Una lucha por el poder en Libia, centrada en el control del Banco Central, paraliza la producción de petróleo y pone en alerta a Italia, por sus intereses en el país norteafricano , tanto petrolíferos como por el riesgo de un aumento de la inmigración ilegal que parte de las costas libias. Las disputas políticas entre sus dos gobiernos hicieron subir el precio del crudo un 3%. Abdul Hamid Dbeibé, primer ministro del gobierno que domina el oeste de Libia (la región de Tripolitania, cuya capital es Trípoli), único ejecutivo reconocido por la ONU, intenta poner bajo su control el Banco Central de Libia (BCL), la verdadera caja fuerte del maná petrolero del país. Pero a ello se opone con firmeza el general Khalifa Haftar, de 80 años, apoyado militarmente por Rusia. Haftar ha hecho notar su fuerza, paralizando la producción de petróleo. El general domina junto con sus hijos el este del país (la región de Cirenaica, cuya capital es Bengasi) y el sur (Fezzan), lo que supone controlar, en la práctica, el 90% de los yacimientos de petróleo y gas natural de toda Libia. El Gobierno de los Haftar, que no cuenta con el reconocimiento internacional, anunció el lunes el «cierre de todos los yacimientos y terminales petroleros», así como «el cese de todas las exportaciones de hidrocarburos, al menos hasta nuevo aviso». Se trata de una medida que afecta directamente a Italia , pues se paralizaron también los yacimientos de gas de Wafa y Bahr Essalam, explotados, junto con los libios, por la multinacional italiana ENI (Ente Nacional de Hidrocarburos). De inmediato, los precios del petróleo subieron el lunes a su nivel más alto en dos semanas: los futuros del crudo Brent sufrieron un aumento del 3 por ciento, a 81,43 dólares el barril. Libia exporta más de un millón de barriles de crudo, según cifras de la OPEP, y cuenta con las mayores reservas de petróleo del continente africano. El conflicto entre los dos gobiernos –Trípoli y Bengasi– se ha desatado por el control del Banco Central, una institución básica –la única, junto a la Compañía Nacional de Petróleo, que es aún funcional–, porque es la que recibe miles de millones de dólares por la venta del petróleo, única fuente de entradas en Libia. El primer ministro, Abdul Hamid Dbeibé, desde Trípoli, ha estado negociando para sustituir a Sadiq al-Kabir, el gobernador del Banco Central de Libia, en el cargo desde el lejano 2012. Kabir se niega a dimitir y está cada vez más próximo al general Haftar, al tiempo que se distancia del primer ministro Dbeibé. La sede del Banco Central está en Trípoli, como el Gobierno de unidad nacional de Abdul Hamid Dbeibé.Confusión e incertidumbreJalel Harchaoui, experto en Libia, investigador del Instituto Real de Servicios Unidos para Estudios de Defensa y Seguridad con sede en Londres, ha explicado así la crisis a \'La Repubblica\': «El primer ministro Dbeibé quiere instalar una nueva dirección en la cúpula del Banco Central que le sea leal, capaz de asegurar la gestión operativa del BCL. Por el momento, sólo hay una situación de crisis, marcada por la confusión y la incertidumbre». Mientras tanto, el general Haftar «teme que el primer ministro Dbeibé se haga con el control del Banco Central. Haftar quiere influir en la situación, por lo que ha detenido la producción de hidrocarburos e incluso planea recurrir a la violencia física», señala Harchaoui a \'La Repubblica\'.Vuelve así la inestabilidad a Libia, un país estratégico en el Mediterráneo. Es el decimoséptimo estado más grande del mundo. Se trata de un inmenso espacio abierto a los traficantes de seres humanos y de armas, con terroristas y agentes del caos. Libia se ha convertido en un polvorín. Turquía firmó un acuerdo con el Gobierno de Trípoli y mantiene bases militares en Tripolitania, buscando expandir su influencia en el Mediterráneo oriental y en el norte de África, por intereses geopolíticos y económicos. Por su parte, Rusia refuerza militarmente al general Haftar, manteniendo al este y sur de Libia 1.800 soldados , según el Departamento de Estado estadounidense. A su vez, Haftar se rearma, al contar con los fondos del petróleo, que en buena parte coloca en el mercado de contrabando.Libia continúa así sumida en el caos, desde la guerra civil del 2011, que llevó al derrocamiento del dictador el coronel Muamar el Gadafi, con la intervención militar de la OTAN (destacaron Estados Unidos, Francia, Reino Unido e Italia). Un conflicto que se desarrolló en el contexto de la Primavera Árabe, que suscitó muchas esperanzas de llegada de la democracia, pero con el tiempo se transformó en un invierno para Libia y otros países árabes.