Antes de salir de casa, Humberto Ortega Saavedra se miraba detenidamente al espejo. Prefería vestir el traje olivo militar perfectamente planchado y con las cuatro estrellas en cada hombro que marcaban su supremacía como jefe del Ejército Popular Sandinista, pero no era capaz de reprimir su debilidad por el lujo: zapatos Bally, camisas y pantalones Pierre Cardin y un clásico Rolex. La opulencia que el militar exhibía en la Nicaragua con hedor a muerte y sumida en la miseria de los años ochenta, donde todo faltaba y lo poco que había era racionado, provocan las primeras fisuras en la relación con su hermano mayor, el dictador nicaragüense Daniel Ortega Saavedra , desde entonces bajo la influencia de su mujer -a quien nombró vicepresidenta en 2017-, Rosario Murillo , para quien Humberto siempre fue un rival. El ajuste de cuentas político-familiares se escenificó el pasado mes de mayo, cuando Humberto, de 77 años -los últimos 29 retirado de la vida pública-, fue cercado en su domicilio por la policía y rebajado a «traidor» por su hermano por tratar de poner fecha de caducidad a la tiranía en Nicaragua, creyéndose protegido por los lazos de la sangre. Sin embargo, eso no le salvó de la ira del dictador y ni la de su mujer.Noticia Relacionada estandar Si Daniel Ortega contra Humberto Ortega: la historia detrás del último golpe familiar de la dictadura nicaragüense Juan Diego GodoyHumberto Ortega siempre se colocó a sí mismo en lo más alto, aseguró Róger Miranda Bengoechea, su secretario privado entre 1982 y 1987, en su libro \'La guerra civil en Nicaragua\'. Delataba así la conducta megalómana y las ínfulas de intocable que había desarrollado durante su etapa como jefe del Ejército. La descripción explica sus declaraciones el pasado mes de mayo, en las que se ve con licencia para plantear un «aterrizaje suave» para que el país regrese a la democracia; y en las que asegura que tras la muerte de su hermano ninguno de su estirpe podría sucederle, incluida Murillo.«Ni Somoza pudo establecer a su hijo», zanjó el exmilitar en una extensa entrevista con Infobae desde la comodidad de su mansión a las afueras de Managua, vivienda que horas después fue rodeada por policías que lo incomunicaron e interrogaron, convirtiéndolo en un nuevo preso político del régimen (quedan más de 140 después de la excarcelación y deportación de 222 en febrero de 2023).Iracundo, en plaza pública Daniel Ortega reprendió y condenó como traidor a la patria a su hermano. Lo acusó de «vender su alma al diablo» y lo declaró una vergüenza. Era el final de una tensa relación a lo largo de años, que había pasado de la camaradería al enfrentamiento. El estratega de la revoluciónNacido el 10 de enero de 1947 en el seno de una familia empobrecida de La Libertad, un municipio del centro de Nicaragua, a los 16 años Humberto Ortega Saavedra ya caminaba junto a su hermano mayor en las filas del FSLN, y con 20 se había convertido en guerrillero. No fue un general de mil batallas. El infortunio de miliciano novato lo sacó pronto de las refriegas, al resultar herido de bala liderando el asalto a la cárcel costarricense en la que estaba preso Carlos Fonseca Amador , fundador del FSLN. Desde una década antes del histórico 19 de julio de 1979 no volvería a empuñar un fusil. A la lucha aportó la «inteligencia callejera» que le llegaron a reconocer más tarde sus más cercanos, porque tampoco fue un militar de escuela. En esa materia se formó en Corea del Norte y Cuba. Él mismo contaría que el «eje gravitacional» del mayor hito conseguido por los rebeldes antisomocistas lo acuñó la denominada facción Tercerista que comandó desde Palo Alto, en Costa Rica, aplicando su estrategia de llevar la guerra a las ciudades.Tras el triunfo de la insurrección sandinista que terminó con la dictadura de Anastasio Somoza Debayle en 1979, Humberto Ortega Saavedra fue el segundo al mando en Nicaragua, solo por debajo de Daniel, hoy convertido en la persona que más tiempo ha ostentado el poder en el país, 27 años, tras acabar con todos los mecanismos democráticos. Humberto Ortega (izquierda) y Daniel OrtegaDesde el rol de «estratega» de la revolución sandinista -referente para las izquierdas de todo el mundo- se convirtió en uno de los nueve poderosos comandantes