Por Dolores Gandulfo
Este domingo los ojos del mundo y de la región estarán puestos en las elecciones de Brasil, donde no sólo se elige al futuro presidente sino que también se pone en juego todo el sistema político. Se renueva el actual congreso que a partir de la llamada Bancada BBB (Buey, Bala y Biblia) se convirtió en el congreso más conservador desde la vuelta de la democracia en 1985. Las elecciones brasileñas se juegan entre la esperanza y el miedo. Entre un país para todos y uno que excluya a las mayorías.
Esta nueva contienda electoral será recordada no sólo por la polarización entre el ex presidente Ignacio Lula da Silva y el actual mandatario Jair Bolsonaro, que concentran alrededor del 80 por ciento de la intención de voto, sino también por la alta participación de mujeres entre los candidatos.
Dilma y después
Casi el 34 por ciento de los candidatos que se presentan este año a un cargo público son mujeres, más de 9.000 y en un país donde no hay paridad de género. Es la cifra más alta de la historia, y por si fuera poco, hay que sumar el peso de las mujeres también como votantes, ya que el 52 por ciento del padrón es femenino.
En un país donde pocas mujeres ocuparon lugares de poder, después de Dilma Rousseff, la primera presidenta de Brasil, hoy son cuatro las candidatas que aparecen en la disputa por la presidencia y donde el voto femenino será decisivo.
En esta jornada electoral el voto de las mujeres de las iglesias evangélicas estará ante la encrucijada de votar por Bolsonaro, oyendo el llamado de los pastores, o expresarse en contra de la violencia y el desprecio por la vida, que es el principal rechazo contra el actual mandatario que predomina entre las brasileñas, según las encuestas.
Si bien la igualdad de género es un lema de esta campaña electoral y en este último tiempo la gran noticia de estas elecciones ha sido la denuncia de violencia política contra las mujeres, las propuestas para abordar los temas que preocupan a los colectivos feministas y de las diversidades no abundaron.
Candidatas
Las candidatas presidenciales que se presentan son cuatro: Simone Tebet, por el Movimiento Democrático Brasileño, Vera Lúcia Salgado, por el Partido Socialista de los Trabajadores Unificados; Soraya Thronicke, por Unión Brasil y Sofia Manzano, por el Partido Comunista Brasileño. De ellas, solo Lúcia (PSTU) y Manzano (PCB) defienden la legalización del aborto. Así, son principalmente las mujeres las que hunden un tema que es tabú incluso en la campaña electoral de los dos candidatos favoritos, no sólo Bolsonaro sino también Lula.
De esta manera, Brasil pierde otra oportunidad de abordar algunos de los problemas que afecta al menos a un millón de mujeres como es el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo. Según datos presentados en una audiencia pública en el Supremo Tribunal Federal en 2018, una mujer muere cada dos días a causa del aborto clandestino y las víctimas son mujeres de bajos ingresos y afrodescendientes que no tienen ningún acceso a la seguridad de las clínicas clandestinas utilizadas por las mujeres más ricas del país.
En Brasil sólo se puede abortar legalmente en caso de violación, riesgo para la vida de la madre o si el feto es acéfalo. En todos los demás casos, las mujeres se arriesgan a vivir en la cárcel con penas que van de uno a tres años de prisión.
Otro tema que brilló por su ausencia o casi no tuvo tratamiento en esta campaña electoral fueron los femicidios, donde además el actual gobierno de Bolsonaro redujo los fondos asignados al Ministerio de la Mujer, la Familia y los Derechos Humanos -cayó de 100,7 millones de reales en 2020 a 30,6 millones el año pasado-.y donde no existen políticas públicas para la protección de las mujeres.
Con un escenario atípico, Brasil vivirá este domingo 2 de octubre una elección en la que predomina el miedo y que así se refleja en el resultado de una encuesta realizada por dos ONGs, en la que el 67 por ciento del pueblo brasileño dice tener "miedo de ser víctima de la violencia política". Y donde además, se teme que si hay segunda vuelta la violencia aumente, debido a la postura de Jair Bolsonaro que sostiene que el sistema electoral no funciona y que si no gana es porque hubo fraude.
En definitiva, la victoria electoral de Lula es importante para la región y en Brasil estas elecciones son fundamentales para las mujeres, la población LGBTQIA+, el pueblo negro y para toda la clase trabajadora.
Este año se organizaron varias acciones donde las mujeres fueron protagonistas y desde la perspectiva de género denunciaron el racismo, el machismo, la homofobia y la violencia política que las parlamentarias en Brasil sufren con mayor intensidad desde la asunción en 2018 de la extrema derecha, representada por Jair Bolsonaro.
Es una elección histórica, donde cada voto cuenta para la defensa de los derechos de la clase trabajadora y de un proyecto popular, feminista y democrático para Brasil.
Sin embargo aún con una victoria de Lula Da Silva no se puede dejar de estar en estado de alerta dado que el caudal de votos que conservará Bolsonaro nos muestra los retrocesos en los valores democráticos de una importante porción de la población brasileña y la necesidad de desandar un camino de negación del otro.
Directora del Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de América Latina y el Caribe (COPPPAL)