Al cumplirse un año de la invasión de militantes de Hamas en territorio israelí que arrojó un saldo de casi 1.200 muertos, cientos de heridos y otro tanto de secuestrados, la situación en Medio Oriente luce lejos de resolverse.
Durante la última jornada de la fiesta judía de otoño llamada Sucot, la organización yihadista irrumpió a las 6.30 con el lanzamiento de miles de cohetes (2.000 según Israel y 5.000 según Hamas) que hizo colapsar la Cúpula de Hierro del sistema de defensa israelí.
Mientras la lluvia de proyectiles activaba las alarmas aéreas en todo Israel, cientos de militantes palestinos cruzaban la valla fronteriza: un muro de seis metros de alto de alambre (en la superficie) y de hormigón (bajo tierra) vigilado por cientos de cámaras, radares y sensores.
La tecnología de última generación del muro no evitó que los militantes se infiltraran desde más de 20 puntos de los más de 65 kilómetros que tiene la verja. Los intrusos se movieron a pie, pero también en motocicletas, camionetas y en parapentes.
Los combatientes palestinos encendieron sus GoPros y sus teléfonos móviles para grabar cómo mataban a sangre fría a más de 1.200 personas en pleno sabbat (el día de descanso de los judíos) y secuestraban a centenares de jóvenes, mujeres, niños y ancianos.
En cuestión de horas, arrasaron más de una veintena de pueblos y aldeas fronterizas, como los kibutz (cooperativas agrícolas) de Nir OZ, Be’eri o Sederot, pero también en el festival Tribe of Nova. Una fiesta por la paz que acabó en tragedia: unos 260 cuerpos magullados se encontraron en la zona.
Decenas de personas desaparecieron, fueron secuestradas en medio de un horror que aún permanece incrustado en la memoria de los israelíes.
El balance del asalto llegó 1.205 muertos, incluyendo a los 251 rehenes tomados por Hamas (97 de ellos todavía cautivos).
La respuesta israelí no se hizo esperar y comenzó a atacar la Franja de Gaza con un lamentable saldo de muertes para la población palestina, como así también la destrucción de localidades que quedaron reducidas a escombros.
A través de un comunicado, la oficina de prensa del Gobierno en Gaza informó que durante este año se produjeron 3.654 ataques de Israel, con casi 42.000 personas muertas, en su mayoría mujeres y niños.
De acuerdo con la declaración, la agresión israelí ha dejado a 25.973 niños sin uno o ambos padres y ha interrumpido la educación de 718.000 estudiantes en Gaza.
Mientras tanto, 34 hospitales y 80 centros de salud han quedado inoperativos lo que sumió a Gaza en una catástrofe humanitaria y han desplazado al menos a 1,9 millones de palestinos, reseña el documento.
En general, la nota precisa que Israel ha atacado 162 centros de salud, 131 ambulancias, 187 refugios y 456 escuelas y universidades en la Franja de Gaza durante este período.
Señala además que 87.000 viviendas han sido arrasadas en el territorio bloqueado, con daños a la infraestructura crítica estimados en aproximadamente 18.500 millones de dólares.
Los ataques israelíes han dejado 986 médicos y 85 miembros de la Defensa Civil Palestina muertos y un total de 902 familias han sido borradas del registro civil y 36 personas han muerto por desnutrición en Gaza.
En este contexto, cada vez aumentan las voces de alerta sobre la crisis humanitaria en Gaza, considerada profunda y alarmante, llamando a la comunidad internacional a intervenir para frenar la máquina de asesinatos llevados adelante por el Gobierno israleí.
A partir de aquel trágico día, los frentes de conflicto para Israel parecen reproducirse y en las últimas semanas inició una ofensiva contra Hezbollah, la organización proiraní que atacó Israel con cohetes en represalia por la devastación de Gaza, en territorio libanés, como así también ataques esporádicos de los Hutíes de Yemen animados por la misma causa que los libaneses.