Hace unos días, un \'post\' en X de Elon Musk provocó una nueva grieta en la relación del magnate con el Gobierno británico. El empresario compartió un mensaje de otra página en el que advertía que «cientos de ciudadanos británicos, incluidos periodistas, reportaron haber recibido visitas de la policía este fin de semana debido a sus publicaciones en X». Musk describió la situación como «crazy» (loca) y concluyó con una frase contundente: «Hagamos que Orwell vuelva a ser ficción», en alusión a la novela \'1984\', que describe un régimen totalitario donde todo está estrictamente controlado. Ya el pasado agosto, en medio de una ola de violencia en el Reino Unido alimentada por la información falsa a través de las redes sociales tras el asesinato de tres niñas, Musk y el primer ministro británico, Keir Starmer, protagonizaron un intenso cruce de declaraciones. El millonario reaccionó afirmando en su cuenta que «la guerra civil» era «inevitable» en el país, un comentario que generó fuertes críticas por parte de representantes del gobierno. Ahora Musk ha sido nombrado jefe del Departamento de Eficiencia Gubernamental en la próxima administración de Donald Trump, con quien la relación tampoco ha sido precisamente la mejor, lo que podría suponer un dolor de cabeza para Starmer. Acusaciones de injerenciasDe hecho, el equipo de campaña del reelegido presidente, que volverá a la Casa Blanca en enero, acusó al Partido Laborista de injerencia en las elecciones estadounidenses. Starmer respondió restándole importancia al asunto, al tiempo que enfatizó la importancia de la «relación especial» entre el Reino Unido y EE.UU., y expresó su deseo de mantener una cooperación estrecha. Tras las elecciones, incluso, se apresuró a felicitar al magnate precisamente en X, aunque en el 2019 lo había criticado diciendo que «una aprobación de Donald Trump te dice todo lo que necesitas saber sobre lo que está mal en la política de Boris Johnson y por qué no es apto para ser primer ministro». También, en un \'post\' acompañado por imágenes de niños separados de sus familias en centros de detención, escribió: «Humanidad y dignidad. Dos palabras que no entiende el presidente Trump». Y en 2020, tras la victoria de Joe Biden, Starmer comentó que «su victoria es una para la esperanza y la unidad, sobre la deshonestidad y la división». El ministro de Exteriores, David Lammy, tampoco fue muy diplomático , llamando en el pasado a Trump un «sociópata simpatizante de los neonazis» y «tirano con peluca», entre otros piropos. De hecho, la nueva líder conservadora, Kemi Badenoch, empezó su primera sesión en el Parlamento preguntándole a Starmer si su gobierno pediría disculpas. Estas asperezas podrían ser más que una piedra en el zapato en las cuestiones prácticas en las relaciones entre Londres y Washington. Joël Reland, investigador del \'think tank\' UK in a Changing Europe, considera que aunque «se ha sugerido en ciertos círculos bien informados que el presidente Trump podría intentar atraer al Reino Unido fuera de la órbita regulatoria de la UE con la oferta de aranceles preferenciales», lo que en la práctica «podría significar que el Reino Unido reduzca sus regulaciones sobre alimentos o productos para comprar más bienes estadounidenses» o «no seguir nuevas medidas intervencionistas de la UE, como su normativa de mercados digitales, que afecta repetidamente a las empresas tecnológicas estadounidenses», hay obstáculos para esta agenda. Y si el Reino Unido, tras el Brexit, está entre la espada y la pared, «la dirección general apunta claramente de regreso a Europa» y «emprender un impulso desregulador inducido por Trump representaría un giro notable para este gobierno laborista».Un mundo «incierto»Para Jordan Urban, investigador del Institute for Government, ambos países «seguirán siendo aliados importantes, pero la elección» de Trump «significará un cambio serio en la relación». Por ejemplo, «existen todo tipo de ineficiencias en el gasto de defensa del Reino Unido. Pero la elección de Trump crea un mundo más incierto, en el que no está clara cuál es la postura del Reino Unido bajo el paraguas de seguridad estadounidense y con un presidente claramente irritado por los bajos niveles de gasto en defensa de Europa». Starmer ya ha prometido aumentar el gasto al 2,5% del PIB, pero podría verse «obligado a encontrar esos fondos antes de lo que le gustaría», un gasto adicional que «sería doloroso, especialmente cuando acaba de subir impuestos en 40.000 millones de libras«. Así, «gastar más en defensa dificultará que gaste más en otros aspectos, como devolver a los servicios públicos a su nivel adecuado o hacer inversiones que ayuden a crecer la economía».«La elección de un nuevo presidente de EE.UU. siempre es trascendental», dice Urban, «pero el segundo mandato de Trump tiene el potencial de remodelar las relaciones, tanto personales como institucionales, en todo el mundo» y el gobierno de Starmer tiene «poco tiempo» para prepararse para el regreso de un tipo de presidente muy diferente a la Casa Blanca«.