Eran pequeños bares de México en los que se servía muchísimo tequila "que bebía a litros", como la propia Chavela Vargas confesó. Fueron sus primeros escenarios hasta que la gran figura de las rancheras, José Alfredo Jiménez, la descubrió. Gracias a él la contrató el hotel más importante de la época, Las Brisas, en Acapulco. Ante ella pasaron las estrellas más famosas de Hollywood que quedaban fascinados por su voz rota. "En 1957 canté en la boda de Elizabeth Taylor y el productor Mike Todd.La pachanga fue en Acapulco y duró tres días. La noche principal todos se durmieron con todos y yo amanecí con Ava Gardner", explicaba la cantante.
Las wedding weekenders
Así se presentaban lo que entonces simplemente eran prologandísimas fiestas nupciales, que se juzgaban como un exceso, un delirio, una excentricidad... Algo tan lejano que, o bien podía ser formalismo aristocrático, con tres jornadas dedicadas a la recepción, ceremonia y despedida; o tan liviano como una tercera nupcia, como fue el caso de Liz Taylor. La actriz, que para la ocasión lució un vestido de gasa azul hortensia, sencillísimo, para que destacara su anillo El pista de hielo, con un apabullante diamante de casi treinta quilates. Unos dispendios en aras del amor que fueron el germen de lo que hoy, y en términos de los organizadores de bodas, conocemos como wedding weekenders. Las celebraciones que este año en nuestro país suponen más del 10% del total, según los últimos datos del Informe del Sector Nupcial de 2024. Lo que supone más de 16.000 matrimonios en todo el territorio nacional, y todavía quedan dos meses para aumentar la cifra.
Este término, aunque pueda sonar novedoso, en España ya se comenzó a practicar por algunos en los 70, aunque fuera en una ceremonia en Alemania. Y es que aunque el "sí quiero" se pronunciara en la capilla del castillo de Friedrichsruh, en Hamburgo, el 7 de octubre de 1978, los protagonistas no podían ser más nuestros: Gunilla Von Bismarck, la bisnieta del canciller Otto von Bismarck, y Luis Ortiz. "Duró tres días. Vinieron muchos amigos y bailamos un montón. Todo el mundo estaba muy elegante. Hacíamos deporte durante el día y bailes por la noche. Hubo unos 120 invitados. Estábamos en un pueblo pequeño y no había muchos hoteles. Solo invitamos a la gente más cercana", explicaba la reina de la jet set y, para muchos de la tanorexia (de lo que ella se ha arrepentido).
Gunilla, visionaria, ya avisaba de algunos inconvenientes de esta tendencia: el que en su mayoría son bodas destino, es decir, alejadas de la ciudad donde viven la mayoría de los familiares. "Son más costosas y hace que disminuya el número de invitados", explica Jung Lee, la fundadora de Fête, una de las empresas de organización de eventos y bodas más cotizadas de EE.UU.
sin temor al exceso
Hoy, con esta fórmula centrada en una escapada repleta de actividades "se busca evitar la sensación de fugacidad de solo un día, tras un año de preparativos", continúa Lee. También replicar hábitos aristocráticos, aunque en la práctica se hayan convertido en una especie de Juegos Olímpicos en los que el oro se lo lleva la boda más efectista.
Independientemente de títulos nobiliarios, en la moda los reyes son Salma Hayek y Henry Pinault. Adelantados y sin temor al exceso, reunieron el 24 de abril de 2009 y en Venecia a sus 150 amigos. El motivo: una fiesta de máscaras en el palacio de Punta Della Dogana con el que comenzaban sus fastos nupciales, ella vestida de rojo y de Gucci, mientras que para la ceremonia y banquete, en el teatro de La Fenice, utilizó dos vestidos de corte clásico de Balenciaga (entonces dirigida por Nicolas Ghesquière). Al día siguiente, una comida de despedida en el Cipriani donde Bono les cantó One Love. Ahí es nada.
George Clooney aceptó el reto de superarles y celebró, cinco años después, y también en la ciudad de los canales, cuatro días de festival. La novia, Amal Alamuddin, preparó un vestuario firmado por Alexander McQueen y Giambattista Valli de base blanca (y adornos de colores) mientras que para la ceremonia deslumbró con un romántico Oscar de la Renta. Él, por su parte, vistió de Armani y pagó 30.000 dólares en tequila para que los invitados no decayeran (Chavela hubiera disfrutado).
¿qué hacen los royals?
Ese mismo año, pero unos meses antes y en Gastaad, exactamente el 31 de enero, comenzaron los festejos de la boda religiosa entre Andrea Casiraghi y Tatiana de Santo Domingo. Para la velada de la recepción sus amigos fueron convocados en el exclusivo restaurante El Eggli, cerrado para ellos, eso sí, con un marcado dress code: Après Ski sesentero, y tras la cena, hubo una bajada por la pista de los invitados con antorchas para iluminar la nieve. Tatiana escogió a Valentino para todos sus looks, también para la ceremonia en el convento de Rougemont y para la comida en el Palace al día siguiente, para los más verbeneros una prolongación de la velada anterior.
Tras ellos han sido otros famosos más los que han entendido su boda como un festival de tres jornadas: desde Paris Hilton con Carter Reum, donde la heredera de los hoteles mostró seis vestidos, todos de Oscar de la Renta y Pamela Roland. Brooklyn Beckham con Nicola Peltz, ella encargó exclusivos trajes de Dior, Valentino para la ceremonia y Versace para la última fiesta, ninguno de su suegra. O Jennifer Lopez con Ben Affleck, cuya lectura de votos duró casi más que su matrimonio. Tal vez estos últimos cayeron en la superstición de nueva generación del tres que comenzó Julia Roberts, cuando a tan solo 72 horas de casarse con Kiefer Sutherland huyó. El tiempo dirá si existe o no esta maldición.
Fuente:https://www.telva.com/novias/2024/12/08/675183d101a2f1aba78b4583.html