Por Pilar Vazquez
En 2021, a Florencia Goitia, que se dedica a la ganadería, le dijeron que le quedaban tres meses por un cáncer; enfrentó la enfermedad y hoy disfruta del campo.
CORRIENTES.- “De un día para otro, la vida me dio un cachetazo”. El 9 de enero de 2021, a Florencia Goitia, de 37 años, le diagnosticaron cáncer de cuello uterino en estadio cuatro, con metástasis en los pulmones y los ganglios. Los médicos en Buenos Aires le dieron tres meses de vida.
“Salí del hospital y le pedí a Tomás, mi marido, que me lleve a Corrientes. Quería estar con mis dos hijas, la más chica acababa de cumplir dos años. Fue el viaje más largo de mi vida, lo pasé llorando. En un momento me aferré al cinturón de seguridad y le dije a Dios: ‘Sostenme en la vida como me estás sosteniendo en este auto. No me dejes morir’. Así comenzó mi lucha y mi vida cambió drásticamente”, relata.
Hoy, después de más de dos años, agradece estar viva disfrutando de su familia y su pasión: la ganadería. “Goitia es una gran luchadora”, destacan los otros criadores que la saludan en la jura en la Exposición Nacional de Razas, que se realizó en el predio de la Sociedad Rural de Corrientes, donde ella, junto a Tomás, compitió con sus animales.
“Así como hay gente que muere, hay mucha gente que se salva. Aunque muchas veces me rendí porque me dolía el cuerpo y no podía soportarlo, si al otro día me levantaba era por algo”, dice.
La correntina estudió diseño de indumentaria en la Escuela Argentina de Moda de Buenos Aires y en Milán. Cuando regresó de esa última ciudad fundó su propio negocio en la Argentina. “Un día le dije a mi papá que sentía que estaba perdiendo el tiempo con la moda porque yo quería trabajar en el campo que me gusta desde pequeña, pero antes había mucho machismo y era el hombre quien se ocupaba”, cuenta.
Sin embargo, cuando conoció a Tomás Romero Pear, con quien se casó hace 10 años, todo cambió. “Él se crió en el campo y es quien me enseñó a entender a los animales y a verlos no solo como un negocio. Así que toda esa parte emocional y de disfrute de estas exposiciones se lo debo a él”, cuenta.
Fue así que, junto con Tomás, empezaron a trabajar en la cabaña El Estribo, donde se dedican a la raza Braford, y en Rincón del Oratorio, dedicado a Brangus, luego de que su padre, un empresario de la construcción y los juegos de azar, se los ofreciera. También se dedican a la cría de terneros.
“El campo me ayudó demasiado”, confiesa Goitia al relatar que, mientras recibía el tratamiento contra el cáncer, imaginaba estar allí. “La primera vez que volví a Corrientes fui a ese lugar y recé un rosario. Siento que todo lo que me produce estar en esta exposición es lo que me trajo hasta acá”, expresa.
La correntina tuvo que pasar varios meses en Estados Unidos. “El tratamiento fue terrible, no se lo deseo a nadie. En muchos momentos pedí morir porque no aguantaba más el dolor, no lo soportaba. Pero aún así, todos los días me levantaba porque veía a mis hijas y sentía que si yo moría, ellas sufrirían más que yo”, afirma agradeciendo el apoyo de su familia.
Cuenta que hubo varias veces en las que el cáncer volvió a aparecer después del primer viaje. El año pasado, un estudio reveló que tenía metástasis en el hígado. “Tuvimos que volver a Boston, me operaron y me quitaron nueve centímetros del hígado, y a pesar de eso, al poco tiempo un control mostró que la metástasis había vuelto a aparecer en el mismo lugar. La doctora me dijo que ya no había más nada que hacer, que debía volver a casa y esperar”, dice.
Goitia se negaba a volver a Corrientes a ver a sus hijas sabiendo que quizás le quedaba poco tiempo de vida. “A los dos días, la doctora me volvió a llamar para decirme que había encontrado algo que podía ayudarme a mantenerme”, comenta.
Se acercaba la Exposición Rural de Palermo, que se realiza todos los años en julio. “Le insistí a Tomás que viajáramos a la Argentina para presenciar la exposición. Estábamos los dos muy tristes, pero yo quería ir de todos modos. Fue un mimo para el alma porque ganamos el título de Gran Campeón Hembra”, relata.
El matrimonio estuvo en el país unos días y luego regresaron a Estados Unidos para continuar con el tratamiento. Sin embargo, las cosas se complicaron. “Grité pidiéndole a Dios que me devolviera a casa, que quería estar con mi familia”, cuenta.
Algo que parecía casi imposible de superar finalmente desapareció. En los resultados de las pruebas, los tumores ya no estaban. Actualmente, la correntina está en un proceso de inmunoterapia que, explica, “hace que las células se vuelvan más grandes y saludables, y cuando aparece una célula cancerígena, las destruye”.
“Es un milagro haber recuperado mi vida. Soy consciente de que esto puede regresar, pero disfruto cada día, me levanto agradecida por estar despierta, tener a mi familia y estar aquí. Hoy soy una bendecida y, más allá de todo lo que haya pasado, soy enormemente feliz”, concluye.