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Internacionales

Logros y amnesia: China a los 75 según China

Toma las calles de Pekín un huracán bermellón y estrellado. Cuatro pequeños astros ámbar postrados ante un quinto, mayor, simbolizan la unidad del pueblo chino en torno al Partido Comunista . Una subordinación que hoy, uno de octubre, cumple setenta y cinco años, de modo que todos y cada uno de los locales comerciales levantan a sus puertas la enseña nacional, la cual ondea al viento milenario de un país joven. Setenta y cinco años no son nada, diría el tango si lo hubiera; para la propaganda que sí hay, vaya si la hay, son por contra el inicio de un auge irrefrenable en pos de la supremacía mundial, un relato con lógica e intereses propios, ajenos a las calles que las banderas rojas cubren. El Museo del Partido Comunista, pétrea mole que aplasta la talla individual del visitante, cierra una hora a mediodía para comer: la revolución ha quedado irreconocible. En la zona comercial adyacente, entretanto, instituciones ecuménicas como KFC o Pizza Hut tientan a los devotos. La China contemporánea desafía, entre tantas otros, el principio de no-contradicción, por eso el régimen puede a la vez repudiar y apropiarse de conceptos como la democracia o el imperio de la ley, elásticos cual mozzarella.A la vuelta de la esquina, alimenta el espíritu la librería Xinhua –Nueva China–, cuya cafetería imita las cuevas de Yan\'an en las que se refugiaron las huestes de Mao Zedong antes de ganar la guerra civil y donde cappuccinos poco apetecibles cuestan 62 yuanes (7,93 euros). Preside el espacio un púlpito, sobre él una copia de los estatutos del Partido Comunista se ofrece para aquellos correligionarios que, en un ataque de fervor ideológico, sientan la imperiosa necesidad de renovar su compromiso.Noticia Relacionada estandar Si Shigeru Ishiba, nuevo primer ministro de Japón tras cinco fracasos jaime santirsoXi Jinping acapara la sección de novedades. El más prolífico autor a nivel planetario, con un centenar de títulos publicados a su nombre en apenas una década, requiere estante propio. Biografías, compilaciones de discursos, guías para el estudio de su Pensamiento [sic]incluido desde 2017 en la Constitución, el primer volumen de una colección de citas célebres... Sopesa el forastero este último tomo mientras dos adolescentes con el pelo teñido y lentillas de colores juegan con sus teléfonos móviles de espaldas al anaquel.–¿Lo habéis leído?–Sí –responde una de ellas sin más explicaciones.–¿Es interesante?Un instante de duda silenciosa.–No –concede, y ambas dejan escapar al unísono una risita nerviosa.Al lado, un cine promociona su gran estreno, \'Zhiyuanjun\' o \'Voluntarios\', sobre los soldados chinos enviados a la guerra de Corea –de nuevo la lógica aristotélica sometida–, en concreto los que combatieron contra las fuerzas de Naciones Unidas en la batalla de Hwacheon, «quienes lucharon desesperadamente hasta arrastrar al enemigo a la mesa de negociación». El nacionalismo anega el imaginario colectivo pero, en fin, la pausa del almuerzo no da para películas.El curioso pone rumbo al restaurante más cercano y pide un bol de «biangbiangmian». Un plato que no conoce complejidades, fideos gruesos con guarnición de verduras; no así su nombre, un sinograma compuesto de cincuenta y ocho trazos, entre los más intrincados del alfabeto chino. Las autoridades realizaron en su día una investigación para tratar de dar con el origen etimológico de semejante embrollo gráfico, esfuerzos tan enérgicos como infructuosos. Resta pues la leyenda, según la cual lo concibió un comensal de estómago y bolsillos vacíos en pago por una ración.Sirva esta digresión culinaria para ilustrar que hasta las más pueriles cuestiones tienen inicios enigmáticos. La República Popular China, por contra, nació ante los ojos del mundo a las tres de la tarde del 1 de octubre de 1949 por obra y gracia de un vociferante Mao Zedong. El museo exhibe la vestimenta que portaba aquel día, un traje verde adornado por el ribete «zhuxi», «líder», tratamiento heredado por sus sucesores. También la primera bandera que ondeó en la plaza de Tiananmen; se adivina en las visibles e irregulares puntadas que unen las cinco estrellas la tensión de todo comienzo.Funcionarios de aduanas realizan un simulacro durante un gran desfile para celebrar el 75 aniversario, en Hong Kong ReutersHistoria oficialA partir de entonces, un esbozo de anales mínimos para estos setenta y cinco años podría versar tal que así: uno de