Por María Antonia Galvaliz
A lo largo de nuestra vida, nos tocó o tocará atravesar obstáculos, situaciones difíciles, complicadas, propias de la existencia humana; justamente es allí, en esas incomodidades dolorosas con las circunstancias que trae, que fuerzan y sumergen para adentrarse en un proceso interior de búsqueda, de cambios y transformación; hecho que conduce a la oportunidad de capitalizar esas experiencias “superándonos” y desplegar todo el inmenso potencial que tenemos; introduciéndonos en una maravillosa evolución y crecimiento personal.
La naturaleza siempre enseña; cómo ser él caso de las mariposas, que son un símbolo de transformación constante gracias a su proceso de metamorfosis; pasando de huevo a oruga, de oruga a crisálida y finalmente, de crisálida a mariposa. Ellas son sinónimo de perseverancia, resiliencia, confianza, transformación, quienes recorren un largo camino hasta alcanzar su meta.
Podríamos considerar la metamorfosis de las mariposas, igualando al más profundo cambio que pasamos las personas, donde esa evolución se inicia desde el interior y no desde ningún otro espacio, ni a través de la influencia de otro ser.
¿Sabías que? en cada etapa, la mariposa enfrenta una lucha entre la vida y la muerte y, si logra sobrevivir, volará plena “solo algunas horas o tal vez algunos meses”, tiempo que dedicará a reproducirse para iniciar nuevamente el misterioso ciclo.
Su transformación como mencioné, empieza desde adentro, su primera fase, que inicia como un huevo que es depositado por la hembra en una hoja que servirá de alimento al incipiente animal, es prácticamente imperceptible, después, este mutará a larva, para continuar su desarrollo.
Al convertirse en crisálida, su tercera etapa, reorganizará su anatomía desarrollando patas, alas, cabeza, tórax y abdomen, protegiéndose además con un método de camuflaje para evitar a los depredadores.
Permanecerá así hasta que llegue el momento de extender sus alas y transformarse en mariposa; a partir de entonces estará lista para buscar alimento, viajar y aparearse.
La mariposa sobrevive en soledad en una lucha, entre el exterior y su desarrollo interno, donde lo único que sabe hacer es “vivir cada estadio y poner su ser entero para cumplir con el objetivo de cada día”, sobrevivir y continuar su proceso de transformación.
Al realizar un viaje hacia nuestro interior y vivir un descubrimiento íntimo e intransferible personal, producto de circunstancias que sorprenden y duelen, podemos compararnos con el proceso de las mariposas, espacio que nos facilitará sentir la conexión con esos aspectos de la vida que son más grandes que nosotros y que nos maravillan tanto.
Cuantos de nosotros hoy podemos afirmar que hemos salido victoriosos a la naturaleza y a nosotros mismos, con nuestras guerras y destrucciones, siempre renaciendo, transformándonos abriendo nuestras alas.
Somos como la mariposa, que debe aprender, desde el interior, que cada etapa es “necesaria” para experimentar la siguiente y la siguiente, hasta que logremos extender nuestras alas.
¿Sabías qué? si no dejas de ser oruga, nunca volarás, si no estás dispuesto a dejar “aquello” nunca llegarás a ser ese Ser que estás llamado a ser. Es necesario muchas veces morir para vivir; perder para ganar; dar para recibir.
Y, cuando queremos evitar el proceso doloroso de metamorfosis sucede lo de este cuento:
Cuenta una vieja historia que un hombre encontró el capullo de una mariposa tirado en el camino, pensó que allí corría peligro, entonces lo llevó hasta su casa para proteger esa pequeña vida que estaba por nacer.
Al día siguiente se dio cuenta de que el capullo tenía un orificio diminuto, se sentó a contemplarlo y pudo ver cómo había una pequeña mariposa luchando para salir de allí.
El esfuerzo del pequeño animal era titánico, intentando una y otra vez, para salir del capullo, pero no lo lograba.
Llegó un momento en que la mariposa se quedó quieta pareciendo que se hubiera rendido.
Entonces el hombre preocupado por la suerte de la mariposa, tomó unas tijeras, rompió agrandando suavemente el orificio del capullo lado y lado, quería facilitarle al animalito la salida, y lo logró, la mariposa salió por fin.
Sin embargo, al hacerlo, tenía el cuerpo bastante inflamado y las alas eran demasiado pequeñas, parecía como si estuvieran dobladas.
El hombre esperó un buen rato, suponiendo que se trataba de un estado temporal, imaginó que pronto la mariposa extendería sus alas y saldría volando, pero eso no ocurrió; el animal permanecía arrastrándose en círculos y así murió.
El hombre ignoraba que la lucha de la mariposa para salir de su capullo era un paso indispensable para fortalecer sus alas.
En ese proceso, los fluidos del cuerpo del animal pasaban a las alas y era así como se convertía en una mariposa lista para volar.
Lo mismo pasa con los retos y desafíos con que nos encuentran en la vida, son el combustible que nos prepara, para que nuestros talentos se desplieguen y nos convirtamos esa versión poderosa de nosotros mismos.
Te mando un beso inmenso TG.
IG Tona Galvaliz.
FB/LinkedIn. María Antonia Galvaliz. Counselor-Logoterapia-Biodecodificación-
Coaching Ontológico y Sistémico- Speaker- PNL- Coaching WingWave- Escritora Columnista- Desarrollo Humano personal y organizacional.