No hace falta utilizar como almohada el tratado del general prusiano Clausewitz para saber que la guerra es solamente la continuación de la política por otros medios. Tampoco hace falta memorizar todo lo ocurrido durante los últimos mil días de agresión de Rusia contra Ucrania para darse cuenta de que la subordinación de lo bélico a la política tiende a multiplicarse cuando se libran conflictos siguiendo pésimas estrategias militares.En el caso de Ucrania, el gradualismo de la ayuda militar occidental ha terminado por hacer casi imposible su defensa. De la primera inclinación a facilitar poco más que gel hidroalcohólico, o sobrantes inservibles, se ha escalado en los últimos días al visto bueno de la Administración Biden para que los ucranianos utilicen misiles de largo alcance, \'Made in USA\', contra objetivos dentro del territorio de Rusia. Y también se les ha dado luz verde para desplegar minas antipersonas americanas para intentar contener la devastadora ofensiva en curso, en la que los rusos ya ni se molestan en abrirse paso con vehículos blindados.Entre el comienzo y lo que parece la recta final de esta ominosa guerra, el Congreso de Estados Unidos ha aprobado ayuda financiera, humanitaria y, sobre todo, militar a Ucrania por valor de 175.000 millones de dólares. Un respaldo formidable pero diluido en lentitud y limitaciones, siempre bajo la obsesión de no provocar una confrontación directa con el Kremlin. Hasta que al final, la superioridad demográfica e industrial de Rusia –con la inestimable ayuda de China, Irán y Corea del Norte, sus socios en el \'eje del muy mal\'– ha terminado por imponerse.Con la actual escalada, que ha obligado a cerrar la Embajada de Estados Unidos en Kiev, no parece viable revertir tres años dominados por un miedoso \'appeasement\' (apaciguamiento) trufado de siniestras complicidades y una peligrosa miopía geopolítica. Y, al final, ¿para qué tanto sacrificio? Para que un imparable Putin siga bajando el listón de su farol nuclear y un revalidado Trump retorne a la Casa Blanca en cuestión de dos meses.