La decisión de Donald Trump de iniciar un proceso de negociación con Putin e invitar a Zelenski a incorporarse a la mesa pone de manifiesto en primer lugar que el presidente americano quiere ser fiel a las propuestas de la campaña electoral. Resolver la guerra de Ucrania en 24 horas fue una de ellas. Y presionar a los socios europeos para que aumenten el gasto en la defensa euroatlántica por encima del dos por ciento, otra. A nadie puede sorprender un movimiento de estas características, que refleja además la voluntad de Trump de actuar en marcos bilaterales y no multilaterales, lo cual rebaja su compromiso con los aliados, de manera exactamente contraria a como Biden lo reforzara. Al líder republicano no solo le gusta hacer política exterior a su manera, sino que aprovecha también para pisar la herencia de su antecesor.Ya lo hizo con la de Obama, y ahora lo plantea al debilitar la coalición euroatlántica , fortalecida durante la guerra de Ucrania, para buscar un nuevo camino que refuerce su idea de América al tiempo que socava las visiones de los europeos y los demócratas americanos, débiles y costosas.Si en esa estrategia de presentarse como el gran pacificador de Europa sin los europeos y a menor coste, además se excluye a China de la negociación, Trump podría pensar en debilitar también la entente entre rivales, Rusia y China fundamentalmente, enfrentados a Estados Unidos en el actual orden de competición entre potencias. La paz en Ucrania, entendida como una transacción de paz por territorios, es más difícil de entender si se profundiza en la complejidad de este orden mundial. Si Putin consiguiera la soberanía de los territorios invadidos, la posibilidad de que otras potencias revisionistas intensifiquen sus reclamaciones (China en Taiwan) o su influencia coercitiva (Turquía en Siria; Irán o Rusia en Asia Central), crece. Y si Europa aparece como ninguneada por Estados Unidos, los aliados asiáticos de los norteamericanos (Japón, Corea del Sur, Australia) y los equidistantes (India), pueden interpretar que el Donald Trump de hoy está con ellos, pero mañana puede no estarlo o ningunearlos ante una mejor transacción con China. El revisionismo fue el \'leitmotiv\' que deshizo el débil orden de entreguerras. La gran mayoría de las potencias eran revisionistas: la URSS, la Alemania de Hitler, Japón, la Italia de Mussolini.Los propios Estados Unidos clamaban en 1918 por un nuevo orden en Versalles y en los 14 Puntos de Wilson, y, pocos años después, lo inhabilitaban saliéndose de la Sociedad de Naciones y de la política mundial.Los nacionalismos crecieron y se radicalizaron. El comunismo campó a sus anchas. El colonialismo quedó enquistado en amplias regiones. Y finalmente, la hecatombe. En la transacción de Ucrania no están solos Trump y Putin y el convidado de piedra Zelenski. Están todas esas tendencias presentes, y todos estos actores, atentos. Y también las decenas de miles de víctimas provocadas en ambos bandos por la invasión rusa en 2022. Está también la responsabilidad del agresor. Y el argumento que utilizó para iniciar las hostilidades: la OTAN. E, incluso, las Naciones Unidas.SOBRE EL AUTOR jOSÉ MARÍA PEREDO POMBO Catedrático de comunicación y política internacional de la Universidad Europea de Madrid