Por RODOLFO PABLO TREBER
En Nuestra América quedan cada vez más expuestos los riesgos, debilidades y oportunidades que presenta este contexto geopolítico de claro tránsito hacia la multipolaridad, que también incluye el plano financiero.
El colapso de Silvergate Capital (banco de criptomonedas) y Silicon Valley Bank, ambos bancos norteamericanos, son apenas un síntoma más de la pérdida de predominio del Dólar Estadounidense en el concierto global.
Sucede que el motivo principal de las quiebras fue la volatilidad (fluctuación de precios), hasta el momento inhabitual, en los activos financieros que componían la cartera de ambas entidades. La caída del precio de los activos nominados en dólares a largo plazo generó un quebranto en las cuentas de los bancos y dejó en alto riesgo a muchos más.
Esto, además del elevado índice de inflación de la economía de Estados Unidos, y las altas tasas de interés que marca la Reserva Federal (FED), son muestras claras de que el dólar va perdiendo peso, de manera constante a través de los años, a pesar de repuntes esporádicos y temporales ocasionados por algunas medidas monetarias de su gobierno.
Sin ir más lejos, en estos momentos, el índice dólar (que marca la comparación de rendimiento de la divisa estadounidense frente a otras seis monedas del mundo) muestra su peor versión desde el crack del 2008. Al mismo tiempo, y a pesar del contexto de guerra en Europa (que sin lugar a dudas le sirve a EEUU para aletargar su caída), otras monedas como el yen, el franco suizo, el mismo euro y el yuan sumado a los metales oro, plata y platino se han fortalecido en su valuación respecto al dólar.
Este contexto demuestra que la multipolaridad está avanzando paulatinamente, pero a paso firme, también en el hostil terreno de las finanzas. Sin lugar a dudas esto conlleva riesgos, pérdidas y oportunidades para cada uno de los países de Nuestra América entera.
En primer lugar, vemos claramente cómo se desploman los bonos, acciones, en definitiva, los activos de aquellos países que tienen sus economías alineadas, dependientes, al dólar norteamericano. La consecuencia inmediata de esto es que los ahorristas, o grandes grupos especulativos, trasladen una parte de sus fondos a la adquisición de metales o monedas más estables generando una mayor presión devaluatoria. Al mismo tiempo, el contexto de incertidumbre en EEUU puede tener como respuesta un aumento generalizado de los precios en dólares (inflación) que también afectaría negativamente a los países que tienen sus economías dependientes y alineadas a esta divisa. Como ejemplo de esto, la Argentina totalmente dependiente al dólar, inmediatamente vio caer sus activos en un promedio del 7% y aumentar la valuación de los dólares paralelos lo que significa más presión devaluatoria, que también se traduce en mayor presión a los precios internos de la economía.
En líneas generales, todos aquellos países de Nuestra América que conserven alto grado de dependencia al dólar (reservas, deudas, comercio exterior en esa moneda) sufrirán estas consecuencias en mayor o menor medida.
Por otro lado, si tomamos esta pequeña parte de la crisis imperialista, que durará varios años más hasta su indefectible declive, como, lo que es, una oportunidad inigualable para recuperar soberanía y reconducir los destinos de nuestras Patrias, podemos señalar la urgencia de emprender un plan de desdolarización total de nuestras economías.
Lo conveniente para los países de Nuestra América es transitar el camino del desarrollo asociado y endógeno; comerciar con otras latitudes mediante monedas locales o una común (como el proyecto de Moneda Sur); cortar lazos con los organismos multilaterales de crédito (FMI, Banco Mundial) que funcionan como verdaderos gendarmes de las finanzas globales a favor del dólar; y fortalecer sus mercados internos a partir de la industrialización para lograr la independencia que los saque del modelo de economía primarizada que genera un atroz extractivismo y dependencia política a embajadas y corporaciones extranjeras.
A contramano de todo lo expuesto, en la Argentina vemos como el gobierno Nacional, Sergio Massa y el Frente de Todos, sigue a pie de juntillas el plan del Fondo Monetario Internacional, consolidando la dependencia a la divisa norteamericana y mendigando dólares en todas partes del mundo a cambio de entregar todo lo que se pueda de nuestros bienes comunes. Al mismo tiempo, la Vicepresidenta, Cristina Kirchner, promueve una renegociación que habilita la permanencia eterna del FMI en la conducción de la política monetaria nacional. Peor aún, la oposición más fuerte, de Juntos por el Cambio y Horacio Larreta, propone profundizar el actual esquema de subordinación y explotación de exportaciones.
En modo suicida, o directamente operando según los designios de Estados Unidos en la región, la cúpula política Argentina camina a contramano de los intereses de su Pueblo y tracciona a favor de la permanencia del imperialismo en un contexto de oportunidad para la lucha por la liberación de los pueblos.
Rodolfo Pablo Treber* Analista económico que trabaja para el Banco Central de Argentina.
Estes artículo fue publicado originalmente en ingles en United World International