que dirigieron el país centroamericano entre 1979 y 1990: él al mando del Ministerio de Defensa y del Ejército Popular Sandinista, ahora Ejército de Nicaragua.Al igual que en la guerrilla, los 16 años de la vida militar de Humberto Ortega transcurrieron lejos de los frentes y muy cerca del timón político. En esa época se anotó el peso del fracaso electoral del FSLN en 1990, que fue el costo político del Servicio Militar Obligatorio que él promovió para encarar la guerra civil (1981-1989) y que se dejó entre 30.000 y 50.000 muertes, gran parte de ellos jóvenes.Derrotado en las urnas, Daniel Ortega entregó el poder político mientras Humberto, conservó el militar. Ambos defendían la permanencia del general en el cuerpo castrense y llegaron a ultrajar a la entonces presidenta Violeta Barrios de Chamorro (1990-1996) cuando decidió separarlo. Era el 2 de septiembre de 1993, tras un acto oficial en un salón en el centro de Managua, los hermanos Ortega Saavedra acorralaron a la mandataria porque anunció -según ellos- sin consenso el paso a retiro del general. «Al salir me encuentro a Daniel por delante y a Humberto por detrás, y sentí que me iban a malmatar (golpear), pero me defendieron otras personas», relataría la expresidenta al confiscado diario La Prensa.Al tomar Chamorro el mando del país, su ministro de Presidencia, Antonio Lacayo, negoció con el general Ortega continuar como jefe del Ejército como estrategia en el complejo proceso de desarme y transición a la paz. Se reconoce al militar el aporte a la profesionalización y despolitización de ese cuerpo. El escritor Sergio Ramírez , vicepresidente de Nicaragua durante el primer gobierno sandinista, reconoce en sus memorias que Humberto era un hombre clave, pero su presencia pasó factura en ambos bandos. A él le costó el distanciamiento del FSLN y de su hermano. «En su celo por demostrar independencia chocó muchas veces con Daniel y se enemistó con los cuadros del FSLN, a quienes llegó a acusar de terroristas por promover las asonadas callejeras», narra el Premio Cervantes 2017 en su libro \'Adiós Muchachos\'.Humberto Ortega con la presidenta Violeta ChamorroDe guerrillero a millonarioDesde que fue retirado -por la ley- a la vida civil, en febrero de 1995, Humberto vivió entre Nicaragua y Costa Rica dedicado a cuidar de su fortuna. Miranda Bengoechea reveló en su libro que salió del ejército con al menos 2,5 millones guardados en un banco suizo. Fue señalado, pero nunca investigado de saquear la caja chica de las Fuerzas Armadas y de lucrarse con la venta de armas y helicópteros a Perú y Ecuador.Convertido en empresario, representó al sector capitalista del sandinismo, pero nunca aceptó ser limitado a esa faceta. «Soy un ideólogo, estratega, escritor e historiador», dictó para ser citado con las etiquetas que creía a su altura, tanto como con el rango de «comandante en jefe» con el que prefería ser llamado para marcar superioridad entre los nueve comandantes históricos.Miranda Bengoechea, el hombre que mejor le conoció, lo describe como un hombre con una personalidad compleja : ambicioso, inseguro, acomplejado, egocéntrico y con una sed insaciable de adulación únicamente superada por el miedo enfermizo a ser asesinado o envenenado, que lo llevó a tener a un soldado que probaba su comida.Humberto Ortega tenía un miedo enfermizo a ser asesinado o envenenado, que lo llevó a tener a un soldado que probaba su comidaSe le asignó un comando de 18 vehículos y 350 soldados para su protección y la de su familia. La escolta del general tiene en su historial el asesinato a tiros de un joven que adelantó una caravana en Managua el 28 de octubre de 1990. Tenía 16 años, se llamaba Jean Paul Genie , la avenida donde fue acribillado lleva su nombre, pero el crimen quedó impune. Humberto Ortega, que no volvió a ostentar cargo público, optó por otorgarse el papel de personaje influyente, que salía al rescate en las grandes crisis. Desde esa posición promovió el pacto político que devolvió al poder a su hermano en 2007, y que hasta hoy no ha abandonado. También se creyó necesario para resolver el estallido social que tuvo lugar en 2018 en Nicaragua y, seis años después, intentó maniobrar para frenar la tiranía de su hermano y su cuñada, Rosario Murillo.