Por JORGE EDUARDO SIMONETTI
Primero se autoexcluyó de candidaturas. Luego dijo que no dijo lo que dijo. Habló de proscripción. En realidad, una condena no es proscripción, es una pena. Así y todo, puede ser candidata mientras no haya sentencia firme. Junto con Alberto, parece que Cristina pasará a integrar la agrupación “amague y recule”.
“En estos días de días de dimes y diretes con la agrupación política a la que yo llamo amague y recule, y que es anecdótico pero que sirve para ejemplificar el efecto disciplinador”.
Cristina Kirchner
No son días felices, éstos, para Cristina. Observa, casi resignada, cómo las estrategias jurídicas, políticas e institucionales instrumentadas para enfrentar una situación judicial harto compleja, se le escurren como el agua entre los dedos.
2023 no será un año particularmente fácil para los argentinos. Al contrario, a las penurias económicas y sociales, se sumarán las instancias electorales que, seguramente, no harán sino agravar la situación de crisis y conflicto endémico que vivimos en este país.
Tampoco lo será para Cristina, acosada por el debilitamiento de sus fuerzas en los múltiples frentes que debe cubrir en estos días.
“Les deseo a todos y todas un 2023 con muchos sueños por cumplir”, dijo @CFKArgentina. Intuyo que los sueños de los argentinos, de la mayoría de ellos al menos, no confluyen en las coordenadas de la vicepresidenta.
Estaría bueno saber de su boca cuáles son sus propios sueños. Tal vez, sin que ella lo sepa conscientemente, sus sueños se identifiquen con los de Segismundo, que ve restringida su libertad negativa por el contenido de ciertas leyes que lo perjudican.
Es que, tal como en el personaje de Calderón de la Barca de “La vida es sueño”, se repite en Cristina esa oposición trágica entre la libertad y el determinismo. El determinismo judicial le juega en contra de aquello que Isaiah Berlín definiera como libertad negativa, ese ámbito en que un ser humano puede actuar sin ser obstaculizado por otros.
Pero, como “soñar no cuesta nada más que tiempo” según Kevin Johansen, vuelvo con la pregunta: ¿Cuáles son los mejores sueños de Cristina para el futuro inmediato?
Encerrada en su propia caricatura de personaje apocalíptico, la primera reacción a la condena en la causa Vialidad fue la huida por la puerta del martirio: la renuncia a cualquier candidatura. “Que me metan presa, no voy a ser candidata a nada”, fueron sus primeras palabras poscondena.
Pero, ¿son ésos sus mejores sueños, retirarse a El Calafate, sin fueros de protección, a disfrutar de sus riquezas, ya calificadas de mal habidas según el último fallo, esperando el desenlace judicial, o ello fue producto de una reacción instintiva y, finalmente, aquietadas las lavas de su erupción temperamental, termine haciendo lo que es regla en el político de libro: guarecerse en los fueros de un cargo público?
Su panorama no es halagüeño. El capital de Cristina fue el capital político, el institucional y el callejero. Los votos para ganar elecciones, el manejo de los resortes estatales para generar maniobras, y la movilización para amedrentar jueces, son las tres patas de su poder.
Pero, si sus maniobras en el poder fueron neutralizadas casi invariablemente, su intención de voto no repunta y difícilmente lo haga ya, y su capacidad potencial de irrumpir en el espacio público está en brusco descenso, el panorama es dramático.
Es cierto, a Cristina siempre le interesó más su capital simbólico que el real. Por encima del resultado, siempre intentó plantar una bandera en cada una de sus acciones, un mensaje para sus seguidores, un gesto de liderazgo. Perder sin resignar mensaje es preferible que ganar arriando banderas.
Pero, el miedo es un disciplinador casi implacable. Los límites han sido corridos hasta el extremo del precipicio. Ya no existen márgenes para actuar martirios sin recibir las consecuencias. Es más probable que su próximo paso no sea la cruz de Juana de Arco sino la banca de Carlos Menem.
La primera señal de arrepentimiento fue dada por la propia Cristina en el acto de Avellaneda. Se preocupó en aclarar que lo de ella no fue “renunciamiento” sino proscripción.
En realidad, es el primer paso hacia su candidatura. Ella sabe, o lo debería saber en su carácter de abogada exitosa, que no hay proscripción (determinación política) sino condena judicial. En segundo lugar, porque técnicamente la sentencia no se ejecuta hasta que se encuentre firme, lo que no sucederá sino en por lo menos dos años. Ergo, podrá estar en la boleta electoral si es su decisión.
Intentó mimetizarse políticamente con la situación de Lula en 2018, el que no pudo oficializar su candidatura a presidente. Pero hay una gran diferencia. Lula no se victimizó y peleó hasta la última instancia electoral. No es el caso de ella, porque ninguna norma legal le impide postularse hasta una sentencia firme.
n ese mismo acto político, volvió a quejarse contra “su” presidente, enrostrándole su marcha atrás respecto a la desobediencia a la sentencia de la Corte sobre la coparticipación de Caba. Irónicamente, sin nombrarlo, lo colocó en la agrupación “amague y recule”.
Vaya ironía la de Cristina, porque es en el mismo discurso dónde ella misma se coloca del lado de su denostado representante. No es otra cosa, sino amague y recule, lo que ella hace de negar el renunciamiento y denunciar proscripción.
“Renunciamiento” es un acto de voluntad propia, “proscripción” es la decisión de un tercero. Cómo proscripción no hay, renunciamiento parece que tampoco habrá a estar a su anuncio. Entonces, Cristina será candidata, según sus propias palabras, del Frente “Amague y Recule”.
Comienza a venirse la noche, y el desierto es frío y cruel anfitrión de sus caminantes. Advirtió, luego de la sentencia en la causa Vialidad, que el sueño de una movilización histórica en su defensa, cual 17 de octubre, es sólo eso, un sueño shakesperiano de una noche de verano.
Queda pendiente una resolución de la Cámara de Casación que podría apresurar el traspaso de Cristina, sin estaciones intermedias, del amague al recule, la de la causa Hottesur-Los Sauces.
El karma del peronismo, “muerto el rey, viva el rey”, hará que los gobernadores, los funcionarios, los movimientos sociales, la acompañen sólo hasta la puerta del cementerio. Sabe ella que ya son pocos los que están dispuestos a dar la vida por Perón, a cumplirle el llamado a “abandonar la comodidad de sus despachos” en su defensa, como lo reclamara en una reunión cerrada de dirigentes.
El instinto de supervivencia del movimiento político del general es superior al fanatismo suicida. ¿Le quedará a Cristina sólo la opción de Cisneros?: “Si el pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan ustedes lo que quieran”.
Lula renació luego de la torpeza del bolsonarismo. No parece que la reconocida impericia de Alberto sea una buena plataforma para su regreso, antes bien, un salvavidas de plomo. Sin la posibilidad de un renacimiento, sólo le queda en perspectiva la huida hacia adelante, hacia una banca legislativa que la blinde judicialmente.
El acto de Avellaneda, me temo, es el primer paso que da Cristina para presentarse como candidata a senadora, en búsqueda de la protección de los fueros. Ya aclaró que fue mal interpretada. Y con eso es suficiente para formular las primeras elucubraciones acerca de su futuro próximo.
Esperemos y lo sabremos. En realidad, nada se descarta.