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En Nabatieh, tras el alto el fuego con Israel: «No queremos más guerras, sólo queremos vivir»

El acuerdo de cese de hostilidades en Líbano es frágil, pero se respeta. Desde el primer minuto en el que callaron las armas, los libaneses regresaron en masa al sur del país y, allí donde los daños son reparables, se han puesto a trabajar sin esperar a la ayuda de un gobierno desbordado por la cantidad de frentes abiertos. La ciudad de Nabatieh es el corazón comercial del sur del país e Israel ha convertido su zoco, de la era mameluca, y casco histórico, con más de 800 años de historia, en una zona cero. «Aquí no hay armas, ni milicianos, esto ha sido un golpe a la economía de los libaneses, para que no levantemos cabeza en mucho tiempo», opina Hadi Maatouk, periodista del canal local Nabatieh Online, quien asegura que «cada día que pasa veo a más comerciantes manos a la obra». Todo depende del nivel de los daños. Algunos edificios son puro escombro, otros están muy afectados por el fuego. En esta especie de lotería macabra, la tienda de ropa de la familia de Dani Jaber ha sido afortunada. «Pueden pasar meses para que las autoridades actúen y nosotros queremos reabrir lo antes posible», cuenta Dani, de 14 años, que ayuda a sus padres a rescatar la ropa salvable para meterla en el coche y llevarla a las otras dos tiendas de la familia en la ciudad. Esta es su primera guerra y espera que «todas las partes cumplan el acuerdo y vuelva la calma, no queremos más guerras, sólo queremos vivir». No es la primera vez que Israel ataca el mercado de Nabatieh, una ciudad que ocupó entre 1982 y 1985 y bombardeó en 1983, 1996 y 2006, pero este es el ataque más brutal que recuerdan sus vecinos. En medio del sonido de las excavadoras, camiones que retiran escombro y gente intentando limpiar sus comercios con palas, abre sus puertas por primera vez la pastelería Al Sharq, una de las famosas del país. Lo primero que ha hecho su dueño, Husein Jaber, es colocar mesas y sillas en el exterior y allí se juntan ahora todos estos improvisados trabajadores del desescombro para tomar café. «Tengo a 200 personas a sueldo en las seis tiendas que tengo en Líbano, en cuanto se decretó el alto el fuego regresé a Nabatie y he abierto el negocio. No podemos parar, eso sería una derrota, queremos que el mundo vea que esta es nuestra tierra y que vamos a seguir aquí», explica Husein. De las seis tiendas, cuatro han sufrido daños en la guerra. Los dulces del mostrador y el olor a miel son la nota dulce en mitad de un panorama gris y agrio. Las cristaleras de Al Sharq están rotas, pero es una anécdota si se compara con el estado de los establecimientos vecinos. Israel ha borrado cualquier rastro de otra famosa tienda y antigua de dulces como era Dimassi, presente en el zoco desde 1949.Noticia Relacionada estandar Si «Ninguna de las pérdidas sufridas es comparable a la de Nasralá» Mikel Ayestaran Los seguidores del líder de Hizbolá lloran su muerte y ven el alto el fuego con Israel como una «victoria divina»Además de las ayudas del gobierno, los libaneses cuentan con la promesa de compensaciones por parte de Hizbolá , aunque de momento no hay planes concretos y la situación de debilidad que vive el Partido de Dios genera dudas. Decenas de hombres Nabatie han perdido la vida en los recientes combates y bombardeos y sus rostros pronto presidirán las calles. La bandera amarilla de la milicia chií ondea en cada edificio destruido y en la municipalidad, de la que solo queda el arco de entrada, han colocado retratos de Hasán Nasralá y quien estaba llamado a sucederle, pero también fue asesinado en un bombardeo israelí, Hashem Safieddine.Primeros funeralesEl alto el fuego permite también realizar los primeros funerales de combatientes caídos y conducir por el sur del país supone cruzarse con las comitivas fúnebres que llevan los cuerpos para ser enterrados en sus lugares natales. La gente de los pueblos espera el paso del cortejo y tira pétalos de flores a la carretera para decir adiós a unos hombres que quedarán inmortalizados en plazas y calles. Hay miles de milicianos muertos (unos 3.500 o 4.000, según las estimaciones de Israel) y en lugares Jibchit, pueblo de 8.000 habitantes a las puertas de Nabatie, enterraron durante el fin de semana a 60 hombres.«La guerra volverá, posiblemente antes de la llegada de Trump, así que hay que trabajar duro hasta entonces»Husein Jaber ha vuelto al trabajo en un tiempo récord, pero se muestra pesimista de cara al futuro y piensa que «la guerra volverá, posiblemente antes de la llegada de Trump, así que hay que trabajar duro hasta entonces». Su primera pastelería la abrió en 2007, meses después del final de la guerra de 33 días entre Hizbolá e Israel. «La cosa empeora, cada guerra es peor que la anterior. Viendo lo que han hecho con Nabatieh, no quiero ni pensar en la próxima, que me temo será a nivel regional», reflexiona en voz alta y con mucha pena este empresario del dulce, rodeado de un mar de cascotes, cristales y desolación. Israel sabe el impacto emocional que tiene la destrucción de lugares históricos, un arma más dentro de esta guerra silenciada por el acuerdo temporal de 60 días, no acabada.

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