los totalitarismos más radicales en la historia de la humanidad relaja sus restricciones autoimpuestas y transita hacia una economía de mercado, liberando el potencial del país, que en consecuencia adquiere el rango de actor global con aspiraciones hegemónicas.El museo, en cambio, arranca enumerando una lista de méritos de ambición creciente que fundamentan la legitimidad del Partido Comunista. Desde el Jiefang CA10, el primer automóvil manufacturado en China, hasta la «consecución de una sociedad moderadamente próspera en todos los aspectos»; pasando por el desarrollo de armas nucleares, la «restauración de la representación legítima» ante Naciones Unidas, la Reforma y Apertura, el retorno de Hong Kong y Macao, el ingreso en la Organización Mundial de Comercio, la primera misión espacial tripulada, los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, la Nueva Ruta de la Seda, los trenes de alta velocidad, el primer portaaviones de producción doméstica, el sistema de navegación Beidou, la «erradicación» de la pobreza, y un largo etcétera. «¡Nadie puede detener al pueblo chino y a la nación china en su camino hacia adelante!», brama la presentación.Ahora bien: el itinerario no menciona detalles como la Gran Hambruna, provocada por la calamitosa política de desarrollo conocida como el Gran Salto Adelante, que de 1959 a 1961 dejó entre 15 y 55 millones de muertos. Tampoco los miles de asesinados en la matanza de Tiananmen, cuando el 4 de junio de 1989 el régimen lanzó al Ejército contra su propia población para sofocar por la fuerza unas protestas de gran calado social que reclamaban más libertad. Con respecto a la fanática barbarie de la Revolución Cultural, causante de entre medio millón y dos millones de fallecidos desde 1966 hasta 1976, la exposición destaca los esfuerzos por «corregir la tendencia de pensamiento de ultraizquierda» y la campaña de «rectificación comprehensiva».Una exposición en Pekín muestra imágenes históricas de la fundación de la República Popular China Jaime SantirsoCuentas pendientesEntre tanto olvido, lo más parecido a una crítica resulta estar en boca de un antiguo «zhuxi». «Cuando todo debe hacerse a pies juntillas, cuando el pensamiento se vuelve rígido y la fe ciega es la norma, es imposible que un partido o una nación progrese. Su vida se detendrá, y ese partido o esa nación perecerá», proclamaba Deng Xiaoping días antes del Tercer Pleno de 1978, cita en la que comenzaría a desmantelar el maoísmo con su liberalización socioeconómica. «Tenemos que reformarnos ahora, de lo contrario nuestros esfuerzos por modernizarnos y construir el socialismo estarán condenados al fracaso».El eco de sus palabras, emitidas en bucle desde la pantalla, resuena como una advertencia ante la regresión autoritaria comandada por Xi Jinping y el declive estructural de la economía china, tendencias que amenazan con tensionar un contrato social que intercambia prosperidad por libertad. Bromea un chascarrillo popular con que, tal y como los dos primeros mandatos de Xi hicieron bueno a su predecesor Hu Jintao, el tercero acabará por hacer bueno a los dos primeros. De Deng, claro, mejor ni hablar; de ahí que el centenario de su nacimiento el pasado mes de agosto fuera ignorado.La enumeración de hitos, sin embargo, deja una gran cuenta pendiente: Taiwán. En un aspaviento previsible, el líder ha dedicado este martes la parte primordial de su discurso a reiterar su promesa de lograr la «reunificación» del territorio, independiente de facto, que China considera una provincia rebelde. «Es una tendencia irreversible, una causa de justicia y la aspiración común del pueblo; nadie puede detener la marcha de la historia», ha asegurado. «Taiwán es territorio sagrado de China. La sangre es más espesa que el agua, y los pueblos de ambos lados del estrecho están unidos por la sangre».En su tramo final, la galería realiza dos notables aportaciones museológicas, fiel reflejo de las particularidades chinas. La primera, una nota autorreferencial, ensalzando su propia inauguración en junio de 2021, acto que terminó con Xi y la cúpula del régimen renovando puño en alto su juramento comunista. La segunda, la conclusión oficial, no vaya a ser que el visitante extraiga una propia. Sobre un rutilante fondo rojo, sentencia: «El Partido Comunista Chino y el pueblo chino sin duda edificarán sobre las victorias y las glorias de los últimos cien años glorias y victorias aún mayores en el camino que aguarda en esta nueva era».

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