El coronavirus acaba de meter la cola en las elecciones de la República del Congo, la ex colonia francesa en la costa atlántica de Africa que votó este domingo. Ese mismo día, mientras sus compatriotas buscaban las urnas, murió camino a Francia el líder opositor Guy-Brice Parfait Kolelas. Todo el episodio es francamente extraño, porque Kolelas murió en un avión ambulancia que lo llevaba a París para ser tratado y que aterrizó con un cadáver, evento que investiga la fiscalía francesa de Bobigny. Pero lo que es claro es que el eterno presidente del Congo, Denis Sassou Nguesso, esta vez va a tener una transición suave. De hecho, no hay nadie con el poder suficiente para señar y cuestionar el fraude que comete puntualmente cada siete años.
El Congo-Brazzaville, como se llama a veces para distinguirlo de su enorme vecino que fue colonia belga, fue parte del Africa Ecuatorial francesa hasta 1960. La experiencia temprana de la independencia no fue de las peores, aunque no llegó a ser estable, con un par de intentos de golpe militar -uno frenado por tropas cubanas- y un viraje al marxismo en 1969. Ahí aparece la figura del inhundible Sassou, que en 1979 queda al frente del gobierno y comienza una deriva autoritaria cada vez más dura, que se acaba con la caída de la Unión Soviética. Sassou llama a elecciones en 1992, las pierde y sorprende a todos aceptando el resultado. Bajo el presidente Pascal Lissouba, el Congo toma el camino del neoliberalismo, aceptando las recetas del Fondo Monetario y un préstamo, para ellos enorme, de cien millones de dólares.
En 1997 hay una breve y sangrienta guerra civil entre Lissouba y Sassou que en cuatro meses demuela buena parte de la capital y causa decenas de miles de muertos. La vecina Angola invade, termina la guerra e instala en el poder a Sassou, que gobierna de facto hasta 2002. Entonces llama a elecciones presidenciales y a un referendo para cambiar la constitución que le de más poderes al presidente y un período de gobierno de siete años. Gana por el noventa por ciento, ante el unánime repudio de todo observador internacional presente. La historia se repite puntualmente en 2009 y otra vez en 2016, con el agregado de otra reforma constitucional para que el presidente pudiera ser electo todas las veces que quisiera. La única concesión es que el príodo de gobierno bajaba a cinco años.
En esta elección, Sassou enfrentaba por primera vez a un líder con alguna chance de hacerle sombra, aunque tal vez no de ganar las elecciones. Kolelas, de 61 años, estaba encarnando la oposición y el cansancio ante la eternidad presidencial. La economía del Congo se achicó por la baja del precio del petróleo, su casi única exportación, y Sassou hizo un ajuste digno del FMI: el presupuesto educativo bajó a los niveles de 1991 y el de salud es una sombra de otros tiempos, pese a la pandemia.
El último acto político de Kolelas fue un video que grabó el sábado, horas antes de las elecciones. El líder se saca la máscara, mira a cámara y explica a sus seguidores que "lucho contra la muerte". Y los llama a "que se levanten, voten por el cambio, así no habré luchado por nada. Levántense como un solo hombre. Ustedes también luchen, el futuro de sus hijos está en juego".
Las elecciones del domingo fueron pacíficas, aunque ni siquiera a la iglesia católica le permitieron desplegar observadores. Como suele suceder, los resultados van a tardar varios días, un ritual que se completa con "bocas de urna" de la televisión estatal que van preparando el triunfo masivo del oficialismo. En otras elecciones, en particular las de 2016, hubo fuertes protestas populares por el evidente fraude electoral, pero con la muerte de Kolelas no queda en claro si se repetirán este año.