Con las dinámicas geopolíticas que hay en juego en el mundo –pulso entre Estados Unidos y China, guerra en Ucrania, conflicto en Gaza–, llama la atención el tiempo que Donald Trump y su administración le están dedicando a su entorno americano. A las advertencias previas de Trump sobre Canadá y Panamá, siguieron el día que juró el cargo sus declaraciones sobre México y Venezuela, afectados por las primeras órdenes ejecutivas; un día después, entre sus primeras llamadas internacionales desde la Casa Blanca estuvo la que realizó al presidente de El Salvador. Además, el primer gran choque diplomático ha sido con la Colombia de Gustavo Petro . Por su parte, el nuevo secretario de Estado, Marco Rubio , ha elegido Centroamérica como destino de su gira inaugural.El repliegue de intereses de Estados Unidos hacia su propio territorio lleva a su nuevo gobierno a priorizar la atención a las deficiencias y potencialidades que existen dentro de sus fronteras. El salto económico ya no se busca a través de una economía globalizada, sino mediante la producción industrial «made in USA»; la seguridad nacional ya no se aspira a garantizar con amplias alianzas como la OTAN, sino mediante «protectorados» sobre territorios próximos como Canadá, Groenlandia o Panamá. Así que, de pronto, el vecindario americano pasa a tener un valor estratégico para Washington. En la era unipolar que ya se ha cerrado, Estados Unidos daba por garantizado un alineamiento básico del resto del hemisferio occidental y eso le permitía, con las espaldas cubiertas, extender su influencia a regiones más distantes. Hoy, con el petróleo y el gas asegurados sin necesidad de ir a buscarlos a Oriente Próximo y con la \'repatriación\' de inversiones que habían marchado a China , las principales amenazas percibidas por EE.UU. ya no son las que tenían relación con aquellos espacios, sino que ahora ve como realidad aumentada las que se dan dentro de sus fronteras: la presión migratoria, la delincuencia de grupos de crimen organizado (carteles de la droga, las maras centroamericanas, el emergente Tren de Aragua venezolano ) y la competencia manufacturera «desleal» de México.Noticia Relacionada estandar Si Trump castiga a Colombia con un 25% de aranceles tras negarse Petro a recibir deportados david alandete | corresponsal en washingtonEs verdad que Trump ha afirmado que Estados Unidos no necesita para nada a Latinoamérica, pero eso no quiere decir que no vaya a dedicarle la gran atención que en realidad ya le presta. La afirmación más bien describe el tono de esa atención: no es la de quien tiene interés en la buena marcha de los países vecinos y ve oportunidades en colaborar con ellos, sino la de quien, autosuficiente, los considera el origen de sus problemas.Esta mayor vinculación con la propia región va a perdurar . Con el tono displicente de Trump o en un contexto de mayor cooperación que puedan promover futuras administraciones estadounidenses. El proteccionismo y la autarquía de Trump tiene sus límites; la potencialidad de EE.UU. en un mundo de confrontación de bloques al que quizás vamos es justamente su articulación económica y humana con su «extranjero próximo» americano, de la línea del Ecuador al Ártico. Colombia debiera ser un país candidato a ingresar, plena o parcialmente, en el acuerdo de libre comercio de Norteamérica, mientras que Costa Rica, República Dominicana y otras naciones de Centroamérica y el Caribe constituyen el marco ideal para el «nearshoring» que posiblemente se acentuará en las próximas décadas.Lo que debiera ser una colaboración, sin embargo, con Trump se convierte en un tic imperialista.