«No estás en una buena posición. Ahora mismo no tienes las cartas», conminaba Donald Trump a Volodímir Zelenski durante la denigrante bronca en el Despacho Oval que vino a confirmar el inestable orden mundial. No cuesta imaginar desde entonces, en el extremo opuesto de la frontera entre democracia y autoritarismo, al presidente taiwanés William Lai Ching-te escrutando cauteloso el contenido de sus manos.Los peculiares juegos geopolíticos de Trump han agudizado las dudas respecto a la incertidumbre fundamental del \'statu quo\' en Asia-Pacífico: si Estados Unidos acudiría o no en auxilio de Taiwán ante una hipotética invasión china, tal y como recoge un acta del Congreso promulgada en 1979. La pretensión opuesta resulta por contra una certeza: el Partido Comunista considera a la isla una provincia rebelde a la que nunca ha rechazado someter por la fuerza. La escenificación de esta amenaza en forma de maniobras militares se ha vuelto recurrente tras la victoria electoral a principios de 2024 de Lai, a quien el régimen tacha de «peligroso separatista» . Estos despliegues acostumbran a ensayar operaciones que formarían parte de un asalto a la isla y su consiguiente bloqueo, acompañados de otras tácticas de guerra híbrida como dañar los cables submarinos de comunicaciones. Noticia Relacionada Entrevista a Yan Xuetong estandar Si «El conflicto central entre China y EE.UU. no es por expansión ideológica sino por superioridad tecnológica» Jaime Santirso | Corresponsal en Pekín El más reputado intelectual chino en materia de política internacional, una autoridad desde hace décadas, expone para ABC la postura de China ante un nuevo orden mundial en gestación. «La característica esencial del nuevo orden mundial es la contraglobalización»China reiteró sus pretensiones por enésima vez la semana pasada por boca de Wang Yi, durante la tradicional comparecencia del ministro de Exteriores ante los medios de comunicación con motivo de las Dos Sesiones, la reunión anual del aparato legislativo. «Taiwán forma parte inalienable del territorio chino, esa es la historia y la realidad. Taiwán nunca es un país, no en el pasado ni jamás en el futuro», proclamaba el jefe de la diplomacia china. «Hacer realidad la reunificación completa de la patria es un anhelo compartido por todos los hijos de la nación china, lo cual corresponde a la tendencia predominante y a la justicia global. China va a lograr la reunificación, y esto es imparable». Trump, sin embargo, ha mantenido el silencio y con él la ambigüedad estratégica –a diferencia de su predecesor, Joe Biden , quien hasta en cuatro ocasiones la quebró–. La más autorizada declaración de su entorno procede de Marco Rubio. «Vamos a mantener todos los compromisos que hemos hecho, pero el más importante es dejar claro que estamos en contra y nos oponemos a cualquier tipo de cambio de la situación por la fuerza», apuntaba el secretario de Estado a finales del mes pasado.Arsenal presupuestarioLa quietud del presidente contrasta con su comportamiento en campaña electoral, cuando acusó a Taiwán de «robar» a EE.UU. su industria de semiconductores y exigir protección «sin pagar» por ella. Ahora bien, como es habitual su postura se mueve a la vez en direcciones contrarias hasta volverse impredecible. A mediados de febrero, por ejemplo, el departamento de Estado eliminó de su página web una frase en la que aseguraba «no apoyar la independencia de Taiwán», para irritación China. Desde su toma de posesión se ha mostrado sorprendentemente callado con respecto a la región, quizá porque no sea una prioridad, quizá porque por serlo desea apaciguar Ucrania y Gaza antes de volcar su atención al otro lado del Pacífico. Sea como fuere, Taiwán aguarda inquieta.«Creemos que EE.UU. no va a retirarse del Indo-Pacífico», comentaba en una entrevista reciente el viceministro de Exteriores, François Wu Chih-chung, quien con astucia ligaba la causa taiwanesa con la agenda trumpista. «Perder Taiwán dañaría la credibilidad de EE.UU. en la región. Permitir que el Indo-Pacífico se convierta en «Sino-Pacífico» ayudaría muy poco a «Hacer América Grande Otra Vez»». En este empeño, cuenta Taiwán con dos cartas defensivas. Una pantalla gigante muestra imágenes de noticias de ejercicios militares realizados en el estrecho de Taiwán y áreas al norte, sur y este de Taiwán , por el Comando del Teatro Oriental del Ejército Popular de Liberación de China REUTERSLas dos cartas defensivasEn primer lugar, las armas. Durante la campaña electoral, Trump exigió un desorbitado objetivo: Taiwán debería elevar su presupuesto militar a un 10% del PIB. El territorio «no tiene capacidad para alcanzar esa cifra» se excusaba esta semana en sede parlamentaria el primer ministro, Cho Jung-tai, quien explicitó su límite: « Movilizar más de 2 billones de nuevos dólares taiwaneses (56.000 millones de euros) es imposible«. En un primer momento el Gobierno había destinado 647.000 millones (18.000 millones) para 2025, cantidad equivalente a un 2,45% del PIB, pero la cámara controlada por la oposición rebajó la cifra. Esta podría trasquilar de nuevo el propósito de Lai de alcanzar el 3%.