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El Efecto: Silvia Trivisonno, hablar para sanar y concientizar sobre donación

 

El único conocimiento que tenía Silvia sobre donación de órganos provenía de una vieja película de Libertad Lamarque: “Rosas blancas para mi hermana negra” de 1970. En la cinta, dirigida por Abel Salazar, la hija de una empleada doméstica le dona su corazón a una niña de clase alta. Cuando le tocó en carne propia tomar la decisión de donar los órganos de su hija Antonella, quien falleció cuando el auto familiar fue embestido por una persona que pasó en rojo a alta velocidad en Ovidio Lagos y Salta (Rosario), la decisión fue casi natural. “Pasamos de la desesperación nuestra a pensar en la desesperación de otras familias”, llega a recordar Silvia.



 

Claramente, el hecho fue un antes y un después en sus vidas, así como para la temática de la donación de órganos a nivel nacional. A partir de su caso se instauró el Día de la Persona Donante y se bautizó una calle con el nombre Antonella Trivisonno en la zona norte de Rosario, a la que cada tanto su madre pasa a corroborar que esté bien cuidada.

Antonella, de seis años, era la tercera de cuatro hijos, después vinieron dos más. Tras el fuerte choque terminó en el hospital Vilela, donde, a pesar de los esfuerzos, no pudieron salvarla. Así que, en estos últimos 25 años, la familia se dedicó a difundir la importancia de la donación y a recordar a los donantes por lo que fueron en vida. Es que ella ya era donante en vida, dice Silvia, porque se encargaba de darle a sus seres queridos “lo que necesitaban”.



Hablar

Al año de la muerte de Antonella, la familia realizó una convocatoria en el lugar de la tragedia, en la que -para su sorpresa- los acompañó una gran cantidad de personas. “Siempre se escuchaba a las familias de personas en lista de espera pidiendo por un órgano para su familiar. Nosotros al revés, fuimos a contar que Antonella era especial, fue donante de vida en vida. No queríamos que se conozca el caso por el que provocó el accidente, sino por el nombre de Antonella”, cuenta Silvia sobre aquella jornada en la que comenzó su camino de la concientización.

Hoy, cada 29 de agosto (fecha del trágico suceso) se conmemora el Día de la Persona Donante, a raíz de un proyecto impulsado por Silvia y Alejandro. De esta manera, se estipula que en esa jornada en cada escuela se trate el tema con los alumnos. Hablar es la respuesta. De la misma manera que el médico tiene que preguntar si la familia accede a la donación, pide Silvia porque “necesitan que se les dé la oportunidad de elegir”.

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“Por qué no hablar con los que uno tiene cerca, de qué le pasa, qué le molesta, qué le duele. Poner en palabras aquello que nos está haciendo mal. Ojalá que el que me escuche pueda mejorar su calidad de vida hoy”, expresa Silvia en un nuevo episodio del podcast de Conclusión, El Efecto.

 

Su forma de salir

Cuando se te muere una hija parece que no necesitas más nada. “Estábamos pensando en agrandar la familia y de repente vinimos sin uno”, cuenta con crudeza Silvia. “Teníamos problemas, pero también nos hacíamos mucho problema por cosas no tan importantes, queríamos agrandar la casa. Pero cuando volvimos de enterrar a Antonella entramos todos en una habitación de 3×3 y eso era todo lo que necesitábamos”.

Por supuesto que los primeros meses fueron de un dolor inconmensurable: “No teníamos ganas de nada. Era todo muy difícil. Nuestro hijo más chico, cuando cumplió un año no tenía fotos riéndose, porque en casa nadie se reía”. Entonces, compraron un libro de chistes en el supermercado, y cada día se proponían contar un chiste durante la cena: “Había que elegir volver a reírnos”.

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La respuesta, entonces, la encontraron en ayudar a los demás. “Descubrimos que la mejor manera era empezar a hacer cosas por otros”, rememora Silvia. Así, junto a sus hijos comenzaron a hacer trabajo en social en barrios de Rosario. “Necesitábamos hacer cosas que llenaran ese vacío. El haber trabajado en esto a nosotros nos dejó en paz”.

Dar vida en vida

La donación no tiene que ver con órganos o tejidos, es el mensaje principal de los Trivisonno. “Si yo puedo donarte un rato de tiempo y vos te vas con la sensación de que te llevás algo bueno, eso es donación también”, resume Silvia.

“La donación mejora la calidad de vida del otro, pero nosotros descubrimos que Antonella nos mejoró la calidad de vida a nosotros. Nos hizo mejores en muchas cosas, que después de su muerte nos ayudó a salir adelante”, continúa detallando la madre de la niña.

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Después del peor dolor, hoy Silvia puede hablar de risas, abrazos, afianzar lazos con el otro, pasar tiempo con los seres queridos. “Para nosotros la donación es una actitud de vida. Muchos dicen ‘cuando me muera voy a ver qué decido’. Y no, uno lo decide todos los días, mientras está bien y sano”.

 

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