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Internacionales

Un príncipe, un fracasado y una mujer se disputan Japón

Un príncipe sonso, un veterano fracasado, una mujer ultraconservadora. La terna contiene a quien comandará el próximo capítulo en la política moderna de Japón. Este arrancará el viernes, cuando el Partido Liberal Democrático –PLD– elija en elecciones internas a su nuevo presidente. El vencedor se convertirá también, ipso facto, en el nuevo primer ministro nipón tras la renuncia de Fumio Kishida , desencadenante del proceso. La equivalencia entre ambos cargos resulta poco menos que consustancial. A lo largo de sus casi setenta años de historia, el PLD ha gobernado el país durante sesenta y cinco. De agosto de 1993 a junio de 1994, y de septiembre de 2009 a diciembre de 2012; no hay más excepciones al partido que desde 1955 definió e implementó el Japón de posguerra. Este último paréntesis se cerró con la –segunda– investidura de Shinzo Abe , primer ministro por antonomasia. Su llegada al poder, tras una fugaz aparición previa, inició una etapa de estabilidad marcada por su ambiciosa visión, quebrada de manera circunstancial con su renuncia por problemas de salud en agosto de 2020, y de manera palmaria con su asesinato mientras hacía campaña en julio de 2022. Las estancias posteriores de sus comparsas Yoshihide Suga y Fumio Kishida suponen, en cierto modo, sendos epílogos.La conclusión definitiva llegó a finales del mes pasado, cuando el todavía mandatario reveló por sorpresa que no buscaría la reelección al frente del PLD. Deja Kishida un legado más sólido que reputado. De puertas afuera dinamizó la postura defensiva, de puertas adentro superó la deflación; logros –entre otros– tan facilitados por las repercusiones globales de la invasión rusa de Ucrania como ensombrecidos por dos escándalos en el seno del partido: la influencia de la Iglesia de la Unificación y la financiación ilegal.«Tenemos que mostrar un PLD nuevo y cambiado a la gente», enfatizó Kishida durante su anuncio. «Para hacerlo, necesitamos unas elecciones transparentes y abiertas y, por encima de todo, un debate libre». Las facciones del partido capturaron votaciones pasadas, pero su disolución mayoritaria tras las acusaciones de corrupción presenta un terreno nuevo. Sin ataduras, nueve candidatos han dado el paso, más que nunca antes.El PLD ha titulado el sufragio «El Partido», el cual ha publicitado con tono dramático bajo la consigna: «¿A quién reclaman los tiempos?». Todo ello transmite una acuciante necesidad de renovación que guía la búsqueda, entre perfiles rupturistas, de un sucesor sin mácula. Ahí, de nuevo, la terna y su caracterización. Ahora, por nombre y aspiraciones según las encuestas: Shinjiro Koizumi, Shigeru Ishiba, Sanae Takaichi.Novedad a escogerCuarta generación de un notable clan político, persigue Shinjiro Koizumi un destino previsible por más que su padre, Junichiro Koizumi –primer ministro entre 2001 y 2006 como predecesor de Abe–, le recomendara no postularse antes de cumplir cincuenta; consejo desoído ante la convicción de estar, a sus cuarenta y tres, ante una oportunidad irrepetible. El contexto permite mercadear su principal debilidad, la inexperiencia –su currículum culmina en ministro de Medio Ambiente entre 2009 y 2021– como cambio generacional. Sus críticos le achacan también una mente poco despierta, estigma deudor de antiguos dislates que ha tratado de disipar en sus intervenciones durante la campaña electoral. A su favor juega la telegenia de sus facciones, redoblada por su matrimonio con la presentadora Christel Takigawa.«Si Koizumi gana, esto sugeriría que el llamado a revitalizar el partido ha prevalecido, con un líder joven como abanderado, mientras el PLD sigue padeciendo el efecto dominó del escándalo de recaudación de fondos políticos», explica Yuko Nakano, investigadora del laboratorio de ideas CSIS. Una victoria le convertiría, además, en el primer ministro más joven en la historia de Japón. Bisoñez récord que favorece por oposición a Shigeru Ishiba, célebre figura que ha desempeñado varios puestos de responsabilidad sin haber alcanzado nunca el más alto. Todos sus intentos de liderar el partido han fracasado. Sin embargo, a la quinta –y última, según ha asegurado– podría ir la vencida: en la recta final viene recortando distancias y algunos sondeos le colocan incluso en primer lugar.«Ishiba es un político veterano con más de tres décadas de experiencia y varios cargos en el Gabinete, pero ha estado fuera del liderazgo durante los últimos quince años, lo que le coloca en una posición única», apunta Nakano. «Si es elegido presidente del PLD, sería una señal de que tanto los legisladores como los afiliados están buscando un equilibrio entre la experiencia y la necesidad de reforma».Género sin ideologíaSi la estética favorece a uno y los galones a otro, la ortodoxia ideológica sustenta a la tercera en discordia , Sanae Takaichi. La actual ministra de Seguridad Económica cuenta con la legitimidad –ya casi sobrenatural– de haber recibido el apoyo de Abe en las últimas elecciones internas y desempeñar, por tanto, el papel de heredera oficial.Takaichi haría historia al convertirse en la única primera ministra mujer hasta la fecha, hito ignorado por su campaña, que carga desde el flanco derecho del partido. «Su nombramiento podría dar a entender que Japón se mueve en una dirección progresista. Nada más lejos de la realidad: el país tendría una primera ministra muy conservadora, opuesta por ejemplo a cosas como el matrimonio homosexual», señala Ko Maeda, profesor de Ciencias Políticas en la universidad de North Texas.Un complejo sistema electoral ensalzará este viernes al 102º jefe de Gobierno nipón. Depositarán su voto 368 parlamentarios del PLD junto a la representación proporcional en mismo número de más de un millón de afiliados. Si ninguno de los candidatos logra la mayoría –escenario casi garantizado–, los dos primeros protagonizarán una segunda vuelta. Kishida podría entonces romper su silencio en un sentido u otro, añadiendo así la última muesca un legado que el porvenir quizá juzgue con más generosidad que sus contemporáneos.El vencedor heredará su puesto y su legislatura, caduca en octubre de 2025. Sin embargo, este nuevo primer ministro –o esta nueva primera ministra– podría optar por convocar elecciones generales de inmediato. «Sería una manera de aprovechar el impulso, dado que los nuevos gobiernos suelen tener índices de aprobación más alto. Además, ganar una elección nacional podría ayudar a solidificar la posición del nuevo líder», prevé Nakano. El comienzo, en resumen, de un nuevo capítulo por escribir en Japón.

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