Para ese viaje no hacían falta alforjas. La convicción de Donald Trump de que el problema palestino puede resolverse de un plumazo, desplazando a su población a otros países, parece olvidar entre otras cosas la realidad de la inmensa diáspora ya existente. Y recuerda la eterna cantinela del conflicto más viejo del planeta. «El problema de Oriente Próximo –viene a decir la máxima– consiste en que en un territorio pequeño del globo sobra un pueblo», en este caso el palestino.En el pasado, la salida de la población que hoy ocupa Israel y los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania ya había sido vista por muchos como la solución ideal. El presidente Trump ha sido sólo el último en plantearla con el \'glamour\' de la Riviera francesa.\'Diáspora\' es el término jurídico para identificar a la población que ha abandonado su lugar de origen y se encuentra dispersa por el mundo. En el caso de los palestinos, la Nakba (Catástrofe en árabe) comenzó en 1948, cuando la primera guerra árabe-israelí expulsó de sus hogares a 700.000 árabes habitantes del antiguo Mandato británico de Palestina. En realidad, los más especialistas fijan el primer gran exilio de población palestina en 1909, cuando las autoridades otomanas –que entonces seguían dominando en la región– abolieron la exención del servicio militar obligatorio para los cristianos, dispensados junto a los judíos de esas tareas por su condición de \'ciudadanos de segunda categoría\' en el mundo del islam. Para no verse implicados en las guerras de la región, muchos cristianos palestinos optaron por el exilio.Seis millones de palestinosEl término \'refugiado palestino\' tiene igualmente una definición. La Agencia de las Naciones Unidas para los refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA) considera como tales a los que tenían Palestina como residencia habitual entre junio de 1946 y mayo de 1948, fecha de la Nakba, y perdieron casa y medios de subsistencia como resultado de las guerras contra los judíos. Tanto ellos como sus descendientes tienen el estatus de refugiados y están en la actualidad distribuidos por varios países árabes.Las cifras que maneja la ONU no son exactas, pero a grandes rasgos señalan que la mayor parte de los seis millones de palestinos en el exilio viven en Jordania, Siria y el Líbano. Otros seis millones de palestinos viven en el interior de su país, de los que más de dos millones residen en el Estado de Israel.No son exactas las cifras porque la presencia de los palestinos ha sido y es contemplada aún, en la actualidad, como un serio problema para los regímenes políticos que les acogen. Jordania no distingue entre palestinos ya nacionalizados y jordanos beduinos para evitar la pugna entre ellos. Aun así, siguen en pie grandes campamentos palestinos, como el de Baqa\'a, en el que 130.000 refugiados viven hacinados en 1,4 kilómetros cuadrados.La monarquía hachemí jordana, que acoge a tres millones de palestinos, teme por su estabilidad política por la presencia de esos refugiados, además de otros argumentos económicos. Razones no le faltan. A mediados de los años setenta, la OLP de Arafat estuvo a punto de derrocar al rey. ¿Qué impediría hoy a Hamás repetir esos sucesos, si llegaran a Jordania centenares de miles de palestinos de Gaza?Guerra civil e invasión israelíJordania acabó expulsando a los militantes palestinos al Líbano, donde volvió a reproducirse la misma situación. La OLP ocupó parte de Beirut y el sur del país para hostigar a Israel, y en 1982 se produjo la primera gran invasión hebrea del Líbano. Aquella acción terminó por encender la guerra civil entre las comunidades que hasta entonces mantenían un difícil equilibrio: la musulmana –chií y suní–, la cristiana y la drusa.Egipto tuvo en su día tres grandes campamentos de refugiados palestinos. Pero acabó desplazándolos a la franja de Gaza –cuando estaba bajo su administración– y hoy no quiere oír hablar de repetir la experiencia.En Siria, donde la ONU sitúa 630.000 refugiados palestinos , y donde Hamás estableció en su día relaciones con Al Assad, el nuevo régimen no quiere tampoco repetir la experiencia. La bandera nacionalista palestina en el exterior, que fue laica y marxista con Yaser Arafat, hoy es islamista por el empujón entre los más jóvenes del movimiento radical Hamás.