La \'Hispanic Ball\' , la fiesta hispana para celebrar la investidura de Donald Trump , tenía cierta atmósfera de caos amable -seguridad laxa en un evento con mandatarios, estŕépito en los micrófonos, bullicio que tapaba los discursos- hasta que rondaron las ocho de la tarde en Washington. Entonces llegó Javier Milei y, con él, el desmadre.La fiesta en el hotel Omni, cerca del centro de la capital de EE.UU., era una celebración del nuevo presidente y del empuje hispano que fue clave en su reelección y que ahora tiene más visibilidad que nunca en el poder la primera potencia mundial. El gran invitado de la gala era Marco Rubio , el senador de origen cubano que se convertirá en pocos días en secretario de Estado y en el hispano de más alto rango en la historia del Gobierno del país. Pero la estrella fue, sin duda, el presidente de Argentina.Milei llegó como lo hubiera hecho Lionel Messi a un partido de fútbol de barrio. En medio de un enjambre de cámaras, entre codazos y empujones, con fanáticos que le pedían \'selfies\', con abrazos obligados, todo aliñado con los habituales gritos de «¡Viva la libertad, carajo!» .Noticias relacionadas estandar Si Trump busca iniciar su programa de «deportación masiva» con redadas en Chicago Javier Ansorena vertical No Miles de personas se manifiestan contra Trump en Washington antes de la investidura ABC« Rubio es una persona brillante », respondió Milei a ABC en la melé de periodistas que seguía al mandatario. «He tenido con él una reunión excelente en Buenos Aires y espero volver a verlo, porque es una persona en la que verdaderamente tengo grandes esperanzas», añadió sobre el próximo jefe de la diplomacia estadounidense. En su comparecencia en el Senado para su confirmación, Rubio dejó claro que el Gobierno de Trump imprimirá una política de mano dura con regímenes autoritarios de América, como Venezuela y Cuba.Sobre Trump, como era de esperar, Milei también tuvo palabras amables: «Tengo grandes esperanzas de que sea el líder que todos esperamos, luchando contra la basura \'woke\' que está contaminando el mundo», dijo a los periodistas.Era la primera vez que Milei se ponía un esmoquin, como exigía la etiqueta de la gala a los invitados, al igual que ocurre en tantas otras fiestas que se esparcen por Washington estos días para celebrar el segundo ascenso al poder de Trump.Cuando Milei ganó por fin la sala de baile donde se celebraba la cena, sonó rock argentino, pese a que él no llevaba su habitual chaqueta de cuero para estas ocasiones. Por primera vez, lo cambió por el esmoquin, que no se le acabó de descuadrar entre apretones y saludos. Uno de ellos, con Santiago Abascal , el líder de Vox , la única presencia política española en los fastos de Trump, también con esmoquin.El líder de Vox, Santiago Abascal, en la gala hispana celebrada en Washington EFEMilei recibió el premio \'Titán de la Reforma Económica\' por parte de Latino Wall Street y, antes de subir al escenario, fue presentado por Vivek Ramaswamy . Este emprendedor multimillonario y candidato a la presidencia en las últimas primarias republicanas va a liderar, de la mano de Elon Musk, el llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, en sus siglas en inglés) que ha creado Trump para adelgazar el tamaño del estado y el gasto público.«Él hacía DOGE antes de que DOGE existiera», bromeó Ramaswamy sobre Milei, al que llamó «nuestro héroe». En su discurso, Milei destiló su propuesta económica para Argentina -«una tarea verdaderamente titánica» y repitió consignas habituales: «No hay consensos con el enemigo, es una falacia el consenso con los reformistas, no puede haber acuerdo entre el bien y el mal», «la fórmula es achicar el estado», «la desregulación es el único camino, el camino de la motosierra».Su grito de despedida con otro «¡viva la libertad, carajo!» fue despedido con ovación y ya no hubo más rock. Sí discursos menos entregados, como el del senador hispano Bernie Moreno o el de Robert F. Kennedy, el último vástago de la dinastía política de EE.UU., que aspira a ser secretario de Salud pese a su oposición a las vacunas. O el del presidente de Paraguay, Santiago Peña. Y volvió la música latina, la salsa pegadiza de \'Ay, por Dios, Donald Trump ganó\' y \'Qué mala eres, Kamala\', que ya sonaba abusivo ante el infortunado final electoral de la candidata demócrata y vicepresidenta por unas cuantas horas más, Kamala Harris. Y un mariachi potente, el de Vargas de Tecalitlán entonó el \'Volver, volver\' de Vicenter Fernández, que solo podía estar dedicado al próximo presidente.Entre las salas y los pasillos, invitados de postín. Se esperaba a Rubio y a otro senador de origen cubano, Ted Cruz . Apareció el primogénito del presidente, Donald Trump Jr. También Greg Abbott, gobernador de Texas y aliado acérrimo de Trump en su intento de poner coto a la inmigración de indocumentados. Líderes empresariales, como el mexicano Carlos Slim . Y centenares de asistentes atacando las barras y las fuentes de ostras y de gambas sin cabeza, haciendo cola para la carne o metiendo la cuchara en una paella enorme y desastrosa, con invitados indeseables como la cebolla y el chorizo.En las conversaciones, claro, la comunidad hispana, la mejora de Trump en este electorado, el creciente empuje en representatividad. « Los demócratas han ignorado a los latinos durante décadas», contaba a este periódico Carlos Díaz Rosillo, que fue director de políticas públicas en la Casa Blanca en el anterior mandato de Trump. «El presidente les ha hablado como a cualquier otro, como a cualquier estadounidense, y les habla de las cosas que les interesan, como la economía».«Por primera vez vamos a tener un Gobierno republicano con apoyo grandísimo de la comunidad hispana y vamos a tener más poder de decisión», confiaba Daniel Di Martino, del \'think tank\' Manhattan Institute. «La relación con Cuba y Venezuela va a cambiar inmediatamente, Trump no viene a jugar », añadía. A la salida, tropiezos en las escaleras empeorados por el tequila, mariachis esperando para el baño, colas para el Uber y una sensación de optimismo generalizada, que solo el tiempo dirá si está justificada.