Ha sido testigo de excepción de la primera guerra comercial, del estallido de la pandemia del Covid y de las grietas que se han abierto en la globalización. Tras una larga carrera diplomática que le había llevado a Rusia , Israel , Colombia , Cuba , Honduras y la Santa Sede , y después de ser embajador en Etiopía y Alemania , Rafael Dezcallar llegó a Pekín en 2018. Hasta el año pasado, cuando se jubiló, fue el embajador de España en China , una de las plazas más relevantes de la diplomacia mundial . Con un profundo análisis, esos seis años intensos los cuenta en su libro \'El ascenso de China\' , que se acaba de publicar.— ¿Qué China se encontró y cuál deja? — Me encontré una China más abierta al mundo y con una mejor percepción fuera del país. Y me marché de China sintiendo un mayor distanciamiento del resto del mundo. Ahí tuvieron mucho que ver las políticas de Xi Jinping, la guerra comercial con Trump y, finalmente, la pandemia. La pandemia generó una distancia entre China y el resto del mundo que no existía antes.— Trump acaba de desatar la segunda guerra de los aranceles. ¿Qué efecto va a tener en China y Europa?—Va a ser mala para todo el mundo, empezando por Estados Unidos, donde va a generar inflación, menor competitividad de las empresas o quiebra de muchas de ellas que dependen del exterior. También va a ser negativa para China , porque depende mucho de la exportación. Y para Europa también. Pero tanto China como Europa son actores con mercados muy grandes y tienen elementos de presión sobre EE.UU. para negociar.— ¿Estamos ya en una nueva Guerra Fría entre Washington y Pekín?— No es buena idea extrapolar términos del pasado al presente. Lo que existe es una rivalidad estructural entre EE.UU. y China. Deriva del hecho de que China ha ascendido como potencia económica y política y EE.UU. quiere contener ese ascenso para no compartir el espacio tan estrecho que hay en la cumbre del escenario internacional.— ¿Hasta dónde va a llegar el desacoplamiento con China?— El desacoplamiento se está produciendo en ciertos sectores, como el tecnológico, donde hay restricciones impuestas por EE.UU. y China está tratando de garantizar su autonomía en este campo. No es fácil porque EE.UU. sigue por delante, pero China ha hecho avances muy importantes. En otros sectores, el desacoplamiento es muy difícil porque la globalización, que se está erosionando, no ha desaparecido del todo. Todas las encuestas de la Cámara de Comercio Americana en China señalaban lo mismo: menos inversiones nuevas, pero ningún deseo de marcharse de ese mercado. El ejemplo de Apple es claro: llegó a producir el 90% de sus productos en China. Tesla, la compañía de Elon Musk, tiene una fábrica gigantesca en China… Todo eso genera intereses que van en contra del desacoplamiento, pero ha avanzado en ciertos sectores.—¿Teme Pekín un acercamiento entre Trump y Putin, un \'Nixon al revés\'?— Es posible que China esté preocupada y también que eso sea parte de los objetivos de Trump. Habrá que ver si el presidente de EE.UU. está dispuesto a ofrecerle a Rusia algo que le compense a Putin salirse de su actual relación con China, que es muy beneficiosa para él. No sé yo hasta qué punto eso será posible.— Con el creciente enfrentamiento entre EE.UU. y la UE por los aranceles y la OTAN, ¿corre el riesgo Europa de caer bajo la influencia de China?— Entre Europa y EE.UU. ha existido durante décadas una alianza que se basa en valores compartidos. Esos valores compartidos no existen con China, por lo que no es una alternativa a EE.UU. para Europa. Y, sobre todo, Europa no debe buscar alternativas, sino corregir los problemas actuales. Fundamentalmente, su dependencia defensiva de EE.UU. Mientras seamos dependientes en defensa, seremos políticamente dependientes y pagaremos un precio muy alto con Trump en Washington y Putin en Moscú.Rafael Dezcallar, en la Redacción de ABC para su entrevista TANIA SIEIRA— ¿Cuál cree que va a ser la postura de España en ese sentido?—España y China tienen una buena relación y una buena capacidad de comunicación política. Tenemos un problema muy grave de desequilibrio comercial con China. España le vende a China aproximadamente el 17% de lo que le compra. Para un país que tiene una balanza de pagos equilibrada, eso es inaceptable. No se debe a que nuestras empresas no sean competitivas, sino a que el mercado chino es diferente a los demás y establece unas reglas de protección mucho más altas y desequilibradas. Siempre les decía a mis amigos chinos cuando estaba allá que nosotros queremos que nuestras empresas puedan hacer en China lo mismo que hacen las empresas chinas en España. — El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, efectúa esta semana su tercera visita a China en dos años. ¿Es prudente alejarse de EE.UU. para acercarse a Pekín?— Ya no soy el embajador en Pekín y no conozco los detalles de esta visita. Pero sí le puedo decir que estuve como embajador en la primera visita del presidente del Gobierno y fue muy buena, ya que planteó a Xi Jinping todas las cuestiones políticas más complicadas, las económicas que tenemos pendientes e hizo un llamamiento público en el foro de Boao para una mayor apertura del mercado chino.