Esta ingeniera informática nacida en Cartagena (1974) lleva más de dos décadas trabajando en grandes corporaciones y, aunque asegura que al principio siempre tenía miedo de que la echaran, hoy en día ocupa
la cima del sector de la movilidad como vicepresidenta de Uber para los mercados de Europa, Oriente Medio y África. Desde su puesto pretende reducir la huella de carbono, apostando porque el 100% de los viajes se realicen en vehículos de cero emisiones. También impulsa con decisión la igualdad, liderando el proyecto women@Uber. Este pasado octubre obtuvo el premio TELVA/Actualidad Económica, patrocinado por CaixaBank, a la Mejor Directiva de la Región de Murcia y, al recogerlo, pronunció un discurso con ideas nuevas que no pasaron desapercibidas. Más allá de ser un asunto de género, su enfoque del liderazgo femenino es una cuestión de perspectiva que enriquece a las organizaciones. "El avance de la mujer no es una concesión que se hace por justicia, sino que es una imperativo moral, económico y social. Cuando una mujer avanza, avanza la sociedad entera", afirma
- Romper techos de cristal, carrera de fondo, resistencia, fortaleza... El discurso tradicional del liderazgo femenino se parece mucho a una dura carrera de obstáculos. ¿Sigue siendo así?
- Sigue sin ser fácil en muchos aspectos. Pero centrarnos solo en la dificultad de ocupar puestos de dirección me parece desalentador para las que vienen detrás. Sobre todo ahora que ya hay nuevos modelos de trabajo que funcionan y que facilitan compaginar vida personal y profesional. En mi caso, soy alta directiva de una multinacional y puedo trabajar muchos días al año desde mi casa de Murcia junto a mi familia. Si lo puedo hacer yo, lo pueden hacer otros directivos. Compatibilizar vida familiar y profesional no es solo un asunto femenino.
- Pero ser una mujer profesional de éxito demanda, me temo, más multitarea a ellas que a ellos.
- Creo que debemos cambiar el enfoque. Cuando hablo de liderazgo femenino quiero resaltar que no es solamente una cuestión de resistencia, ni de hacer mil cosas a la vez y saber hacerlo todo bien. Sino que, además, es un espacio en el que, una vez alcanzado, nos deberíamos permitir ser vulnerables, auténticas y sobre todo, revolucionarias.
- ¿A qué se refiere con el término revolucionarias?
- A destacar lo que las mujeres aportan de diferente y que hace que el mundo sea efectivamente mejor. Aún arrastramos el modelo masculino de liderazgo, muy cañero y enérgico, y pocas veces se pone de ejemplo el modelo femenino: más empático, vulnerable y cariñoso. Defiendo el cariño como un espacio natural que las mujeres dominan. Nos sentimos cómodas con los sentimientos y con el trato humano, y eso es lo que debemos introducir en los negocios y en la toma de decisiones. ¡Pero no es incompatible con la capacidad analítica y la gestión! Cuando hablo de ser revolucionarias me refiero a eso: a mostrar ese aspecto cariñoso de manera visible y clara. Y decirlo con orgullo, porque beneficia a las personas y, en consecuencia, se hacen buenos negocios y el mundo mejora.
- ¿Entonces cree que el modelo de liderazgo masculino empieza a estar de retirada?
- Hay muchos ejemplos en los que este tipo de liderazgo ha llevado a fracasos empresariales y políticos, como la estafa de la energética Enron o el desastre del transbordador espacial Challenger que sacudió el mundo. Creo que cuando las mujeres, al fin, se sientan a la mesa no deberían esforzarse en encajar para que las dejen estar ahí. En una mesa donde se toman las grandes decisiones, las mujeres deben aportar su manera diferente de ver las cosas, cambiar los cubiertos de sitio y el orden de los platos. Defender la diversidad femenina.
- ¿Pero cómo evitar la inercia de querer ser aceptadas?
- Hay que dejar de buscar encajar en los modelos tradicionales de liderazgo. Esta es otra parte de la revolución que me gusta destacar y con la que me siento totalmente identificada: dejar de querer gustar para pasar a ser respetadas. El deseo de ser "gustadas" nos ha conducido a hacer concesiones negativas para nuestra propia identidad. Ya está bien de interpretar un papel que no es el nuestro, seamos auténticas y sólidas en nuestros argumentos para ser respetadas.
- Cariño y firmeza deben ir de la mano, pero no siempre es fácil ¿Cómo se consigue ese equilibrio?
- Con el cariño me refiero a generar una relación de confianza, sobre todo con tu círculo más cercano, y a mí me gusta aprovechar el tiempo social con mi equipo para interesarme por ellos y sus problemas. Las reuniones no son buen momento, porque cuanto más cortas y eficientes, mejor. Tuve una persona buenísima trabajando en logística, que se sabía el nombre de todas las mujeres e hijos de los camioneros y siempre encontraba un minuto para saber sobre ellos. Y aunque no tenía mi cargo, también soportaba muchísimo trabajo. Así que yo siembre busco un momento para demostrar mi aprecio por las personas con las que trabajo, porque además tiene un efecto contagioso. Todos estamos muy ocupados, pero ese tiempo que empleo en ocuparme de las personas de mi equipo, creo que es parte de mis responsabilidades, pero sobre todo es genuino.
Fuente:https://www.telva.com/cultura/2025/03/08/67cb179d02136ee1a68b45a7.html