instrumento puede haber perdido mucha de su eficacia por no haberlo mantenido afinado. Con actitudes como la protagonizada ahora por la Moncloa no es posible que España tenga la «gran estrategia» que envidia cuando se la ve a otros países. Lo que podía ser envidia sana es, en el fondo, una envidia culpable, por no decir tonta.