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Internacionales

Israel, la nación-trauma

A dos manzanas de la playa de Tel Aviv, en la esquina de la calle Fishman con Hayarkon, sobre el local de lo que parece ser un badulaque, alguien colgó una bandera con la Estrella de David. Es una de tantas enseñas que desde el 7 de octubre llenan el país entero en las antenas de los coches, en las azoteas de los rascacielos, los puestos de zapatillas de imitación del mercado de Carmel, los andamios, los cochecitos de los niños, las farolas, los troncos de los árboles de las rotondas y, en general, en todas partes.La bandera de la calle Fishman muestra, como todas las que se colgaron ese día, las señales inequívocas del paso del tiempo. La tela se ha deshilachado hasta perder dos tercios de su superficie y ya ni siquiera drapea cuando sopla el viento, metáfora de cómo ha sufrido el ánimo de un país entero, cansado, tocado, decepcionado, desconcertado, humillado, amputado y hasta cierto punto perdido tras la masacre de Hamás y un año de guerra con dos frentes. Israel es a día de hoy una nación-trauma, un país sentado en un diván que intenta recobrar el pulso y el ánimo con las últimas operaciones contra Hizbolá en el sur del Líbano .El 7 de octubre, poco después de las seis y media de la mañana, los habitantes de los kibutz israelíes junto a la frontera con Gaza empezaron a escuchar disparos y gente hablando árabe, y entendieron que debían encerrarse. Había refugios por todas partes, por lo general uno en cada casa, y estaban acostumbrados a usarlos cada vez que desde Gaza atacaban por aire.Sucedía tan a menudo que se entretenían en pintar los trozos de proyectiles y los usaban como decoración en los jardines de algunas casas. Con las bombas que tiraban los fanfarrones decía la copla que las gaditanas se hacían tirabuzones y con las carcasas de las bombas de Hamás , los kibutznik fabricaban tiestos de colores y molinillos de viento. La invasión por tierra era tan impensable que en los refugios de las casas no había pestillo y en aquella desprotección germinó el primer trauma: el país ya no era inexpugnable . Hoy, la parte más cercana a Gaza y la frontera con el Líbano no están habitados ante el temor de que Hizbolá haga con sus habitantes lo que hizo Hamás con los 1.200 asesinados del 7 de octubre, el día en que se dieron cuenta de que en las puertas de los refugios no tenían pestillo. Así fueron las 17 horas de masacre y supervivencia ABC MultimediaNo lo vieron venir y esa es otra de las quiebras que se produjo aquella mañana y que arrastra el país desde entonces. Poco después de las diez y media de la mañana y parapetado tras un coche bajo el fuego de los terroristas, el general retirado Israel Ziv asomó la cabeza y le costó creer lo que veía: «Eran cientos» . Esa mañana, un amigo militar también retirado le había llamado alertado por las señales de socorro de su hijo atrapado en un kibutz del sur. Ziv se puso el uniforme, tomó su arma -una pistola de calibre 9mm-, recogió a su amigo en Tel Aviv y aceleró hacia la zona de los ataques en un Audi blanco.Israel estaba preparado para un ataque terrorista, pero no para «una operación a gran escala de un ejército que abrió 70 brechas en la frontera» Israel Ziv General retirado. Considerado uno de los mejores militares del país Al llegar, reclutó a los soldados dispersos, dio órdenes, se comunicó con los mandos del ejército y abrió fuego. Uno de los soldados que iba en su coche resultó herido y tomó su fusil M16. Fueron emboscados por Hamás en un cruce de la carretera cerca del festival Nova y, al levantar la vista de su escondite, entendió lo que sucedía: una invasión . Tardaron horas en recuperar la zona. «Los jefes del ejército no se hicieron una idea de lo que pasaba hasta el día siguiente». El error , según Ziv, considerado uno de los mejores militares de la historia reciente del país, consistió en que Israel estaba preparado para un ataque terrorista, pero no para «una operación a gran escala de un ejército que abrió 70 brechas en la frontera».Noticia Relacionada visual Si Viaje al memorial del Festival Nova, epicentro del duelo israelí por la matanza de Hamás Chapu Apaolaza | Enviado especial a Reim (Israel) Con la guerra, las agencias y guías turísticos sobreviven mostrando los escenarios de la barbarieLa pregunta que los habitantes del país se hacen en el último año es ¿cómo no se pudo saber lo que iba a pasar? En el poblado de Netiv Haasara, en la frontera con Gaza, el general retirado Amir Avivi, que mandó el cuerpo de ingenieros militares durante la ocupación de la franja hasta 2005, admite que hubo señales claras. «Los terroristas cruzaron estos muros en paramotor, pero meses antes, desde esa colina de ahí, la gente de este poblado veía cómo Hamás se entrenaba en campamentos pegados a la verja. Pasó ante nuestras propias narices . Les habían visto estudiar carteles en hebreo para que los terroristas pudieran comprender las indicaciones de la carretera». Avivi recuerda