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Internacionales

La gran coalición de Alemania, última oportunidad para la estabilidad de Europa

El antiguo Palacio Presidencial del Reichstag de Berlín, ahora Casa Jakob Kaiser, alberga las oficinas de los servicios parlamentarios, el centro de prensa del Bundestag y los despachos de más de la mitad de los diputados alemanes. Tras su reconstrucción en 2002, el edificio fue bautizado con el nombre de un modesto encuadernador de Núremberg que entró en 1912 al Partido de Centro y dirigió los sindicatos cristianos. Pasó a la clandestinidad por su oposición al ascenso de Hitler y sobrevivió a la Gestapo, para participar después en la redacción de la Ley Fundamental de Alemania. Jakob Kaiser defendió las bases de un Estado y un orden social postdictatorial sobre una alianza ideológica amplia, a veces contradictoria. Y su casa es ahora el territorio neutral elegido por los cristianodemócratas (CDU) y socialdemócratas (SPD) alemanes para negociar a toda prisa la formación del próximo Gobierno de Alemania. En sus estancias, invadidas por los negociadores y blindadas a la prensa, se repiten dos palabras que impregnan sin remedio el proceso: «última oportunidad». En un escenario de seguridad como el que Trump ha lanzado a Europa, «contar con una gran coalición es una gran bendición», decían fuentes al tanto de las primeras negociaciones, enfocadas a la creación inmediata de un fondo especial de rearme de 400.000 millones de euros. De puertas adentro, se trata de un formato de eficacia probada como dique de contención de las fuerzas desestabilizadoras.Noticia Relacionada estandar Si Merz y Macron comienzan la reconstrucción del eje franco-alemán J. P. Quiñonero / R. Sánchez | París / Berlín Esa aspiración a la intimidad diplomática rompe con los años de Ángela Merkel y Olaf Scholz, quienes se alejaron de FranciaEl resultado de las elecciones del 23 de febrero supone un respaldo electoral inédito para una fuerza de extrema derecha y tintes antisistema, Alternativa para Alemania (AfD). Los negociadores saben que AfD se ha venido alimentando de la tradición democrática alemana de las grandes coaliciones (Groko), en las que las más toscas líneas de las ideologías se desdibujan para dejar paso al pragmatismo y la responsabilidad de Estado. Los dos gabinetes Stresemann y el gabinete de Müller, en la República de Weimar, iniciaron esta vía frente a las fuerzas subversivas. El quinto Bundestag apuntaló el milagro económico alemán con la gran coalición del gabinete Kiesinger, en el que Willy Brandt fue vicecanciller y ministro de Exteriores. Y gracias a sus grandes coaliciones, Merkel logró mantener unida a Europa en las enfurecidas aguas de las crisis: la crisis financiera, la crisis de la deuda… hasta la pandemia. El formato Groko ha servido así como vacuna contra el virus de la polarización y las altas temperaturas en los discursos políticos, pero para el votante que no ve solucionados sus problemas y que no accede a los matices, la gran coalición ha comenzado a ser percibida gradualmente como un apaño entre los grandes partidos para que las cosas sigan como están. «Algo debe suceder, algo tiene que cambiar», insiste ahora el ganador de las elecciones, Friedrich Merz , que ve en estas negociaciones la última oportunidad para «demostrar que desde un gran acuerdo se pueden gestionar los problemas». En su opinión, la mejor forma de luchar contra la extrema derecha es esta. «AfD no busca soluciones porque se alimenta de los problemas, de manera que, si solucionamos los problemas, estará perdiendo tierra bajo sus pies», dice. Merz identifica los problemas a solucionar con claridad nítida: economía e inmigración , a los que Trump se ha empeñado en añadir la defensa europea y la política comercial. En las conversaciones preliminares, sin embargo, se ha impuesto la necesidad de abordar cuestiones de apariencia menor pero fácilmente perceptibles en el día a día ciudadano: vivienda, becas, precio de los alimentos y problemas para obtener cita médica. «Antes teníamos ese sentimiento en el este, pero ya está en el oeste», advierte el avance el politólogo de Bochum Oliver Lembcke, que llama la atención sobre una «gran insatisfacción con la política» que hay que solventar, para evitar que dentro de cuatro años sea AfD el partido más votado. Por eso, mientras el SPD ha formado un equipo de negociadores que pertenecen al ala más centrista del partido, lo que mejor pueden entenderse con Friedrich Merz, la CDU se ha encargado de que esté presente en su equipo el presidente regional de Sajonia, Michael Kretschmer, el encargado de que las necesidades y aspiraciones de la mitad oriental del país, donde AfD es ya la primera fuerza política, invadan transversalmente el acuerdo de gobierno, de manera que quede desactivado el atractivo de la extrema derecha. La presión sobre los negociadores es enorme: si los tienen problemas para entenderse, quedará claro que ha llegado la hora de AfD.Amenaza sistemáticaEn sus primeros movimientos internacionales, Merz da muestras de que intentará aplicar la misma receta en la UE, donde el nuevo escenario de amenaza sistémica reclama igualmente un amplio acuerdo entre partidos. Antes incluso de ser nombrado canciller, se ha presentado en París y ha estado cenando tres horas con Macron, en el bando político contrario pero con el que está empeñado en entenderse. «La cena fue muy bien», se han limitado a informar fuentes de la CDU, que insisten en que sólo si estas dos fuerzas políticas aúnan su potencia en Europa , será posible afrontar el «cambio de era». En este contexto, quizá el Gobierno de España se sume en Bruselas a fuerzas a las que en casa niega el pan y la sal. Pedro Sánchez ha sido, de hecho, el gran obstáculo para que en España se probase el formato de la gran coalición. En la Embajada de España en Berlín, ante la victoria electoral de Rajoy y en un escenario de gran coalición de libro, se le preguntó tres veces en una misma conversación si se avendría a negociar un acuerdo de gobierno. Las tres veces respondió un no rotundo, dejando asomar ya su inclinación por la orilla antisistema que le ha impedido, desde entonces, ganar unas elecciones.Las consecuencias electorales de las grandes coaliciones alemanas ha dependido históricamente del desempeño de los socios. El socio menor pierde a veces identidad, como pasó reiteradamente con Merkel, pero en otras ocasiones es propulsado a la Cancillería, como le ocurrió a Willy Brandt. «Esta será más MiKo que GroKo«, ya que el SPD es sólo la tercera fuerza con el 16,41% de los votos, sugiere la politóloga Jasmin Riedl, que ve un socio «muy menor que puede salir perjudicado». Merz, sin embargo, ha puesto por delante que, «como demócrata alemán, lo último en lo que estoy interesado es en la desaparición de un partido como SPD, que tanto ha aportado a nuestra política y nuestra historia», garantizando así espacio de respiración para los socialdemócratas en el acuerdo en aras del espíritu de última oportunidad para los partidos de centro.

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