— ¿Se le sigue pidiendo a China que mejore sus derechos humanos?— Estos temas siguen sobre la mesa. Cuestiones como la de Xinjiang fueron especialmente graves hace unos años por los centros de internamiento en los que había un millón de uigures.— Tras la invasión de Ucrania y el acercamiento de Trump a Putin, ¿ve posible que China intente tomar Taiwán?— China está analizando lo que pasa en Ucrania. Si EE.UU. deja de respetar los principios que siempre ha respetado y recurre al uso de la fuerza como parece que está inclinado a hacer en casos como Groenlandia, eso podría llevar a algunos dirigentes chinos a concluir que si lo hacen unos, ¿por qué no lo van a hacer ellos, como ha hecho Rusia? Pero los chinos son muy prudentes y el Partido Comunista es reacio a provocar situaciones fuertes de desequilibrio, invasiones o agresiones. No es su estilo de hacer política. En el caso de Taiwán yo no veo, al menos por ahora, que haya indicios de que ese uso de la fuerza ocurra a corto plazo.— ¿Cómo vivieron los diplomáticos extranjeros la expulsión de Hu Jintao del XX Congreso del Partido Comunista? ¿Han llegado a hablar con sus homólogos chinos del asunto?— No puedo documentar el trabajo que hice como embajador. Ahora que no lo soy, sí puedo decirle mi opinión personal sobre aquello. Sinceramente, creo que era innecesario hacerlo y le generó a Xi Jinping problemas de imagen, incluso dentro del Partido Comunista. En su seno sigue habiendo distintas opiniones, aunque ahora estén silenciadas o no se expresen. Pero la gente no deja de pensar por sí misma. Eso ocurre en todas partes y en China también dentro del Partido. A mucha gente no le gustó eso porque Hu Jintao era el expresidente y, además, un anciano. En China, el respeto a los ancianos es muy importante y las formas hay que mantenerlas. Especialmente, en un país tan formalista como China. Esa es una de las grandes diferencias entre EE.UU. y China. Para los chinos, es inconcebible estar en el lugar de una persona que no mantiene las formas mínimas, como Trump. Ese fue un caso en el que los chinos tampoco mantuvieron las formas en que normalmente se expresan.— ¿Puede el aislacionismo de EE.UU. y su guerra de aranceles arrojar aún más al Sur Global en brazos de China?— Sin duda, Trump dejó a China espacios abiertos en el mundo en desarrollo durante su primer mandato. No viajó ni una sola vez a África. La única vez que fue a Iberoamérica fue a Buenos Aires para una cumbre del G-20. La falta de interés, atención y cuidado por el mundo en desarrollo generó un espacio que China supo aprovechar muy bien, fortaleciendo la iniciativa de la Franja y la Ruta (Nueva Ruta de la Seda), creando una red de cumbres bilaterales con diferentes zonas del mundo, convirtiéndose en el principal socio comercial de 120 países, tratando de liderar los BRICS para que sean la alternativa al G-7. Es decir, China ha avanzado muchísimo en el mundo en desarrollo. Si Trump sigue la misma política que en el primer mandato, seguirá abriendo espacios que China aprovechará, porque tiene el objetivo de erigirse en el líder del mundo en desarrollo y cambiar el orden internacional, promoviendo así su sistema político y de valores. A nosotros, los países democráticos, nos va en ello algo esencial. Hemos dejado abierto un espacio a China, que hace poco organizó una reunión de derechos humanos con países iberoamericanos en Río de Janeiro. Eso es algo muy grave: está tratando de promover sus valores y tenemos que defender los nuestros.— ¿Qué imagen ha dado China al mundo con la pandemia y su opacidad sobre la investigación?— Esa es una de las grandes deudas que tiene pendientes China con el resto del mundo. Yo puedo entender que China diga que el orden internacional está desequilibrado para que esté menos centrado en Occidente y más abierto al resto. Pero si el orden internacional que China propone se basa en uno en el que China, cuando surge una pandemia en su territorio que provoca millones de muertos en todo el mundo, considera que tiene el derecho a impedir a la OMS hacer una investigación imparcial para evitar que algo así pueda volver a suceder en el futuro, es un orden internacional que yo no quiero tener. No es aceptable que China considere eso normal. Es una de las cosas más graves que ha hecho China en los últimos años. Si considera que ese orden internacional es compatible con meter a un millón de uigures en centros de internamiento, tampoco quiero yo para mi país y el mundo un orden de ese tipo. China ha hecho cosas magníficas y no se puede entender su situación actual sin reconocer todo lo bueno que ha hecho para sacar a su gente de la pobreza y convertirse en una gran potencia. Hay que acertar en muchas cosas para conseguir eso. Pero hay otras en las que está muy equivocada y hay que decírselo. Y tiene que asumir su responsabilidad como gran potencia. No es un país menor, sino fundamental para todos los demás. Si un país fundamental hace cosas como esa, los demás tenemos todo el derecho a reclamarle que no las haga.