A simple vista, el edificio de mil metros cuadrados a las afueras de Qamishli, en el noreste de Siria , podría pasar por una escuela más. Pero las cámaras de vigilancia, los controles de acceso y las ventanas blindadas delatan su verdadera función: Orkesh Center, un centro de rehabilitación donde 145 niños de 19 nacionalidades -entre los 11 y 18 años- intentan rehacer sus vidas tras crecer bajo el yugo de Daesh (Estado Islámico) . El patio, actualmente en obras, está casi vacío. Algunos adolescentes estudian dentro de las aulas o mantienen conversaciones privadas con sus educadores; otros conversan en los pasillos o permanecen en sus habitaciones. Nos recibe el director del centro, F.A., quien por su seguridad nos pide que mantengamos su anonimato y que no grabemos su voz. «La mayoría provienen de campos como Al Hol o Roj Camp», explica. Según cuenta, los alumnos del centro «son hijos de combatientes, en su mayoría turkistanos, asiáticos, europeos y africanos. Aquí les damos estructura, educación, un sitio donde dormir y atención médica y psicológica».Noticia Relacionada estandar Si El yihadista vagabundo de Granada que quería emular a su hermano mártir en Siria J. J. Madueño El joven detenido vivió durante años en Cádiz y Granada de los Servicios SocialesEl centro, que cuenta con 20 trabajadores rotativos y un dispositivo de seguridad hermético, no es inmune a la amenaza de Daesh . El motín de Hasakah en 2022, el mayor ataque del grupo desde 2019, fracasó gracias a las fuerzas kurdas, pero demostró su capacidad para resurgir. «Estamos preparados», asegura F.A., recordando el único incidente grave: un adolescente que intentó escapar.Muchos de estos chicos vienen de Al Hol, un laberinto de tiendas de campaña y miedo bajo control kurdo. Hacinados, allí conviven unos 54.000 desplazados, en su mayoría esposas, viudas e hijos de combatientes de Daesh.Mientras el 80% son sirios e iraquíes, cerca de 8.000 extranjeros permanecen aislados en el peligroso Anexo, una sección aparte del campo donde la radicalización sigue viva . Según calculaba Save the Children en 2022, el 70% de los niños en Al Hol han presenciado ejecuciones o han sido adoctrinados en escuelas clandestinas. En 2023, dicha ONG alertó de que « el 73% de los niños en Al Hol muestran signos de estrés postraumático , incluyendo pesadillas recurrentes y conductas autolesivas». Human Rights Watch documentó en 2022 que «en el Anexo, las madres siguen inculcando a sus hijos que Occidente los abandonó», con casos verificados de niños de cinco años que recitan versículos sobre la yihad.La vida diaria en el campo es una lucha por la supervivencia. Sin educación o atención psicológica adecuada, los niños deambulan entre las tiendas. Muchos se muestran agresivos, producto del trauma y el ambiente violento. Durante nuestras visitas a Al Hol, algunos arrojaban piedras a los periodistas.Miles de mujeres y niños pasan por un control de identificación durante un operativo militar especial contra células durmientes de Daesh en el campamento de Al Hol, en el noreste de Siria V. RoviraMédicos Sin Fronteras ha registrado testimonios escalofriantes: varios niños describieron cómo sus padres los entrenaban para «matar infieles». Un menor relató que le mostraban vídeos de decapitaciones como «lección religiosa». La situación se repite en Roj Camp, el otro campo para familias de Daesh, donde una educadora kurda declaró a \'The Guardian\': «Las viudas castigan a sus hijos si juegan con niños de otras religiones. Les llaman impuros mientras les muestran fotos del \'califato\'».Los consideramos víctimas, no prisioneros. No han cometido ningún crimen. Son niños que crecieron en la violencia y la manipulación ideológica. Debemos estar a su lado, ayudarlos Director de la ONG PurityTerapia psicológica«Antes no teníamos centros de rehabilitación, solo prisiones o centros de detención con normativas específicas», explica el director de la ONG Purity, que trabaja en Orkesh y también quiere mantener el anonimato por seguridad. «Cuando logramos acceso a estos menores, nos dimos cuenta de que el ambiente no era adecuado ni estaba preparado para acogerlos. Nosotros los consideramos víctimas, no prisioneros. No han cometido ningún crimen, no han pasado por un proceso judicial. Son niños que crecieron en la violencia y la manipulación ideológica. Debemos estar a su lado, ayudarlos».La apertura de Orkesh marcó un antes y un después. El centro cuenta con 20 trabajadores rotativos que imparten clases de árabe, matemáticas, inglés, arte, música, ética y deporte. Pero el verdadero desafío es la desradicalización.