también las alertas de los oficiales de vigilancia de la frontera y cómo fueron ninguneadas por los mandos. «Les dijeron que no alertaran más. Que ellos [los vigilantes]eran los ojos y los jefes, el cerebro». En el norte, Sarit Rehavi, presidenta de la fundación de estudios militares y de inteligencia Alma Center y oficial de inteligencia militar retirada, resume lo que sucedió: «Teníamos los datos, pero nos faltó imaginación».Homenaje a las víctimas en el lugar donde se celebraba el festival Nova cuando se desató el ataque de Hamás AfpEl principio asumido por la población de que la potentísima inteligencia israelí controlaba al enemigo, ese pensamiento de Israel como país omnisciente en Oriente Próximo también se quebró como un jarrón. En abril, siete meses después del ataque, dimitió el jefe del servicio de inteligencia militar : «No he estado a la altura», dijo. Las últimas y complejísimas operaciones en las que supuestamente Israel atacó a los milicianos de Hizbolá han devuelto parte de la confianza a los israelíes. El 17 de septiembre mientras recibía en su teléfono móvil las noticias de la explosión simultánea de miles de buscapersonas en el Líbano , un periodista israelí experto en el conflicto empezó a sonreír y murmuró: «Hemos vuelto». Habla en primera persona del plural porque entre el ejército y la ciudadanía no hay fronteras ni líneas divisorias. El servicio militar es obligatorio salvo para los ultraortodoxos, que pronto serán llamados a filas . Todos son, han sido o serán militares. Las veinteañeras pasean con sus novios por Tel Aviv con su fusil de asalto TAR-21 de fabricación israelí y la azafata de vuelo que el verano de 2023 te preguntaba si preferías almorzar pollo o pasta, ahora sirve en el batallón mixto Caracal de infantería que depende del mando sur. «Somos determinados, pero tenemos que saber cuál es el camino y hasta ahora no lo sabíamos. Al israelí no se le da bien lo desconocido» Ishay Efroni Responsable de seguridad del concejo Mate AsherEn un país como este de nueve millones de habitantes, los 1.200 asesinados del 7 de octubre tuvieron un impacto enorme. «Aquí todos tienen en la familia un muerto, un secuestrado o alguien que está luchando», admite el periodista israelí Tal Rabina, que organiza con la Asociación de Judíos Europea (EIPA) viajes de periodistas extranjeros a Israel. «Este es un pueblo duro. Sabemos que es así. Un israelí se entera de que han matado a su hijo y al día siguiente se levanta, hace café y sigue adelante». Lo cree Ishay Efroni, responsable de seguridad del concejo Mate Asher del norte del país, en la frontera con el Líbano , zona desierta desde hace un año. El militar retirado cree que la inacción en contra Hizbolá supuso un \'impasse\' difícil de asumir para la ciudadanía. «Somos determinados, pero tenemos que saber cuál es el camino y hasta ahora no lo sabíamos. Al israelí no se le da bien lo desconocido», admite. Las tres órdenes de DanielDaniel Sharabi sigue en el Nova, atrapado con su hermano y su amigo Yousef en la mañana del 7 de octubre en la que de pronto paró la música del festival y empezó el asalto. Después, todo se enloqueció y aparecieron los terroristas que disparaban sobre los coches y sobre la gente, que cazaban como conejos. Daniel entró en un tanque, le cogió el fusil al soldado muerto, llamó a su oficial y este le dio por teléfono las instrucciones para disparar. A su alrededor se ocultaron decenas de jóvenes, muchos de ellos heridos. Sharabi había sido enfermero en combate y tenía conocimientos médicos, así que comenzó a ayudar a los que podía. «Teníamos una venda para veinte. Hicimos torniquetes con ramas». Los de Hamás les seguían atacando, pero las armas también estaban contadas. En un momento dado, Daniel habló a los que estaban allí y dio tres órdenes: «El que tenga armas, que luche. El que pueda curar, que cure y el que no, que rece» . Resistieron durante horas hasta que llegaron los soldados y en su país lo consideran un héroe. Una médico recuerda a los asesinados el 7-O en un refugio antibombas ReutersDespués comenzó la lucha por recuperarse de las secuelas psicológicas y el estrés postraumático que actualmente trata con terapia de desensibilización y reprocesamiento mediante movimientos oculares (EDMR por sus siglas). Si mataron a 1.200 personas, ¿cuántas resultaron heridas mentalmente? Nadie lo sabe, ni cuántos hay ni en qué dimensión les afectó. «Los que habían consumido drogas ese día tienen menos secuelas», explica Daniel, que junto a su hermano montó la asociación Supervivientes del Nova, que se encarga de dar ayuda económica, cobijo y apoyo a los chicos de la fiesta a los que han pagado 50.000 sesiones de psicoterapia hasta el momento. Entre los afectados se repiten las secuelas que dejan tras de sí el dolor y el miedo: «Están enfadados, distraídos, temen estar con mucha gente o en espacios abierto y sienten culpa por no haber muerto… Algunos de ellos se han quitado la vida ».

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