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Internacionales

Europa, a contrapié sin capacidades militares creíbles

Las tropas rusas continúan devorando el territorio ucraniano en todos los sectores del frente, especialmente en el oblast de Donetsk. Una situación que, inevitablemente, repercute negativamente en la moral de las tropas ucranianas. Con ese fondo, y marcando un antes y un después geopolítico, el vicepresidente norteamericano, Vance, se despachó con un discurso hostil pero no desacertado, el pasado viernes, en la Conferencia de Seguridad de Múnich . ¿Dónde están aquellos que aseguraron a Zelenski su apoyo con todo y durante todo el tiempo hasta la victoria final? ¿Dónde queda la ensoñación de una Ucrania vencedora de la guerra? Las respuestas indicarían que el juego del mundo basado en reglas ha fenecido. Y que Trump no es la enfermedad sino el síntoma. Europa, pillada a contrapié, es una jaula de grillos. Cada uno vocea lo que más le interesa. El secretario general de la OTAN, Rutte, cimbreante como un junco, ha transmutado rápidamente su careta «bidenista» por la «trumpista», exigiendo a las naciones quejarse menos de EE.UU. y gastar más en defensa. Trump, con una mera llamada telefónica a Putin, ha derrumbado la política de aislamiento a Rusia. Ahora es la UE la que se siente aislada. La reunión convocada por Macron, el lunes, en París, de algunos dirigentes europeos, tratando de aunar voluntades y sacar la cabeza en el proceso de paz abierto por Trump ha sido un fracaso: ni hubo acuerdos ni postura unificada. Además, sorprendieron que la convocante fuera Francia y no Polonia (que ejerce la presidencia semestral de la UE), y la asistencia del primer ministro del Reino Unido, Starmer. Muestras fehacientes tanto de la vocación francesa de liderar \'de facto\' la Unión en estos momentos, como la británica de, a pesar de haberse largado de la UE, intervenir en los procesos comunitarios de consulta y decisión. Franceses y británicos parecen así predispuestos para desplegar tropas sobre suelo ucraniano. Lírica y bobaliconamente, la ministra de defensa, Margarita Robles, resumía la posición del Gobierno español: «Tienen que ser los ucranianos los que determinen hasta qué límites quieren llegar». Uno piensa que serán los donantes (EE.UU. es el principal) quienes determinen hasta dónde llegar. Nada que ver con los carros de combate achatarrados en Casetas (Zaragoza), con obsoletos M-113 o con vacaciones de familiares de combatientes ucranianos en residencias militares. Cuando, por porcentaje de gasto en defensa, uno se refocila en la sentina del barco aliado, sacar pecho parece altamente cínico. Zelenski ve peligrar su puchero y, quizás, algo más. Olvidando que el apoyo norteamericano a Ucrania es existencial, trata de continuar recibiendo esa ayuda mientras, simultáneamente repudia las maniobras de Trump. La entrada de Ucrania en el proceso negociador, abierto ayer en Arabia Saudí, supondría dilatar la finalización de la guerra, así como incrementar inútilmente los costes económicos y las pérdidas tanto de vidas como de territorio ucranianos ya que, durante tal proceso, las hostilidades no serán congeladas. La médula de las negociaciones serán las garantías de seguridad que cumplir por todas las partes. Sintéticamente, serán, por un lado, la neutralización de Ucrania y, por el otro, la renuncia de Rusia de invadir lo que quede de Ucrania u otro de los países de la OTAN. En tan desfavorable escenario, al todavía líder ucraniano se le ha ocurrido pedir la creación de un ejército europeo que se encargase de la defensa común en el continente. Algo altamente difícil de lograr. El concepto de defensa europea ya está contemplado, infructuosamente, en el Tratado de Maastricht, en vigor desde 1993. Posteriormente, en el Consejo Europeo de Colonia (1999), los jefes de Estado y de Gobierno acordaron pomposa y diáfanamente que «la Unión debe tener la capacidad de acción autónoma, respaldada por fuerzas militares creíbles y los medios para decidir usarlos». Poco se ha progresado en tal dirección. No debe olvidarse que las Fuerzas Armadas son el más visible símbolo e instrumento de la soberanía de un país. Consecuentemente, la defensa europea no es solo una cuestión de dinero sino, fundamentalmente, de renuncia a las soberanías nacionales en beneficio de una compartida. Quizás, Zelenski no sepa que aunque sea fácil desmantelar unidades con una firma en un papel, el constituir una unidad operativamente coherente (digamos una mera brigada), es una cuestión de muchos años.

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