«Nuestro enfoque no es imponerles una nueva mentalidad. Eso no funcionaría», aclara el director. «Lo primero que hacemos es llenar la brecha educativa. Muchos de estos niños nunca han pisado una escuela, porque Daesh las prohibía. Solo les enseñaban la \'sharía\', inculcándoles odio y violencia. Crecieron sin referentes ni conocimientos básicos. Sin educación, son fácilmente manipulables». El equipo de Orkesh trabaja con sesiones de apoyo psicosocial grupales e individuales, gestión de casos y actividades recreativas. «Han sido expuestos a niveles extremos de violencia. Han visto decapitaciones, ejecuciones públicas. En Raqqa, los crímenes de Daesh se proyectaban en pantallas gigantes, como una película semanal. Algunos niños han sido entrenados como soldados, como los \'Cachorros del califato\' . Imagínate el impacto en un niño». El proceso de recuperación varía. «Algunos nunca lo superarán. Otros, tras un año o año y medio de intervención intensiva, comienzan a sentirse normales. Trabajamos con ellos semanalmente, los monitoreamos de cerca. Llegan con pesadillas, ataques de pánico, depresión profunda», relata el director.En el campamento de Al Hol, muchos de los niños son hijos de yihadistas occidentales, como se aprecia en sus rasgos V. RoviraAl principio, la mayoría evita el contacto visual, especialmente con las educadoras. «Sabemos que forzar el proceso sería un desastre. No hablamos directamente del radicalismo ni de Daesh en los primeros encuentros. Poco a poco, van bajando la guardia».Algunos llegan sin saber leer ni escribir. Ahora sacan buenas notas. «La clave es no dejarlos sin supervisión. Si están inactivos, los líderes entre ellos pueden volver a radicalizar a otros. Por eso tenemos cámaras de vigilancia y les damos tareas constantes. Es un trabajo de vigilancia continua».Los gobiernos los rechazanLas familias de muchos de estos niños no ven con buenos ojos su rehabilitación. «Algunas quieren seguir adoctrinándolos. En el caso de las mujeres en los campos, algunas los explotan sexualmente y los utilizan para tener más hijos. Por eso, al cumplir 12 años, los varones son separados de sus madres», explica el director de la ONG.«Algunos gobiernos temen el rechazo social; otros, directamente, les quitan la nacionalidad para eludir responsabilidades. Es un problema grave: si estos centros fracasan, miles de personas radicalizadas podrían dispersarse», concluye. La negativa de muchos países a repatriar a sus ciudadanos, especialmente a mujeres y niños asociados con combatientes de Daesh, ha sido criticada por organizaciones internacionales. Human Rights Watch y Save the Children han instado a los gobiernos a cumplir con sus obligaciones legales y tomar medidas para identificar, repatriar, rehabilitar e integrar a estos menores en sus lugares de origen.Mientras Francia justifica su inacción alegando que estos niños representan «una amenaza para la seguridad», Kazajistán ha repatriado a más de 600 menores, integrándolos en familias extensas con programas de apoyo psicológico y educación.España, tras años de presión internacional, comenzó en noviembre de 2022 la repatriación de cuatro mujeres y 16 niños que llevaban más de tres años atrapados en los campos sirios. Sin embargo, su política sigue siendo más lenta y restrictiva en comparación con otros países europeos. Organismos de derechos humanos han denunciado la falta de transparencia y la ausencia de un plan claro para el retorno de los menores que aún permanecen en Al Hol y Roj Camp.El verdadero peligro no es solo lo que perdieron, sino en lo que podrían llegar a convertirse: una generación en busca de identidad, vulnerable a cualquier grupo que les prometa venganza o propósitoEl bloqueo de la repatriación no solo perpetúa el sufrimiento de estos niños, sino que también supone una bomba de tiempo en términos de seguridad global. Privados de educación, sin acceso a atención médica adecuada y condenados a un limbo legal, estos menores corren el riesgo de caer en redes extremistas o ser utilizados como moneda de cambio por grupos yihadistas. Ignorarlos no es una solución.El futuro de estos niños sigue siendo incierto. Mientras los gobiernos occidentales se niegan a repatriarlos, centros como Orkesh luchan, en silencio, contra el legado del \'califato\'. Mientras tanto, en Al Hol, miles de niños crecen entre el abandono y el resentimiento. Sin pasaportes, sin acceso a educación, sin pertenecer a ningún lugar. El verdadero peligro no es solo lo que perdieron, sino en lo que podrían llegar a convertirse: una generación en busca de identidad, vulnerable a cualquier grupo que les prometa venganza o propósito. La comunidad internacional afronta una disyuntiva clara: invertir ahora en su rehabilitación o arriesgarse a que, dentro de una década, estos niños -hoy víctimas- se conviertan en el rostro de una yihad aún más violenta y desesperada. El tiempo corre, y la historia no perdona a quienes ignoran sus lecciones.