«La única cosa que está clara es que el gasto de Taiwán en defensa tendrá que aumentar», auguraba Gareth Leather, economista para Asia de Capital Economics, en un informe reciente. «Dado el sólido posicionamiento fiscal de Taiwán, este aumento podría ser fácilmente cubierto mediante endeudamiento adicional. No obstante, un repunte tan modesto [del 3%]seguiría dejando el gasto por debajo del nivel de EE.UU. así como de algunos otros miembros de la OTAN».En segundo lugar, los semiconductores. Taiwán acumula el 60% de la producción global, hasta el 90% de los más avanzados, y su exportación supone un 5% del PIB nacional. Estos chips, cuya exportación a China EE.UU. ha limitado, resultan críticos en la carrera tecnológica entre las dos potencias, y su mantenimiento supone un incentivo esencial: he aquí el llamado «escudo de silicio». TSMC, la empresa más avanzada, anunció la semana pasada sus planes de invertir otros 100.000 millones de dólares (92.000 millones de euros) en EE.UU. para construir instalaciones «de vanguardia», una operación que la firma describió como «la mayor inversión directa extranjera única en la historia de EE.UU.».Baza o dañoEl movimiento, ensalzado por Lai como «un momento histórico en la relación bilateral», tiene entusiastas y detractores. Por un lado, complace el llamado de Trump de equilibrar la balanza comercial mediante la reindustrialización y aumenta los lazos tecno-económicos. Por otro, descapitaliza su industria esencial y vuelve la defensa de Taiwán menos esencial al facilitar la relocalización de sus chips más avanzados, hasta ahora manufacturados exclusivamente en la isla. «No estoy muy seguro de que Trump aprecie más a TSMC o a Taiwán después de que su CEO, C.C. Wei, anunciara la mayor inversión de la historia y probablemente la mayor transferencia de tecnología avanzada», señala Huang Kwei-bo, profesor de Diplomacia en la Universidad Nacional Chengchi y antiguo vicesecretario general del Kuomingtang. «La administración Lai envía su «carta» a EE.UU. pero a cambio solo recibe garantías orales de un par de funcionarios. Parece que la mayoría de taiwaneses encuestados opina que no es un buen acuerdo para Taiwán. Su industria de chips afrontará una fuerte competencia por parte de EE.UU. si los proyectos de inversión siguen avanzando y se completan. Eso tendrá cierto impacto en la posición de Taiwán en el escenario global». Mientras tanto, la tensión en el estrecho de Formosa continúa en máximos. Este jueves, Lai convocó una reunión de alto nivel en materia de seguridad nacional para tratar de contrarrestar las «cinco principales amenazas de China» –desafíos a la soberanía, espionaje militar, descrédito a la identidad nacional, infiltración social y estímulos económicos–, a la que catalogó de «fuerza hostil extranjera» mientras reiteraba la más polémica de sus máximas: «La República de China [nombre oficial de Taiwán]y la República Popular de China no están subordinadas entre sí».«La terca insistencia de Lai con la independencia de Taiwán, junto a su postura provocadora y confrontacional, vuelve a demostrar que es un destructor de la paz y un creador de crisis», respondió Chen Binhua, portavoz de la Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado. «Si las fuerzas separatistas se atreven a cruzar la línea roja, tomaremos acciones resolutivas en respuesta». Y, sin embargo, el lance más desestabilizador para Taiwán podría ocurrir muy lejos de allí. El modo en que se resuelva la guerra de Ucrania, en particular si Trump permite que se haga en términos favorables a los intereses rusos, podría alterar los cálculos de coste-beneficio para China. «El desempeño de Trump hasta ahora, especialmente su política de paz hacia la guerra entre Ucrania y Rusia, afecta a los taiwaneses pues les lleva a observar cómo manejaría una posible contingencia en Taiwán. Por eso el escepticismo hacia EE.UU. está creciendo de nuevo», incide Liang-Chih Evans Chen, investigador asociado del Instituto para la Defensa Nacional e Investigación de Seguridad. «Creo que su estrategia hacia China y Taiwán sigue siendo ambigua». Al fin y al cabo, «el este de Asia es la Ucrania del mañana», según vienen repitiendo desde hace años líderes asiáticos como el antiguo primer ministro nipón Fumio Kishida. «Trump podría dedicar más recursos a la defensa de Taiwán, lo que incrementaría las tensiones con China. Al mismo tiempo, también es posible que esté abierto a un acuerdo con China que incluya concesiones sobre Taiwán», concluía Leather. «En cualquier caso, un cambio significativo en la política de EE.UU. abre la posibilidad de un malentendido con China que podría desembocar en un conflicto militar». Trump sostiene así las cartas de un juego cuyo proceder nadie conoce con seguridad, quizá ni siquiera él mismo.