Por Maria Helena Ripetta
No se trata de que podría ser "la hija de cualquiera". Era una nena de 11 años, con sueños, con miedos, con ganas de jugar como cualquier chico. Pero es a ella a la que le arrebataron la vida. Es a ella a la que le debemos Justicia.
Lloro al ver la despedida de una nena de 11 años víctima de la inseguridad. El horror de esas criaturas despidiendo a su amiga.
Me niego a personalizarlo. A pensar si le hubiera pasado a alguien que yo quiero. A esa frase "podría ser la hija de cualquiera". Me niego pensar la justicia en términos personales. Me niego a despersonarlizarla e ella. Le pasó a Morena, a una nena de 11 años que no conocí y ¿qué importa eso?. ¿Lo hace menos importante?. ¿Debería pesonalizarlo para que me conmueva? ¿Me compromete menos?
Me duele Morena. Y no sé a que le gustaba jugar, cuál era su color preferido, qué quería ser de grande, cómo le iba en la escuela, a qué le tenía miedo, qué le gustaba comer. Si sé que tenía el derecho a vivir su infancia en paz, a luchar por sus sueños. Y, que como a todo chico, el Estado tiene la obligación de protegerlo.
La justicia no es personal. Ni creo que deba ser pensada en esos términos. Morena es una nena que perdió su futuro. Tiene nombre y apellido. Ya no tiene su vida, pero si tiene que tener Justicia.
Como sociedad una vez más la inseguridad nos da una cachetada, una más fuerte porque se trata de una nena. Todo asesinato a cualquier edad es terrible, es una manera injusta, antinatural de perder la vida. Impacta claro, más la corta edad.
Hace muchos años que hago policiales y cada vez qué pasó algo así se dijo que era un punto de inflexión, que iba a haber un antes y un después, que no iba avolver a suceder. Lamentablemente no fue así.
Espero que esta vez la clase política y la justicia reaccionen. Que esta vez sí cambie algo. Que los chicos puedan ir seguros a la escuela, a jugar. Eso si, la vida de Morena no vuelve más. No la conocí, pero estoy segura que quería vivir y no ser símbolo de nada.